PSIQUE&SALUD
Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
24 de abril de 2015
Espiritualidad y Dios
Por María Antonieta
Campos Badilla
El último tema de este ciclo de
reflexiones es la espiritualidad y Dios. Hablo de un ciclo porque aunque la
divinidad se percibe con más conciencia después de desarrollar arraigo-sentido
de vida, creatividad, autoaceptación, amor, comunicación clara y visión de mundo,
justo es la divinidad la que da sentido a nuestra vida; así pues, donde
terminamos y nos conectamos con Dios volvemos a empezar.
La Biblia enseña que “Dios es
amor”. “Dios es el que todo lo llena en todo”. Es la gracia eterna. “El camino,
la verdad y la vida”. Es la fuente de vida, de libertad, de salud, de todo lo
bueno. Es la fuerza que mueve el universo. Nada se mueve sin su poder. “Dios es
bueno”. El eterno. “El gran Yo Soy”. El Santísimo porque sólo ama y porque ama
eternamente.
Algunos le llaman energía. Hay
quienes piensan que es aquello que existe entre las fuerzas de las
micropartículas que forman los átomos, aquello que no se conoce pero que se
sabe que está allí porque determina el movimiento de todo aquello que sí se ve.
Algunos piensan en esta fuerza
como un ente sin voluntad que, “por casualidad”, ha derivado en un universo
perfectamente hermoso; tan perfecto, que es difícil pensar que realmente no
haya una voluntad de por medio. Tan perfecto que estas personas dedican horas y
horas de pensamiento para tratar de demostrar que no existe un Dios, sin tener
ninguna prueba de ello aún.
Hay otros que le conocen como la
sabiduría divida, la voluntad perfecta que convierte todo en bien, la eterna
bondad, la fuerza generosa que nos hace evolucionar-siempre crecer-siempre
mejorar, el equilibrio perfecto, lo que garantiza que todo lo que ocurre es
bueno.
Esa gracia perfecta, regalo de
vida, fuente de bendición está allí, aquí, frente a ti, dentro de tu corazón y
del mío. Está en la naturaleza. Está en todo lugar. No está escondido;
simplemente, su presencia es tan natural, tan parte de nosotros, tan cercano y
nuestro, que parece imposible poder diferenciarlo de todo aquello que vemos; es
tan nuestro como nuestro olor, el que no percibimos pero que todos los demás
pueden sentir y diferenciar.
Él es el omnipresente, el
omnipotente, el omnisapiente; ahí está, puedes sentirlo, respirarlo, vivirlo
con conciencia o sin ella, en contacto con tu fuente y fortaleciendo tu
espiritualidad o no, pero allí está y estará por los siglos de los siglos,
eternamente y para siempre.