martes, 14 de febrero de 2017

Resolver emociones

Resolver emociones
Por María Antonieta Campos Badilla

En diversas ocasiones he mencionado el hecho de que las emociones se resuelven cuando las dejamos estar presentes, cuando nos damos un momento para sentirlas. Para algunas personas, esto es sencillo. Pero con frecuencia recibo la respuesta de que da mucho miedo sentir y perder el control.
Una pregunta existencial importante que tendríamos que hacernos es: ¿perder el control de qué? Quizás algunas personas quieren decir que tienen temor a “perder la capacidad de mantener una conducta socialmente aprobada”, quizás sea exista el temor de “llorar y hacer muecas feas o sonidos que indiquen que se está en estado vulnerables”, o el temor de gritar y recibir la censura de quienes creen que las personas no deben manifestar su enojo. Tal vez exista el temor de “llorar tanto que no sea posible dejar de llorar después”, en otros casos, es más bien el llorar el que puede ocasionar esa sensación de pérdida de control pues sería posible que entonces ya no se reciba la atención deseada o necesitada.
Los pensamientos que sustentan este temor pueden ser infinitos y muchos pueden ser irracionales. Pero entonces hay una tarea sencilla que se puede realizar antes: Buscar un momento, un espacio (físico y de tiempo) y una compañía que nos ayuden a estar a salvo mientras sentimos. Por sencillas que parezcan estas recomendaciones, para quienes tienen mucho miedo de animarse a percibir su propio lenguaje afectivo, estas pueden resultar muy útiles:
1.       Ponga un horario para sentir: Pueden ser unos 45 minutos de meditación, enfocada en las emociones.
2.       Busque un lugar privado, relajante, cómodo, seguro y agradable para usted.
3.       Respire despacio y profundo, por unos minutos, sintiendo su entorno.
4.       Respire despacio y profundo, por unos minutos, sintiendo cada parte de su cuerpo.
5.       Respire despacio y profundo, un tiempo más, sintiendo las emociones que se manifiestan en lo interior de su pecho o de su mente. Mientras lo hace, deles un nombre, deles un lugar dentro de usted. Déjelas permanecer allí hasta que quieran irse, cambiar o reacomodarse por sí mismas; o entréguelas a la divinidad o al ser en el que usted tenga fe para su bienestar.
6.       Respire profundamente y dé gracias. Dispóngase a levantarse y continuar.

Si aún este ejercicio parece complicado, le presento uno más sencillo:
1.       Ponga un horario para sentir: Pueden ser unos 45 minutos para pintar (pueden ser mandalas o creaciones libres), bailar o tocar algún instrumento musical.
2.       Busque un lugar privado, relajante, cómodo, seguro y agradable para usted.

3.       Respire despacio y profundo, por unos minutos, percibiendo los colores, las formas, las notas musicales.
4.       Respire despacio y profundo, por unos minutos, sintiendo los movimientos de su cuerpo en relación con esos colores formas o notas musicales; déjelos fluir en libertad.
5.       Respire despacio y profundo, un tiempo más, sintiendo las emociones que se manifiestan a través de su creación; déjelas fluir hasta que sienta que las ha descargado en el papel, en el entorno o en la divinidad.
6.       Durante el proceso trate de darle un nombre a esas emociones; si no puede hacerlo, inténtelo después de terminar.
7.       Respire profundamente y dé gracias. Dispóngase a levantarse y continuar.
En los dos casos, si lo necesita para sentirse a salvo; invite a una persona de su entera confianza a acompañarle. Además recuerde: nada es para siempre, lo que ahora parece incomprensible se resolverá con el tiempo.

Dése un abrazo o abrace a quien quiera, usted lo merece. Un abrazo suyo será un abrazo de la divinidad y de toda la creación a la vez.

lunes, 13 de febrero de 2017

Rutinas para afrontar los duelos

Rutinas para afrontar los duelos
Por María Antonieta Campos Badilla

Las pérdidas afectivas importantes suelen conllevar cambios de vida. Al mismo tiempo, los cambios vitales, en general, también implican un proceso de duelo y, por lo tanto, dolor, desasosiego, incertidumbre, enojo, ansiedad, temor, confusión; sobre todo, nos demandan un gran gasto de energía en el esfuerzo por acomodarnos a una nueva vida. Entiéndase por cambios vitales todos aquellos referidos a un cambio en la rutina y estilo de vida; por ejemplo, un cambio de trabajo, una pensión, una mudanza, un divorcio o ruptura amorosa, un matrimonio, tener hijos, perder a alguien querido, etc.
Durante un duelo es importante tomar tiempo para reconocer nuestras emociones porque estas tienden a ser intensas, cambiantes y ambivalentes; podemos sentir alegría y tristeza, o enojo y alivio a la vez; podemos pasar de la risa al llanto en un instante; podemos sentir un intenso dolor físico de tanto dolor emocional.

Los duelos suelen resolverse con el tiempo; pero se resuelven de forma más sencilla si sabemos qué está ocurriendo dentro de nosotros y qué hacer.
Por ejemplo, las emociones se resuelven sólo cuando les damos lugar para expresar el mensaje que nos traen: nos dicen cómo ha impactado adentro aquello que ocurrió afuera. Entonces, es importante darnos un tiempo para reconocer, sentir conscientemente y aceptar las emociones por lo que se ha perdido.
También hay una parte de los duelos que se resuelve con el accionar: Un tiempo diario para observar el mundo, para ver lo bueno que hay en él, para dar gracias por eso que es bueno y empezar a movilizarnos en ello. El movimiento también sana.
Entonces, no se trata sólo de esperar, hay cosas que podemos hacer para estar mejor. Como en todo, el equilibrio tiende a ser la clave.
Me gusta proponer a quienes vienen a mi consulta que organicen su día en seis tiempos:
1.       Un tiempo dar gracias por lo nuevo al amanecer y para expresar nuestras expectativas y emociones sobre el día que está por comenzar (de preferencia, antes de desayunar).
2.       Una mañana activa, llena de movimiento: caminar, trabajar, crear, mover, ordenar, limpiar; aquello que el día nos permita, lo que sea siempre y cuando implique moverse, sin olvidar el consumo de una refrescante fruta a media mañana.
3.       Un momento para relajarnos al medio día (antes o después del almuerzo), para volvernos conscientes de nosotros mismos, para sentir el entorno, el propio cuerpo en ese entorno y la respiración. Un ratito para respirar despacio y profundamente sin pensar en nada más que en cada inhalación y exhalación. Un ratito para dejar que nuestras emociones se expresen dentro de nosotros mismos con cada respiración.
4.       En la tarde, combinar el trabajo con la vida social; por ejemplo, programar reuniones, escribir cartas, contestar correos, trabajar con algo de música, acompañarnos de alguien a la hora de la merienda, o, por lo menos, chatear un poco sin distraernos del todo del trabajo. Para mí esto es, convertir el trabajo en algo que se hace como parte de nuestro rol en sociedad, es parte de lo que da sentido a nuestras acciones y es lo que permite construir el sentido de pertenencia en los grupos y equipos de trabajo: Somos seres sociales que trabajan para mejorar la calidad de su vida en vinculación con otros, no somos máquinas de producción: no hay que perder nuestro sentido existencial.
5.       Media hora antes que termine nuestro día laboral, recomiendo cerrar con un registro de todo lo logrado (esto nos da satisfacciones que comienzan a llenar los vacíos del cambio que experimentamos) y una lista de pendientes para el próximo día laboral, una lista que se escribe y se entrega a la divinidad (a la fuerza que mueve el universo). Se entrega para no llevarla a casa ni a otros lugares en donde no debe andar. Al hacer esta entrega no tendrán que pasar la noche cargando con el peso de solucionarlo todo desde su mente; se irán a casa con la consciencia de que hay una fuerza mayor que tiene control de los tiempos y lo sucesos.
6.       Llega la noche y es la hora de soltar el futuro y de reusarnos a pensar en él, de centramos en el presente: (a) en lo que sentimos que no nos daña sino que nos permite dimensionar las pérdidas sufridas y (b) en lo que podemos disfrutar y que le puede aportar algo de sentido y gracia a nuestro diario vivir, por ejemplo, el arte, la cultura, la recreación, la danza, el tiempo en familia, las salidas con amigos, el amor y la pasión, acompañados de una cena ligera pero sabrosa al paladar.
Simplemente se trata de que organicemos nuestra agenda diaria en seis momentos que son fáciles de recordar.
Entonces, podemos sentir (llorar o enojarnos si es necesario) y aceptar que hay algo que nos hace falta y podemos hacer (mantenernos activos); y en el camino también podemos reconocer: Con cada cambio vital también vienen nuevas oportunidades, nuevas esperanzas, nuevos recursos que se amarran con lo que no hemos perdido. Nos ayudará mucho reconocer y aceptar lo bueno que viene a nosotros, aceptar la mano amiga, el cariño y cada pequeño deleite que nos traiga la vida.

Lo demás lo da el tiempo y el sueño, muchos días de ser perseverantes en nuestra rutina, muchas noches de dormir bien (con o sin ayuda); el tiempo y el sueño suelen resolver en nuestra mente aquello que no podemos comprender o aceptar.