miércoles, 29 de junio de 2016

Soy la amante del mar, la arena y la luna, soy la amada del bosque y los ríos

Soy la amante del mar, la arena y la luna, soy la amada del bosque y de los ríos
Por María Antonieta Campos Badilla

Cuando camino por las aceras de cemento en la ciudad y de repente me toca desviarme y atravesar algunos metros de jardín, sea que la tierra o el pasto me sostengan, percibo rápidamente la suavidad de un planeta en el cual podía haber caminado sin golpear mis rodillas ni irradiarme con un calor seco y sin sentido. Entonces anhelo salir de la ciudad por un rato.
Si a la playa voy, lo que más disfruto es quitarme los zapatos y sentir la arena mojada y acariciada por el filo de las olas. El mar me calma, me abraza y me acoge en su vastedad, se lleva mis cargas y me devuelve su fuerza. Miro el mar y más allá el horizonte infinito e interminable, y me contagia esa sensación de eternidad y de estar acompañada por todos los cielos. La luna me mira a mí y baila conmigo, me escucha y me promete su compañía, una perfecta y continua conexión con el mar aun cuando vuelva a estar lejos. Ahí, con mis pies en la arena, mi sentido de vida trasciende y sonrío al Dios de la vida que es más, mucho más que esto.
Si al bosque voy me llena de energía buena, de una promesa de protección absoluta, de provisión, de conexión con la vida; abrazo el tronco de los árboles y ellos me devuelven su abrazo extendiendo sus ramas y silbando canciones de amor para mí, mientras los ríos me susurran su amor.
“Con alegría saldrás y serás guiada con paz, los montes y colinas entonarán canciones delante de ti, los árboles del campo aplaudirán”. (Isaías 55:12)
Hoy estoy en la ciudad, la luna está conmigo, los árboles en pequeños espacios me sostienen y dicen que la tierra, nuestra fuente de vida sigue allí, debajo de todo este engaño de cemento que hemos creado para cubrir nuestros ojos y olvidar. Y el mar, con sus olas sigue bailando conmigo y la luna y me habla, me cuenta los tiempos, se lleva mis cargas y lleva mi mirada al cielo y a mi razón de ser.

martes, 28 de junio de 2016

Soy libélula

Soy libélula
Por María Antonieta Campos Badilla

He escrito ya muchas veces sobre el alto valor de las libélulas en la vida de nuestra familia. En su representación de un amor eterno, uno que no se va nunca, uno que trasciende el plano material y temporal, las libélulas llegan a nosotros con mensajes de esperanza y libertad.
Hoy me siento así, libre para ir y venir, libre para estar con los míos con todo mi amor, sin tener que explicar a nadie de dónde vengo ni a dónde voy. Eso decía, hacía y vivía mi abuelito Hernán. Eso dice, hace y vive en nuestro corazón aún.
Hoy no tengo que reír para nadie, ni correr a trabajar, ni producir, ni ser excelente, ni explicar, ni brillar. Hoy sólo vuelo en la dirección que me place y es el sol quien brilla en mis alas. Vuelo rodeando el jardín de los míos, el espacio de deleite de aquellos a quien amo; ese espacio que está lejos de los lujos de las ciudades, de las compras, de la vida laboral y de la producción académica. Ese espacio en donde la sociedad ni me nota, pero me nota el amor de mi gente.
Sólo eso quiero, libertad, sol y aire fresco para estar con ellos.

domingo, 26 de junio de 2016

Libertad en las relaciones

Libertad en las relaciones
Por María Antonieta Campos Badilla

Cuando conocemos a una persona con la que tendremos que interactuar por algún tiempo queremos conocerla lo antes posibles, comprender cuáles son sus motivaciones e intenciones en esa interacción y determinar si podemos establecer con esa persona una relación de paz y armonía que resulte en bienestar para nuestra vida.
Algunas personas establecen esa interacción con más paz y autoconfianza que otras. He visto persona cuyo corazón es tan noble que cada vez que conocen a alguien esperan lo mejor y más maravilloso de esa nueva interacción; son personas que se sienten agradecidas con las bondades de la vida.
También he visto personas temerosas, personas que se mantienen ensimismadas y atentas por algún tiempo con la idea de que podrían recibir tanto intenciones de bondad y generosidad como intenciones de egoísmo y envidia; por lo general he visto que estas personas, cuando se perciben amadas, terminan por abrirse como una hermosa flor y compartir una deliciosa fragancia en sus relaciones.
Y también he visto personas que necesitan tener sus entornos altamente controlados para sentirse seguras, y estas personas se dedican con esmero a investigar a sus contrapartes, los buscan en internet, en redes sociales virtuales, y en la opinión, comentarios e historias que otros cuentan sobre ellos, estas personas creen que al controlar la información de la vida íntima de los demás tendrán más elementos para controlar sus propias oportunidades de bienestar, quizás, más oportunidades de hacerse importantes o amadas, o, simplemente, más oportunidad de sentirse seguras.
Los diferentes grados de sutileza en el trato, de elegancia y de amabilidad pueden manifestarse de igual manera en cualquiera de las tres interacciones, las personas pueden ser altamente cordiales y ser egoístas y controladoras al mismo tiempo; o pueden ser muy directas y poco sutiles, serias y calladas, pero tremendamente abiertas para aceptar la bondad de las diferencias de otros.
Esto lo aclaro porque no estoy hablando de un tema de conducta ni de habilidades sociales, sino que me refiero a la conceptualización de la gente sobre la forma en la que se establecen las interacciones humanas.
Esa visión muy personal de lo es una relación con otros termina por afectar el producto final de una buena interacción; sin importar qué tan educados seamos, al final recibiremos de los demás lo que nuestra alma ha decidido de antemano que merece recibir: bondad y generosidad siempre, bondad y generosidad algunas veces, relaciones de poder en todo momento.
Pienso que es cuestión de decisión. Se decide ser genuino, libre y bueno y se deja en libertad las formas de expresar amor que nazcan de cada relación, o se decide pasar por la vida haciendo pulsos de poder con estrategias socialmente aceptadas para mantenernos seguros y en control pero con poco amor.

sábado, 25 de junio de 2016

Soy un río

Soy un río
Por María Antonieta Campos Badilla

Papi está en perfecto estado de salud. Los detalles no importan ahora mismo, Dios es bueno y hace milagros de muchas formas. ¿Se esperaría una reacción de júbilo? Algunas veces el júbilo y el agradecimiento se comunican con el silencio.
Tengo ya varias semanas de no escribir, les cuento ahora cómo estoy.
Te libera la vida de dolores, peligros y amenazas que has sufrido por un tiempo; te concede Dios el milagro esperado. ¿Qué se hace entonces? Se dan las gracias, y se pide la oportunidad de descansar un rato.
El tiempo de descanso, desde la recreación, pasando por el ocio, hasta el sueño, e incluso el llanto o la risa, permiten acomodar las ideas. Aprendí que una crisis que comienza cuando te dan una mala noticia, no termina cuando pasa el peligro, sino cuando se lograr comprender qué fue lo que pasó, por qué ocurrió, qué fue lo que cambió y, a partir de ahora, qué sigue.
Leí ayer estas hermosas reflexiones de mi hermano, hombre sabio y sensible, filósofo y poeta, libre de las ataduras materiales y de los roles socialmente establecidos:
Al leerla comprendí que justo en esa etapa estoy, mi río interno ha crecido tanto que nunca volverá a su cauce inicial, formará uno nuevo, sin preguntarle a nadie. Los ríos no preguntan por dónde pasar, no piden permiso; los ríos son, serpentean como les place y dependen solamente del cielo y la cantidad de agua que, en un ciclo interminable y cambiante, este les provea.