viernes, 22 de julio de 2016

EN ESTO PENSAR...

EN ESTO PENSAR...
Por María Antonieta Campos

Dedicado a todas las mujeres llenas de amor que bendicen mi vida

No le dedico ni un segundo de mis pensamientos a quien no se los merece. 
No pienso en nadie que no dé evidencias constantes y permanentes de querer hacerme feliz.
No pienso en quien se acerca para beneficiarse de mí o para competir conmigo.
Pienso sólo en corazones benignos.
Yo dedico el tiempo de mi mente a aquellos que me aman incondicionalmente.
Sólo a aquellos que me dan la mano y me ayudan a levantarme y que confían en la fuerza de mi mano y mi corazón para sostenerlos cuando den un paso en falso.
Me concentro sólo en relaciones de confianza, en las que se valoran y agradecen mis virtudes y en aquellas que enriquecen mi vida y la hacen placentera y llena de sentido.
No pienso en las presencias inconstantes, sólo en aquellas que aquí, allá y más allá se mantienen atentas a mí, amándome con prioridad, porque saben que así es como les amo.
Soy dueña de mis pensamientos y de mi corazón, por lo tanto soy dueña de mis relaciones y de mi felicidad.
Hoy yo decido en qué pensar; me comprometo con el ejercicio de crear nuevos y hermosos pensamientos en los que sólo esté presente la gente que me ama.

(Inspirado en Filipenses 4:8)

viernes, 1 de julio de 2016

Soy orquídea

Soy orquídea
Por María Antonieta Campos Badilla

Conversaba con un par de mujeres de hermoso corazón, de esas que impactan el mundo por donde pasan pero no son muy conscientes de ello. Las mujeres somos alegría para el mundo pero lo olvidamos con frecuencia. Tengo muchas amigas como ellas y me encanta sentarme a escucharlas porque son mi espejo. Cuando las mujeres hablan y me inspiran con el alto valor que le asignan a la construcción de un sentido profundo de vida, pienso que también yo impacto al mundo con mi presencia y no lo noto.
Conversábamos de tatuajes y pensé en una imagen que a mí me representaría. Dije: “una orquídea, porque yo soy mía”; al rato les dije “es que las orquídeas sólo son ellas mismas”. Así son, hermosas, silenciosas, muy quietas, en medio del bosque donde ocurren tantas cosas y ellas sólo están allí, observándolo todo con libertad absoluta, sin juicios hacia otros, sin necesidad de aceptación, en reposo y sin hacer esfuerzos para obtener nada, sólo son de ellas, sólo son.
El labio de una orquídea resalta su belleza y sirve a los insectos para reposar en ella mientras beben y las polinizan y sus cinco hermosos pétalos abrigan, dan sombra, protección y belleza sin saberlo. Su esencia es generosa, pero no porque ella haya sido creada para servir a nadie, sino porque ella es. Sin esfuerzos mayores, sólo su presencia cambia el entorno y vuelve las miradas hacia ella. Dichoso el que es sensible y la nota, porque su vida cambia por completo en el momento en que la ve. Pero eso, sólo eso, verla y disfrutarla porque la orquídea se pertenece sólo a ella misma.

miércoles, 29 de junio de 2016

Soy la amante del mar, la arena y la luna, soy la amada del bosque y los ríos

Soy la amante del mar, la arena y la luna, soy la amada del bosque y de los ríos
Por María Antonieta Campos Badilla

Cuando camino por las aceras de cemento en la ciudad y de repente me toca desviarme y atravesar algunos metros de jardín, sea que la tierra o el pasto me sostengan, percibo rápidamente la suavidad de un planeta en el cual podía haber caminado sin golpear mis rodillas ni irradiarme con un calor seco y sin sentido. Entonces anhelo salir de la ciudad por un rato.
Si a la playa voy, lo que más disfruto es quitarme los zapatos y sentir la arena mojada y acariciada por el filo de las olas. El mar me calma, me abraza y me acoge en su vastedad, se lleva mis cargas y me devuelve su fuerza. Miro el mar y más allá el horizonte infinito e interminable, y me contagia esa sensación de eternidad y de estar acompañada por todos los cielos. La luna me mira a mí y baila conmigo, me escucha y me promete su compañía, una perfecta y continua conexión con el mar aun cuando vuelva a estar lejos. Ahí, con mis pies en la arena, mi sentido de vida trasciende y sonrío al Dios de la vida que es más, mucho más que esto.
Si al bosque voy me llena de energía buena, de una promesa de protección absoluta, de provisión, de conexión con la vida; abrazo el tronco de los árboles y ellos me devuelven su abrazo extendiendo sus ramas y silbando canciones de amor para mí, mientras los ríos me susurran su amor.
“Con alegría saldrás y serás guiada con paz, los montes y colinas entonarán canciones delante de ti, los árboles del campo aplaudirán”. (Isaías 55:12)
Hoy estoy en la ciudad, la luna está conmigo, los árboles en pequeños espacios me sostienen y dicen que la tierra, nuestra fuente de vida sigue allí, debajo de todo este engaño de cemento que hemos creado para cubrir nuestros ojos y olvidar. Y el mar, con sus olas sigue bailando conmigo y la luna y me habla, me cuenta los tiempos, se lleva mis cargas y lleva mi mirada al cielo y a mi razón de ser.

martes, 28 de junio de 2016

Soy libélula

Soy libélula
Por María Antonieta Campos Badilla

He escrito ya muchas veces sobre el alto valor de las libélulas en la vida de nuestra familia. En su representación de un amor eterno, uno que no se va nunca, uno que trasciende el plano material y temporal, las libélulas llegan a nosotros con mensajes de esperanza y libertad.
Hoy me siento así, libre para ir y venir, libre para estar con los míos con todo mi amor, sin tener que explicar a nadie de dónde vengo ni a dónde voy. Eso decía, hacía y vivía mi abuelito Hernán. Eso dice, hace y vive en nuestro corazón aún.
Hoy no tengo que reír para nadie, ni correr a trabajar, ni producir, ni ser excelente, ni explicar, ni brillar. Hoy sólo vuelo en la dirección que me place y es el sol quien brilla en mis alas. Vuelo rodeando el jardín de los míos, el espacio de deleite de aquellos a quien amo; ese espacio que está lejos de los lujos de las ciudades, de las compras, de la vida laboral y de la producción académica. Ese espacio en donde la sociedad ni me nota, pero me nota el amor de mi gente.
Sólo eso quiero, libertad, sol y aire fresco para estar con ellos.

domingo, 26 de junio de 2016

Libertad en las relaciones

Libertad en las relaciones
Por María Antonieta Campos Badilla

Cuando conocemos a una persona con la que tendremos que interactuar por algún tiempo queremos conocerla lo antes posibles, comprender cuáles son sus motivaciones e intenciones en esa interacción y determinar si podemos establecer con esa persona una relación de paz y armonía que resulte en bienestar para nuestra vida.
Algunas personas establecen esa interacción con más paz y autoconfianza que otras. He visto persona cuyo corazón es tan noble que cada vez que conocen a alguien esperan lo mejor y más maravilloso de esa nueva interacción; son personas que se sienten agradecidas con las bondades de la vida.
También he visto personas temerosas, personas que se mantienen ensimismadas y atentas por algún tiempo con la idea de que podrían recibir tanto intenciones de bondad y generosidad como intenciones de egoísmo y envidia; por lo general he visto que estas personas, cuando se perciben amadas, terminan por abrirse como una hermosa flor y compartir una deliciosa fragancia en sus relaciones.
Y también he visto personas que necesitan tener sus entornos altamente controlados para sentirse seguras, y estas personas se dedican con esmero a investigar a sus contrapartes, los buscan en internet, en redes sociales virtuales, y en la opinión, comentarios e historias que otros cuentan sobre ellos, estas personas creen que al controlar la información de la vida íntima de los demás tendrán más elementos para controlar sus propias oportunidades de bienestar, quizás, más oportunidades de hacerse importantes o amadas, o, simplemente, más oportunidad de sentirse seguras.
Los diferentes grados de sutileza en el trato, de elegancia y de amabilidad pueden manifestarse de igual manera en cualquiera de las tres interacciones, las personas pueden ser altamente cordiales y ser egoístas y controladoras al mismo tiempo; o pueden ser muy directas y poco sutiles, serias y calladas, pero tremendamente abiertas para aceptar la bondad de las diferencias de otros.
Esto lo aclaro porque no estoy hablando de un tema de conducta ni de habilidades sociales, sino que me refiero a la conceptualización de la gente sobre la forma en la que se establecen las interacciones humanas.
Esa visión muy personal de lo es una relación con otros termina por afectar el producto final de una buena interacción; sin importar qué tan educados seamos, al final recibiremos de los demás lo que nuestra alma ha decidido de antemano que merece recibir: bondad y generosidad siempre, bondad y generosidad algunas veces, relaciones de poder en todo momento.
Pienso que es cuestión de decisión. Se decide ser genuino, libre y bueno y se deja en libertad las formas de expresar amor que nazcan de cada relación, o se decide pasar por la vida haciendo pulsos de poder con estrategias socialmente aceptadas para mantenernos seguros y en control pero con poco amor.

sábado, 25 de junio de 2016

Soy un río

Soy un río
Por María Antonieta Campos Badilla

Papi está en perfecto estado de salud. Los detalles no importan ahora mismo, Dios es bueno y hace milagros de muchas formas. ¿Se esperaría una reacción de júbilo? Algunas veces el júbilo y el agradecimiento se comunican con el silencio.
Tengo ya varias semanas de no escribir, les cuento ahora cómo estoy.
Te libera la vida de dolores, peligros y amenazas que has sufrido por un tiempo; te concede Dios el milagro esperado. ¿Qué se hace entonces? Se dan las gracias, y se pide la oportunidad de descansar un rato.
El tiempo de descanso, desde la recreación, pasando por el ocio, hasta el sueño, e incluso el llanto o la risa, permiten acomodar las ideas. Aprendí que una crisis que comienza cuando te dan una mala noticia, no termina cuando pasa el peligro, sino cuando se lograr comprender qué fue lo que pasó, por qué ocurrió, qué fue lo que cambió y, a partir de ahora, qué sigue.
Leí ayer estas hermosas reflexiones de mi hermano, hombre sabio y sensible, filósofo y poeta, libre de las ataduras materiales y de los roles socialmente establecidos:
Al leerla comprendí que justo en esa etapa estoy, mi río interno ha crecido tanto que nunca volverá a su cauce inicial, formará uno nuevo, sin preguntarle a nadie. Los ríos no preguntan por dónde pasar, no piden permiso; los ríos son, serpentean como les place y dependen solamente del cielo y la cantidad de agua que, en un ciclo interminable y cambiante, este les provea.


viernes, 1 de abril de 2016

GOZO

GOZO

LOS HECHOS
A los 50 años mi mamá dijo “Yo soy mía”.
Antier mi papá decidió ser suyo y dejar que su vida sea un proceso natural en vez de un receptor de recetas médicas de entes externos.
La semana pasada mi hermano me dijo que él es feminista y que cree que las mujeres deben tener una vida propia y privada, sin estar dándole cuentas de todo lo que hacen a los demás.
Y hace unos días mi hermana me dijo que ella creía que yo podría no estar tan pendiente de cuidar a otros y disfrutar más yo.

LA REFLEXIÓN
A mi hermana le dije que no, porque de hecho yo disfruto haciendo lo que me nace en el momento, no cuido a otros como un sacrificio sino como una respuesta natural del cariño que siento. Y no me cargo ni me abandono, yo me cuido. Pero sí me dejó pensando y me pregunté: ¿Habrán cosas que quisiera hacer y no estoy haciendo?
Después de varios días de reflexión me di cuenta de algo: Hay muchas cosas que he dejado de hacer o que quiero y aún no he hecho.  Así que aquí voy, me dispongo a retomar mi camino con el Dios de amor, de GOZO  y de paz en Él.


Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan;
 pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.
 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
Mateo 6:28-30


martes, 29 de marzo de 2016

SABER AYUDAR Y RECIBIR AYUDA

Saber Ayudar y Recibir Ayuda

Una de las dificultades más grandes cuando se enfrentan los problemas cotidianos, los comunes a la vida del ser humano, es saber reconocer cuándo se requiere ayuda, cómo recibirla y cómo darla.
En menos de una semana he tenido tres experiencias que me han ayudado a pensar en esto.

Primera experiencia
Terminé mi Semana Santa descansando y recuperándome de las noticias mal manejadas de nuestro sistema de salud estatal (véase la reflexión “Llorar para no arrancarse el corazón”).  Mi esposo con gran atino decidió pagar la habitación de un hotel cerca de la casa de paseo de mis padres. Pasamos un tiempo con ellos y otro tiempo a solas.
Invertí cada mañana en dormir hasta tarde, en tomar un desayuno delicioso, y luego refrescarme en la piscina del hotel. ¡Refrescarme!, porque ni siquiera tenía energía para nadar. Dediqué horas a consumirme y flotar, con un dedito pegado a la orilla para levantar mi cabeza de cuando en cuando y respirar para luego seguir flotando. No sé por qué, pero cuando uno está flotando en el agua, totalmente sumergido en ella, parece que el tiempo se detiene y no está ocurriendo nada más. Es como volver al inicio de la vida.
Pues bien, en uno de esos momentos en que levanté mi cabeza para tomar aire, vi frente a mí, flotando, “ahogada”, una pequeña libélula azul. Me dio tristeza, porque las libélulas por nuestra historia familiar me recuerdan a mi abuelo; casi siempre las veo y pienso en alguna buena noticia, porque mi abuelito Hernán era muy alegre. Pero esta estaba “ahogada”, o eso creí. Decidí sacarla del agua para que por lo menos pudiera descansar dignamente en la tierra, pero cuál fue mi sorpresa que al acercar mi mano, ella se aferró con sus patitas a mi dedo y parpadeó.
La subí y la puse en la barra del bar de la piscina. Donde se paró sin poder abrir sus cuatro alitas empapadas que estaban pegadas como si fueran una sola. No podía volar así. Entonces, decidí quedarme a su lado un rato. Le dije que tuviera paciencia que yo la acompañaría hasta que se secaran sus alas para que volviera a volar. (Se lo dije porque creo que todos los seres vivos sienten y entienden los mensajes de amor).
Soplé con mucha suavidad las alas de la libélula para que se secaran más rápido. Me quedé con ella por un rato soplando, hasta que ella caminó hacia mi mano, se subió y se sostuvo en ella con seguridad. Por un momento sentí que la pequeña estaba confiando en mí. Así, la llevé hasta unos crotos (arbustos con hojas coloradas) que se encontraban al lado de la piscina, dejé que ella se agarrara de una hoja y seguí soplando sus alas.
Las alitas se fueron secando y se soltaron una por una. En cuestión de media hora sus cuatro alas estaban libres y mi nueva amiga salió volando. 
Cuando se había ido me pregunté: ¿Cuál sería el aprendizaje que esta vez me traían las libélulas?

Segunda experiencia
De regreso al trabajo y en vísperas de una nueva cita médica (con el estrés o el terror que me implicaba por la desagradable experiencia que tuvimos doce días atrás), me llamó una amiga querida para preguntarme cómo abordar el duelo de una niña por la muerte de su hermanito.  Lo que pude darle en ese momento fue una breve idea de cómo explicar la vida y la muerte: Una analogía concreta de las orugas, los capullos y las mariposas, los cambios en el estado de vida, el espíritu y el cuerpo.
Para poder dar una explicación a una pequeña esto servía, pero el acompañamiento en el dolor era otra cosa. Así que tuve que ir a mis archivos a buscar material de apoyo para los niños y niñas que están en duelo.
Encontré un pequeño libro que les ayuda a trabajar ciertos temas importantes en el duelo (se los anoto por si les sirven):
1.       ¿Qué pasó? ¿Qué o a quién perdí? ¿Cómo era?
2.       ¿Cómo puedo recordarle siempre?
3.       ¿Qué es el duelo?
4.       ¿Cómo me siento? ¿Dónde y cómo siento esas emociones?
5.       Hay diversas razones, no es mi culpa
6.       Esto es lo que me hace falta
7.       Estos son mis temores. Así siento el enojo. Puedo tener estos sentimientos, puedo hablar de estos sentimientos, puedo escribir de estos sentimientos
8.       ¿Qué pienso de la enfermedad? ¿Qué pienso de la muerte? ¿Qué pienso de la vida?
9.       Lo que recuerdo de…, lo que aprendí de…, lo que me hizo enojar de…, lo que siempre amaré de…
10.   Puedo volver a estar mejor
11.   Puedo llorar, recordar, abrazar, preguntar, enojarme, ver fotos, amar…
12.   Estos son los recursos que tengo:
a.       Esta es mi familia
b.      Estos mis amigos
c.       Estos mis juguetes
13.   Esta es la gente que me cuida y se preocupa por mí
Recordé en un pequeño libro de trabajo para niños que hay un listado de elementos que le dan sentido a nuestra existencia y que nos ayudan a superar toda clase de dolor. El amor, es el primero de ellos.

Tercera experiencia
Hoy fuimos a una segunda consulta oncológica, con un médico diferente, en un centro de salud privado: una muchacha muy amable que sacó tanto tiempo como necesitamos para aclarar nuestras dudas. Le pregunté tantas veces lo mismo y las mismas veces y con la misma amabilidad contestó hasta aclararnos.
Hubo una clara explicación de la enfermedad: el cáncer de vejiga, y del caso particular que nos interesaba. Hubo clarificación de los tratamientos, sus riesgos y sus oportunidades. Lo más enriquecedor: Hubo una identificación de los recursos con que se cuenta para salir adelante. Y hubo una excelente combinación entre la realidad científica y la esperanza.
Al terminar la cita teníamos algo más de criterio, algo de control, algo para decidir, algo por qué esforzarse.

Mi conclusión a partir de estas tres experiencias
La vida es adquiere su sentido cuando se ama y se recibe amor, cuando con amor se dan explicaciones claras de los procesos que se están viviendo, cuando con amor se acompaña al que espera y se le anticipa qué va a pasar y cómo puede estar mejor. 
Así es como se ayuda, como amor, tiempo y conversaciones bien pensadas, con sentido de trascendencia.
Y así también es como se mejora, reconociendo y buscando la ayuda cuando se requiere, confiando y tomando la mano de quien la extiende con ternura para levantarnos.

“En todo tiempo ama el amigo,
Y es como un hermano en tiempo de angustia”.
Proverbios 17:17
“El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo;
Y amigo hay más unido que un hermano”.
Proverbios 18:24


martes, 15 de marzo de 2016

LLORAR PARA NO ARRANCARSE EL CORAZÓN

Llorar para no arrancarse el corazón


La experiencia dolorosa

Sentados los tres en el consultorio de oncología, escuchamos los pasos de la doctora apresurados acercándose a nosotros. Al frente parecían estar una residente y dos estudiantes muy calladas, nunca llegaron a decirnos quiénes eran ni qué estaban haciendo allí. La doctora, de unos 30 años, piel blanca y cabello oscuro entró rápidamente y se sentó tras su escritorio, y, sin presentarse siquiera dijo con voz cortante y volumen bajo—Yo necesito que usted me aclare si en urología ya le dijeron que le van a hacer una cirugía posterior al tratamiento de quimioterapia para quitarle la vejiga.
—No— contesta él perturbado, totalmente abrumado por el golpe de información. En una breve pausa respira y dice—A mí muy al principio me hablaron de tres posibilidades, tres panoramas posibles.
—Ah bueno—lo interrumpe la doctora con el mismo tono inicial y sin dejarlo contar las tres opciones—es que a mí me parece que aquí hay una falta de comunicación entre urología y oncología.
—Sí  señorita—le dice mi hermano con vos amable sabiendo que al paciente no lo han dejado hablar—me parece que es una falta grave de comunicación.
Sin detenerse a pensar en lo que le dicen, sin mirarnos siquiera a los ojos, revisa el expediente, llena papeles tan rápido como puede y prosigue su regaño diciendo—Lo que yo necesito que le quede a usted bien claro es que lo recomendado para este tipo de cáncer es hacer una cirugía posterior para quitar la vejiga...
Ya para este momento se habían hecho dos cirugías, la primera fue exitosa, salió todo el tumor completo e incluso quitaron la base en la que estaba. La segunda fue para cerciorarse de que una manchita que se evidenciaba con los exámenes no era un tejido maligno, y no lo era, resultó ser un tejido quemado que había quedado de la cirugía anterior. Faltaba aún el resultado de una biopsia, y la doctora no tenía ninguna evidencia aún de que hubiera riesgo de metástasis. Pero ella afirmaba que su recomendación era la que se da a todos los pacientes alrededor del mundo.
Es la cita médica más extraña que he tenido; ella no preguntaba nada, no nos dijo nunca qué es el cáncer, cómo funciona, qué es lo que pasa en el cuerpo, qué tipos de cáncer hay, por qué razones hay riesgo, cuáles son los tratamientos posibles, y en qué consisten; no nos explicó nunca qué es lo que pasa en el cuerpo. Sólo insistió en que debían programar una cirugía para después y que, para esto, ella se reuniría con los médicos de urología esta semana. Si él, el paciente al que nunca preguntó el nombre, no quisiera operarse, podría decidir no hacerlo, pero decía que lo recomendado por estándares internacionales es extirparla.
De repente me sentí como sentada al frente de la Reina de Corazones de la película de Alicia en el País de las Maravillas (la de Tim Burton). Me miré como en frente de ese personaje odioso que grita carente de empatía: “¡Que le corten la cabeza, que le corten la cabeza!”
Pedí la palabra a la doctora en repetidas ocasiones, y a la tercera vez me volvió a ver con los músculos de la cara tensos, los dientes bien juntos y los ojos entre cerrados y me dijo: --Déjeme terminar—e insistió en lo mismo--, lo que necesito que tenga muy claro es que la recomendación es quitar la vejiga.
Cuando terminó de dar su repetida recomendación y se aseguró de que ya nadie quisiera protestar, entonces dijo—Ahora sí, ¿qué quiere decirme?
—Disculpe, es que nosotros no sabemos nada de la quimioterapia y de estos tratamientos, necesitamos que nos explique en qué consisten—. En  ese momento no se me ha ocurrido aún, que la primera información requerida era la explicación de en qué consiste la enfermedad, por eso no se lo pregunté también. Eso se me ocurrió hasta que llegué a mi casa por la noche y me aclaré un poco.
—Ahora  le voy a explicar, pero lo más importante es que al señor le quede clara cuál es mi recomendación.
—¿Y ustedes cuentan con datos estadísticos que puedan ayudar a valorar cuál es el pronóstico para estos casos cuando se aplica este tratamiento?—preguntó mi hermano.
—Aquí  en la caja no hay, no va encontrar nada con eso de la ley que desde hace diez años no permite hacer investigación en humanos, pero estos son los estándares internacionales—.  Le dirigió la misma mirada tiesa que me dirigió a mí y prosiguió diciéndole a su paciente—Se  le va a aplicar cistoplatino y gemcistabina durante tres ciclos y después usted decide si le hacen la cirugía. Son tres ciclos con tres sesiones, una cada semana y una semana de descanso. La quimioterpia da náuseas y vómitos; se le van a dar medicamentos para aliviar los síntomas secundarios de la quimioterpia. Puede comer lo que quiera, yo no le voy a dar una dieta.
No habíamos estado sentados más de 10 minutos, y ante semejante bomba de información y un absoluto rechazo del servicio al contacto humano-afectivo entre médicos y pacientes, a él sólo se le ocurrió preguntar—Esto es mucho más de lo que me habían planteado, ¿cómo voy a quedar yo después de esos tratamientos?, ¿voy a poder trabajar?
—¡No , no va a poder trabajar!—contesta la doctorcita con el mismo tono cortante y voz baja que ha mantenido todo el tiempo. Ella bajó la mirada un momento, siguió llenando papeles, y seguro pensó que ya no hacía falta poner más alertas rígidas, y dijo—Bueno, mídase usted, si siente que puede trabajar, hágalo.
La muchacha residente que se encontraba a la par de la doctora dijo con vos dulce:--Este es un consentimiento informado en el que usted indica si acepta el tratamiento o no, de igual manera, si usted lo firma puede dejar el tratamiento en el momento en que usted lo decida.
Fue la única voz dulce que escuchamos. Las dos estudiantes se mantuvieron calladas todo el tiempo, con la mirada hacia el suelo, con los hombros encogidos y las manos tensas sobre o debajo de sus regazos.
La primera frase de mi hermano al salir fue: --Esa doctora necesita terapia psicológica.


Mi reflexión al respecto

Por la noche, después de haberlo conversado con algunas personas, después de decidir con mi familia que no se haría ningún tratamiento antes de la biopsia y que no se accedería al tratamiento sin recibir las explicaciones necesarias sobre la enfermedad y los tratamientos disponibles, después de escribir y llorar hasta calmarme un poco, después de todo eso, pensé mucho en la doctora.

Siempre había escuchado que las personas que trabajan en oncología se vuelven duras, se desvinculan de la gente con la que trabajan para no sentir dolor; pero no sabía, no imaginaba cuánto puede disociarse una persona para no estar allí conversando con aquellos a quienes les habla.



Fue como ver a Davy Jones en persona; el personaje fantástico de Piratas de Caribe. Davy Jones y la diosa Calipso se habían enamorado. La diosa le encargó que dirigiera el Holandés Errante, el único barco capaz de llegar al fin del mundo para transportar las almas que se habían perdido en el mar. Davy Jones debía llevar a esas almas al más allá en paz. Él tenía también el poder de ampliar la vida o de postergar la muerte de los que aún no se habían marchado. Diez años tenía que cumplir esta misión sin tocar tierra, y después de este período, podía desembarcar por un día y encontrarse con su amor. Pero después de los primeros diez años no encontró a Calipso, y su dolor y enojo fue tal que se arrancó el corazón y se convirtió en un monstruo, abandonando las almas perdidas en las mareas profundas y aprisionando marinos a su servicio a cambio de unos años de vida más, una vida de dolor y esclavitud.

Así de doloroso y desprovisto de realidad me pareció aquella escena de hospital. ¡No la aguantan; los funcionarios del sistema de salud nacional no aguantan la carga de acompañar a las almas humanas en su postergación de la vida o en su traslado a otro lugar! ¡No saben qué hacer y se disocian, se separan de la realidad y la viven como si sólo se tratara de los números sin significado de un expediente y de las dosis de químicos administradas a un papel!

Mientras la recuerdo, con su cuerpo frente a nosotros y su corazón guardado en algún baúl escondido y lejano, pienso en mis años de psicoterapia, en que mi hermano dijo que ella necesita terapia psicológica. Pienso y recuerdo que el dolor para sanarlo hay que llorarlo porque si no uno termina arrancándose el corazón.

Sentir y llorar es necesario. Darle lugar al dolor, reconocerlo, conversarlo, compartirlo y acurrucarse o desplomarse en los brazos un ser amado. El dolor y la pérdida se resuelven con las lágrimas que bautizan una y otra vez nuestras vidas para darnos esperanza y sentido.

Cómo quise esa noche decirle a la doctora:

—¡Señorita, llore, asústese si quiere, diga no sé, diga no puedo, diga no tengo todas las respuestas pero juntos lo vamos a afrontar! Vaya usted pequeña doctora, vaya al psicólogo y llore, vaya a los grupos de apoyo y llore, vaya a la iglesia y llore, llore hasta venga a su consulta con lágrimas limpias, llenas de esperanza y de un sentido de trascendencia. Hay que llorar para sanar y no arrancarse el corazón.


lunes, 14 de marzo de 2016

DE VUELTA A MI PAZ

Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
14 de marzo de 2016

De Vuelta a mi Paz

A mis estudiantes de doctorado con cariño.

Cuando una persona es pequeña y delicada, fácilmente es reconocida por el entorno como un blanco vulnerable. Pero cuando una persona está acompañada, cuando sus redes sociales son amplias y sus vínculos son fuertes, entonces esa persona deja de ser pequeña, se hace fuerte y se vuelve líder.
Este ha sido un año muy diferente a todos los que he vivido. En mi vida siempre ha habido una persona en particular que me ha dado su apoyo incondicional y seguridad suficiente para levantarme y salir triunfante aún del más profundo dolor.  Su fortaleza y dedicación absoluta a mí y a mi familia, hizo que yo viera siempre abierto mi camino de regreso a la esperanza y a la felicidad y que otros quisieran caminar conmigo por éste.
Sin embargo, somos espíritus  guardados en estuches de material perecedero, un material que en ocasiones se debilita y requiere de seguimiento para fortalecerse y lograr su estabilidad, y un material que algún día volverá a la tierra sin preguntarnos. Y en los momentos de debilidad y enfermedad de aquellas personas que amamos, es cuando la vida nos recuerda el carácter temporal de lo material, y es cuando se pone a prueba la permanencia de los vínculos afectivos y la trascendencia de lo espiritual.
Si amenazan con quitarte a quien te da seguridad, lo que sientes es temor, o ¡terror!  Pero ante el temor prevalece el amor, o como dice literalmente el texto bíblico “el perfecto amor echa fuera el temor” (I Juan 4:18).
Un par de meses después de iniciados los tratamientos contra la enfermedad de mi amado protector (después de evaluaciones varias y cirugías, antes de la quimioterapia), sin saber muy claramente la razón, acepté dar un curso sobre liderazgo en el Doctorado en Educación que yo misma había cursado un año atrás.
Yo soy andragoga y psicóloga, trabajo educando gente, no liderando masas, y aunque la psicología me da para entender los procesos de liderazgo social, la verdad es que no se trataba de un curso sobre mi campo de trabajo cotidiano. Además, lo acepté en un momento en el que más bien había cerrado la puerta a muchas otras actividades.
En esas fechas yo había quitado de mi agenda todo aquello que me demandara tiempo y esfuerzos extra. Yo quería que todo el tiempo y energía que tenía disponibles fueran sólo para cuidar a mi familia; además, como es natural, no tenía mucho ánimo para cuidar a otras personas con el cuidado y esmero con que siempre lo hago en la terapia. Hasta había cerrado por un tiempo las Tardes de Manualidades y Café que tanto disfruto y sólo les escribo de vez en cuando por este blog. No sentía valor para atender las necesidades de otros cuando las de mi propia familia se veían en riesgo.
Pero esta nueva oferta parecía zona segura: Enseñar a “gente adulta, estudiada, independiente, en control completo de sus vidas, personas que estaban obviamente en la cima de todo, llevando un doctorado, y que no necesitaba que yo tuviera energía extra para ayudarles a levantarse”. Así fue como acepté el reto.
Inicié el curso con la consigna de atenderlos con mucha estructura: Instrucciones y fechas claras para la entrega para cada tarea. De esta manera, hice un programa en el que sólo debía dejar las tareas con una rúbrica rígida de pasos a seguir en cada actividad, yo sólo debía  leerlas y calificarlas dentro de un margen de tiempo claramente establecido: no había riesgo.
Pero Dios siempre nos da lo que necesitamos, y si era el amor lo que echaría fuera el temor, entonces no era estructura lo que yo, ni mis estudiantes, estábamos necesitando.
Ya para la segunda y tercera semana del curso era claro que me encontraba ante un grupo de estudiantes excepcionales; estudiantes críticos, amplios en experiencias de vida, doctos en teorías sociales y con mucho para aportar, demasiado como para dejarlos amarrados a una estructura. También era evidente que su vida no era la vida perfectamente estable y acomodada que uno se imagina en la gente que tiene tiempo y recursos para estudiar. En diferentes formas, caminaban por el mundo con el corazoncito abierto de dolor, tan abierto como el mío, y con el deseo de que su esfuerzo les aportara un poquito de esperanza en su camino. Bonito reto para el curso: Los líderes de la educación caminando en busca de esperanza. ¡Líderes humanos al fin!
Uno de los primeros elementos que me hizo cuestionarme la forma en la que estaba estructurado el curso fue que una de las personas matriculadas dijo “no me gusta ir a los cursos a aprender lo que uno puede leer en Google”.  ¿Se dan cuenta de la dimensión de esa demanda?, ¡casi todo está disponible en Google!
Y lo que definitivamente me llegó al corazón fue  que su deseo de aprender más estaba basado en su disposición de trabajar por un mundo mejor.
Vi en cada uno de ellos su disposición de compartir sus vidas,  la pasión y el amor con el que se entregan para servir con el desarrollo de su profesión. No estaba tratando con profesionales que van a sus trabajos para ganarse el sueldo (a pesar de que  el salario es importante), no se trataba de personas con una mezquina necesidad de poder, más bien, se trataba de personas que trabajan para crearle mejores condiciones de vida a todos los que les rodean, de esas personas que además cargan sueños, anhelos, amores lejanos y cercanos, dolores de amor que los impulsan a querer ser excelentes en lo que hacen.
Sus historias en menos de un mes me obligaron a cambiar de rumbo, y a buscar en mi bagaje de recursos algo que tuviera para compartir y enseñar; algo que no estuviera en Google, aquello de lo que no hablan los libros de texto ni los artículos académicos.  No encontré mucho más para dar de lo que ya mis lectores han visto que tengo en este blog: mi historia, una historia de amor, de perdón, de gracia, de solidaridad, de redes y vínculos trascendentes. Eso hice, simplemente decidí compartirles un poco de mi historia y permitirles contarme la suya.
¿Liderazgo educativo?, ¿no es acaso eso? Abrir la puerta a las personas para que sean ellas mismas y se desarrollen. Abrir la puerta a la sociedad para construirse a sí misma genuina y sincera.
Pues este ha sido el mejor curso que he dado; el que más he disfrutado en mi vida; el mejor porque he derramado en estas personas mi energía y amor docente durante mi tiempo de espera. Decidí atenderlos, escucharlos y tratar de entenderlos, en vez de desesperarme en mis pensamientos sobre el futuro, pues de por sí, el futuro sólo lo conoce Dios
Además, en mis noches de desvelo, sin saber lo que ha de venir, y cuando espero que Dios me conceda mis deseos de salud y larga vida para todos los míos, en esas noches me pongo a leer lo que ellos escriben. Y me consuela el conocer las perspectivas de otras vidas y la esperanza y el dolor de quienes claman también por la gracia divina; me consuela el gran valor de su trabajo cotidiano, la buena voluntad de sus escritos,  la fortaleza de su fe, y la trascendencia de su mutua y evidente lealtad.
En sus palabras, en sus acciones y en sus vínculos he observado a Dios, al Amor, y a la Esperanza; y, sin notarlo, mi deseo y esfuerzo por impulsar sus barcos ha llevado el mío en un rumbo de paz.
Dando es como recibimos, y compartiendo mi vida de forma genuina encontré vida en aquellos que me escuchaban. ¡Qué cierto es!, el verdadero amor de Dios echa fuera el temor. El verdadero amor de Dios es aquel se manifiesta en el cuidado que tenemos unos para con los otros.
Eso y ninguna otra cosa merece el nombre del liderazgo, ese y no otro es el sentido de la influencia que unas personas pueden ejercer sobre otras. Amar. Porque sólo el amor puede transformar la vida y darle sentido, porque sólo el amor trasciende el tiempo, la distancia, el cuerpo y la vida.
Como siempre afirmo: Dios es bueno, y esta vez supo darme lo que necesitaba para lograr mi paz.

jueves, 18 de febrero de 2016

UNA VIDA SEXUAL SANA DESPUÉS DEL DOLOR

Psique&Salud: Reflexión Semanal
UNA VIDA SEXUAL SANA DESPUÉS DE SANAR EL DOLOR
Por María Antonieta Campos Badilla

Si la sexualidad sana es un acto de amor, entonces, hacer el amor es justamente eso, compartir con otra persona el cariño a través del acercamiento físico. ¿Cómo debe darse ese acercamiento? No existen reglas, no está escrito porque cada persona, cada momento y cada pareja son diferentes.

Pero podemos volver a los principios que guían nuestra vida para reconocer cuándo un acto de amor es sano: Sabemos que por principio el amor no se apega a nada, ¿cierto? No genera amarras ni ataduras, no puede ser una cárcel.  El principio social, el sentido común, dice que el amor es algo voluntario.

Si el amor es voluntario y se da entre dos, entonces debe ser delicado para garantizar que en ningún momento se fuerza al otro a dar lo que no quiere.  No quiere decir que no pueda tener manifestaciones intensas, solamente quiere decir que no impone nada, que respeta de manera absoluta el libre albedrío.

Para ejercer nuestro libre albedrío tenemos que aprender a saber qué queremos, qué sentimos, qué nos gusta y qué no nos gusta. El proceso de aprendizaje de estas cosas es sencillo, contéstese a usted misma(o) las siguientes preguntas en cada instante del acercamiento con otra persona (desde la invitación a una cita, una llamada telefónica, una cena, el tiempo juntos en público y el tiempo juntos en privado e íntimamente), ¿me gusta o no me gusta?, ¿me siento bien o no?

Aprenda a ser específica(o), ¿qué no le gusta?, ¿de qué tiene ganas?, ¿qué disfruta dar o hacer?, ¿qué disfruta recibir o sentir?, ¿qué no?

¿Puede decirlo con sus palabras? Si no puede hablar con su pareja de estas cosas o consigo misma(o), entonces es tiempo de considerar asistir a una terapia para aprender estrategias para hacerlo. Terapia de pareja o individual, lo que prefiera.

Para disfrutar de la sexualidad las personas suelen necesitar un esfuerzo para romper dos mitos. Deben aprender que:

  • La sexualidad no es mala, ¡es buena!
  •  Sexualidad sana no implica tener un coito con un orgasmo que los dos disfrutan al mismo tiempo y con gran intensidad. Eso, de hecho, ocurre en muy pocas ocasiones y el resto de las veces cada uno va a su ritmo disfrutando de amar al otro y sentir amor.

Si usted ha sanado su dolor pasado, y si ya ha aprendido que la sexualidad es buena, hermosa y carente de culpas, entonces es tiempo de practicar: Decir lo que no se nos permitía decir, y ser valiente para ser genuina. Haga lo que le gusta y lo que no le gusta no lo haga. Y ¡vaya a su ritmo!

No existen reglas: ni arriba, ni abajo, ni posiciones, ni técnicas, ni tamaños, ni tiempos de duración, ni frecuencias fijas, ni nada.

Si usted ama a su pareja y ambos se sienten libres para ser genuinos y expresar lo que les gusta, entonces cada uno va a acercarse a acariciar y a conocer a la persona amada con tranquilidad. Ahí, en la caricia, en la disposición de amar al otro con pasión, ternura y respeto a la vez y en la capacidad de conocerse, amarse y expresarse a uno mismo con libertad, en esa caricia libre se hace el amor.

Cuando usted da un abrazo o un beso está haciendo el amor, cuando usted logra un orgasmo tierno o intenso o una marcada satisfacción afectiva, sea que hubiera un coito o no, un acto que empezó y terminó o muchos días de amor y ternura, sea como haya sido su satisfacción y la del otro es la que marca si su sexualidad es sana.

Mi vida me ha llevado a entender una cosa: Las personas que más disfrutan del acercamiento sexual son las que se acercan sintiendo y amando, las que se esfuerzan por comunicar sus propios deseos y al mismo tiempo las que respetan y desean dar amor sin apegarse a un método.

La sexualidad es instintiva, dele lugar sin censuras, deje que el amor sea su único juez.  Hable, converse, pregunte, pida, respete su deseo interior y el deseo del otro y, sobre todo, ¡disfruten lo que hacen con amor!


jueves, 11 de febrero de 2016

MANTENER LA ESPERANZA: RECONOCIENDO A LAS BUENAS PERSONAS

Psique&Salud: Reflexión Semanal
MANTENER LA ESPERANZA: RECONOCIENDO A LAS BUENAS PERSONAS
Por María Antonieta Campos Badilla

Una de las dificultades que pueden enfrentarse después de un abuso sexual, tiene que ver con desarrollar la capacidad de volver a confiar.  Abrirse a la posibilidad de encontrar personas buenas en nuestro camino. Y es difícil saber discriminar quién quiere nuestro bienestar y quién no.

Muchísimas de las personas que conocemos no son las personas indicadas para compartir nuestra intimidad. Algunas son buenas personas, pero, simplemente, no llevan un camino compatible con el nuestro. Otras personas no tienen intenciones buenas hacia nosotros y eso es necesario reconocerlo. Pero otras personas, las menos, sí calzan y sí son buenas.

En el mundo hay personas buenas, hombres y mujeres que quieren establecer vínculos de pareja sanos, positivos y duraderos.

Creo que uno de los primeros pasos para lograr identificar a estas personas es crear los límites personales:
  1. Es necesario definir quiénes somos y cuáles son nuestras expectativas de la vida en pareja
  2. Es importante poner límites que digan claramente lo que permitimos y lo que no
  3. Es necesario fortalecernos con el cuidado de otros y con un estilo de vida digno y transparente
  4. Es necesario discriminar quién es bueno
  5. Las personas buenas que nos rodean siempre son suficientes. ¡No necesitas a nadie más! y las personas que quieran ingresar a tu círculo deberán esforzarse por hacerlo demostrando una conducta honorable hacia ti.

¿Qué significa todo esto?

En primer lugar que para recibir bondad tenemos que ser personas buenas. Es necesario definir, fortalecer y publicar nuestros valores y es necesario vivir una vida coherente con ellos. Los buenos valores son factores protectores del riesgo social.

En segundo lugar, que para una persona que ha sido abusada y a quien le han roto los límites naturales, es difícil volver a construirlos.   Esto, algunas veces, implica un proceso de ensayo y error, con algunas interrupciones de las que hay que aprender a levantarse. Ya lo dijimos en reflexiones pasadas: lo importante en este proceso es renunciar a la culpa y seguir adelante.  Si otros nos hieren no es nuestra culpa, ni siquiera cuando voluntariamente hayamos bajado la guardia y permitido acercamientos, porque los otros también tienen la responsabilidad de tratarnos con respeto.  Pero siempre puedo volver a levantarme y seguir adelante hasta aprender a discriminar quién sí merece estar a mi lado y quién no.

Una decisión importante a tomar es no aceptar el acercamiento de nadie que no te trate con alta estima, alta honra y alto honor.  No alguien que te adore como a una diosa o a un dios; pero sí alguien que sepa que eres imagen de Dios.

Tienes derecho a pedir requisitos, tienes derecho a ir despacio, tienes derecho a mantenerte rodeada de personas que sabes que te aman y te cuidan mientras una nueva persona se acerca y se da a conocer.  Las redes sociales (las personas que te aman, familia y amigos buenos) son tu principal protección, no tienes que romperlas nunca en la construcción de una relación.

En tercer lugar, es necesario recordar que las personas buenas usualmente se rodean de personas buenas, pero también las personas con malas intenciones se hacen “amigas” de las personas buenas porque tienden a ser las más vulnerables.  Así que podrías ser vulnerable en cualquier lugar, incluso en una iglesia, escuela o grupo de ayuda social.  Pero la vulnerabilidad no existe cuando la vida de una persona es transparente y está rodeada de quienes las ven y la cuidan, porque resulta que a los malos no les gusta que los vean. ¡Haz que tu vida sea conocida por aquellas personas que te aman! ¡Haz que quien quiere conocerte quiera hacerlo al lado de esas personas que están junto a ti todo el tiempo! ¡Haz que te dé un lugar de honor social y que haga público todo lo que hacen juntos! Verás cómo huye un alto porcentaje de las personas con malas intenciones o con intenciones que no han sido claramente definidas.

En cuarto lugar, debes ser capaz de contestar la pregunta: ¿Quién es bueno? Yo creo que es bueno quien es transparente en todo, quien te presenta con apertura a su familia y a su entorno social y te da un lugar de honor, quien no se pierde los fines de semana, quien tiene una rutina transparente, un teléfono fijo, una dirección,  quien está rodeado de gente buena y les rinde cuentas, quien no tiene vicios, quien tiene planes honorables en su vida, quien no se burla, quien no critica, quien no demanda, quien te valora y valora a las personas, quien demuestra respeto en todo momento. Si sabes quién es bueno, no caigas en la trampa de abrir tus puertas a quien no lo es sólo porque no puedes soportar la soledad.

Esto me lleva a la explicación del último principio: Encontrar a las buenas personas, más que un acto de suerte es un acto de alta exigencia de tu parte, de que seas perseverante y fuerte para pedir que los otros demuestren que son merecedores de tu amistad y tu cariño porque tú eres una persona igualmente respetuosa y con altos valores.

Superar el abuso también significa reconocer que tienes un valor alto, que te mereces estar bien, incluso si eso requiere pasar un tiempo sola(o), y que tu confianza hay que ganarla con muestras continuas de merecimiento.

¡Mantén la fe! Hay personas buenas, de ellas, las que calzan contigo serán pocas, pero puedes pasar por la vida disfrutando la bondad de las personas en mayor y menor medida si tienes definido lo que aceptas y lo que no de los demás y lo que exiges de ellos.

¡Ánimo!, en la medida en la que te dediques a construir y fortalecer tu propia bondad y a exigir la misma de los demás, en esa medida te verás rodeada de gente cada vez más hermosa. Con la transparencia se atrae la transparencia, con la bondad se atrae la bondad, con la virtud se atrae la virtud. 

jueves, 4 de febrero de 2016

SUPERAR EL ABUSO SEXUAL: RECONSTRUIRSE EN AMOR CON EL AMOR DE OTROS QUE SABEN

SUPERAR EL ABUSO SEXUAL: RECONSTRUIRSE EN AMOR CON EL AMOR DE OTROS QUE SABEN
Por María Antonieta Campos Badilla


Lejos de quien te hería, segura(o) en todo sentido, ha llegado tu tiempo de reconstruirte en amor. Francamente, hay algunos pasos que dar; las heridas sanan solas algunas veces, pero es más difícil que lo hagan si no reciben un tratamiento apropiado.

De acuerdo con lo que hemos venido hablando en las reflexiones de este mes, hay algunos pasos que hay que seguir:
1.       Reconocer el daño
2.       Protegerte
3.       Recibir ayuda terapéutica
4.       Mantener la fe: Hay personas buenas en el mundo y hay formas de reconocerlas

De los dos primeros ya hablamos en reflexiones pasadas (“SUPERAR UN ABUSO SEXUAL: RECONOCIENDO EL DAÑO” y “EL DERECHO A NO CONFIAR Y SER FELIZ”).  El cuarto paso lo discutiremos en el futuro.

El tercer paso incluye el esfuerzo por recibir ayuda terapéutica. Los procesos de terapia ayudan a las personas a entender cómo interpretaron los actos de agresión, cuánto y cómo las dañaron estos actos, en qué áreas se han entregado y revictimizado, en qué áreas más bien se han sobreprotegido y aislado, cómo son, cómo quieren que las amen, cómo no quieren que las amen, cómo pueden ser felices.

Estos procesos son largos y son diferentes para cada persona. Algunos van a consulta por años, otros combinan terapias de mediano plazo con grupos de apoyo, libros y actividades de crecimiento personal y autoafirmación, otros sólo asisten a una terapia breve y otros deciden superarlo solos. 

Si me preguntan, he visto mejores resultados en las personas que se comprometen de lleno con la segunda opción: Una buena terapia de un año y medio o dos años (más o menos dependiendo del caso) en donde esa persona saque y procese el dolor como si fuera un duelo de algo que después se dejará atrás, y con un compromiso intenso de superación personal, acompañado de la construcción de redes de apoyo social y rutinas de autocuidado y desarrollo.

Muchísimas personas en el mundo se esfuerzan por demostrar que están bien, que son “normales”, que pueden superar las cosas porque están “sanas” y “no necesitan ayuda”. Nunca he entendido ese concepto, esa necesidad de que los demás me aprueben como una persona autosuficiente como si eso realmente existiera en un 100%. ¿Acaso no somos seres sociales?

Estamos en este mundo organizados en familias, grupos, comunidades y sociedades porque todos nos necesitamos unos a otros. Y hay quienes se especializan en contabilidad y finanzas para ayudarnos a todos a administrar los negocios y los recursos, hay quienes se especializan en la salud para ayudarnos a todos a sanar enfermedades, hay quienes se especializan en la enseñanza de conocimientos complejos para ayudarnos a todos a aprender y progresar como sociedad; pues, también hay quienes se especializan en las formas de pensar, sentir y actuar según lo que la historia va marcando en nosotros, y nos enseñan cómo superar esa historia para ser más felices.

Los psicólogos son personas con una historia como la suya, que conocen métodos para comprender, interpretar y cambiar esa historia de acuerdo con las expectativas, valores y planes que usted ya posee. Un psicólogo no va a cambiar sus deseos, ni sus valores ni sus planes, sólo le va a enseñar los métodos para alcanzar lo que el dolor de su pasado no le ha permitido.


El rey Salomón decía: “Donde no hay consejo, el pueblo cae, mas en la multitud de consejeros hay seguridad” (Proverbios 11:14). ¡No sufra sola(o)! Si no lo desea, no le diga a las personas que está recibiendo ayuda, pero sea sagaz y aprenda de lo que otros ya saben, ¡busque ayuda, usted lo vale!

jueves, 28 de enero de 2016

EL DERECHO A NO CONFIAR Y SER FELIZ

Psique&Salud: Reflexión semanal
EL DERECHO A NO CONFIAR Y SER FELIZ
Por María Antonieta Campos Badilla

Cuando una persona es abusada sexualmente (léase la reflexión anterior “SUPERAR UN ABUSO SEXUAL: RECONOCIENDO EL DAÑO”), su forma de ver el mundo cambia de manera dolorosa.
En primer lugar surge la culpa, una fuerza extraña que te hace cuestionarte en qué fallaste, si no te cuidaste bien, si hiciste algo que provocara, si debiste estar allí, si debiste ser más firme y alejarte, si debiste vestirte diferente… tantas ideas falsas sobre la responsabilidad de un acto que fue un abuso hacia ti. ¡Falsas, sí!, te lo aseguro. Por alguna razón nuestra necesidad inconsciente de volver a tomar el control nos hace buscar qué fue lo que hicimos mal para no volverlo a hacer y volver a estar seguras. ¡Cuidado! Si no hay que llamar bueno a lo malo ni malo a lo bueno, entonces hay que dejar que la responsabilidad recaiga sobre quien la tiene: quien tenía el poder, la fuerza, la autoridad, el conocimiento, la ventaja (cualquiera que fuera) en ese momento.

Lo segundo que surge es una necesidad de demostrarte que todo está bien, que nada pasó, que puedes continuar viviendo una vida normal. Lo mejor—creemos erróneamente—será mantenerlo todo en silencio para que el juicio de los demás sobre lo ocurrido no repercuta en nuestras vidas. Y entonces, ocurren varias cosas: que la persona abusadora usualmente sale impune, nadie sabe lo que hizo y todos los demás continúan confiando en “sus buenas intenciones y conducta” (este es un tema sobre el que podríamos hablar en otra ocasión: la importancia de denunciar; sin embargo, en la reflexión de hoy quiero centrarme en tu propio proceso de sanidad). Más grave que eso, tu propia vida sigue en peligro porque sigues sin reconocer que hubo un daño y porque en adelante vas a tratar de demostrarte a ti misma que todo está bien cuando no lo está.

Los intentos por demostrar que todo está bien pueden incluir involucrarte en relaciones afectivas y hacer un esfuerzo por confiar y actuar “normal”, aun cuando la confianza no sea la mejor opción. Eso que creemos es actuar “normal” podría incluir “ser complaciente”, “ser alegre y divertida(o)”, “ser sexualmente ardiente o excesivamente recatada(o) y controlada(o)”. Las personas que han sido abusadas una vez con mucha frecuencia se revictimizan por múltiples procesos inconscientes y, sin darse cuenta, en muchas ocasiones están de nuevo en una situación en la que el contacto o acercamiento sexual que obtienen no es el que querían, no les provoca bienestar ni satisfacción, ni las hace sentirse amadas.

Al respecto, uno de los aprendizajes más importantes que hay que hacer en este proceso de sanidad es: ¡No te entregues!, ¡no confíes! No necesitas demostrarle nada a nadie, y lejos de ello, estás en todo el derecho de demandar que las personas se ganen tu confianza antes de permitirles acercarse. No te manda nadie a confiar, ni siquiera Dios mismo (Jeremías 17:5), no te piden que seas “normal”, te piden que seas “genuina(o)”, que te conozcas y te afirmes como la persona que eres, que te ames (Mateo 22:39) y seas feliz.

¿Sabes? Lo “normal” no existe, nadie dice cómo tiene que ser una persona sexual sana excepto el amor propio. No es en la complacencia al otro en donde vas a encontrar tu plenitud, es en el conocimiento y reconocimiento de ti misma(o); es en el respeto a lo que vas sintiendo y necesitando cada día para sentirte amado(a), y en la medida en la que te ames, vas a poder amar a los demás con seguridad, pero nunca en un acto que te denigre, que te quite valor o que te haga sentir mal.

La sexualidad es eso: un acto de amor. Para amar bien, debes primero amarte bien, cuidarte bien. Hay un pasaje en la Biblia que lo explica de forma poética; en Cantares 8:8-9 dice: “Tenemos una pequeña hermana, Que no tiene pechos: ¿Qué haremos a nuestra hermana cuando de ella se hablare? Si ella es muro, edificaremos sobre él un palacio de plata: Y si fuere puerta, La guarneceremos con tablas de cedro”. La expresión “no tiene pechos” es un símbolo de vulnerabilidad e inocencia, es una forma de representar a una persona que en su situación actual en la relación con otra persona podría ser sometida fácilmente; ¿qué hacer con esta persona?, pues cubrirla, protegerla. La plata y el cedro en la Biblia representan a Jesús, su pureza, su majestad, su poder, su fuerza, su honra, su fineza y alto valor; ese es el valor con el que las enseñanzas de Dios mandan a recubrir a una persona vulnerable: con fuerza, con alto valor, con honra, con poder, con majestad, con pureza.



¡Cúbrete, ámate! No te rodees de nada que no sea puro y majestuoso. El trato de amor, reconocimiento, respeto y valor que le dio Jesús en su vida a la mujer y al ser humano en general, ese es el trato que mereces de todas las personas que están a tu alrededor y sobre todo, ese es el trato que mereces darte. 

jueves, 21 de enero de 2016

SUPERAR UN ABUSO SEXUAL: RECONOCIENDO EL DAÑO

Psique&Salud: Reflexión Semanal
SUPERAR UN ABUSO SEXUAL: RECONOCIENDO EL DAÑO
Por María Antonieta Campos Badilla

Cuando nos hablan de abuso sexual, pensamos inicialmente en historias de horror, en el abuso crónico de una persona malvada que vive y te encierra en casa, o en violaciones violentas y dolorosas.

Pero abuso sexual, como todo, viene en muchos paquetes, no siempre ocurre en casa, puede ocurrir una vez, puede tratarse de un simple beso forzado, de una caricia íntima de una figura de autoridad con la amenaza de no contar, de un matrimonio obligado en el que hay que “cumplir con la labor” sexual, de los mensajes denigrantes continuos de alguien que te quiera hacer pensar que eres un objeto sexual, una prostituta o un depósito de su deseo. Es abuso que alguien te toque en la calle, que te asusten con sus palabras, gestos, miradas, sonidos. Es abuso sexual cuando alguien con autoridad, con poder o con mayor conocimiento que tú te lleva a una situación en la que cedes al contacto sexual sin que eso te provoque bienestar.

Y vivimos las mujeres cargando historias dolorosas sin saber, muchas veces, que esas historias se constituyen en una forma de agresión. Ignoramos que las espinas que se clavaron tan sutilmente en nuestra piel (con aquellos actos que la sociedad nos enseña a minimizar) se quedan por dentro provocando una infección emocional, social y sexual.

Violento o crónico, sutil o pasajero, cuando esa voz o esa mirada que nos degrada toca nuestro corazón, lo hiere como si una pluma tocara la niña de nuestro ojo. El corazón es delicado, sólo resiste el roce de otro corazón lleno de amor, de lo contrario se duele, sangra, se infecta, se cubre con una costra para que no lo vean de afuera, pero se enferma y sufre por dentro.

Así, lo primero que necesita hacer una persona que ha sufrido un abuso es reconocer que lo ha sufrido, que lo ocurrido dolió mucho y aún duele, sea que otros lo consideren importante o no. Hay que ponerle nombre al acto ocurrido: “Esa persona abusó”, “agredió”, “abusó de la confianza”, “abusó con su fuerza”, “abusó de su poder”, “se aprovechó de lo que sabía y yo no sabía aún”, “se aprovechó de que yo estaba sola”, “me denigró”, “me engañó”, “me hizo sentir sucia, mala o culpable en la sexualidad, cuando en realidad la sexualidad es el acto más puro de amor, y me quitó por un tiempo la posibilidad de disfrutarlo de esta manera”.

Cuando los actos de maldad se nombran obtienes la capacidad de dominarlos. Cuando los logras reconocer y descubres la intención, la maldad contenida o el mal que dejaron clavado adentro, entonces activas en tu interior un sistema de autoprotección y sanación que terminará por sacar de ti las espinas y te permitirá construir un mundo nuevo para ti.

El corazón de una mujer es resiliente; tiene la capacidad de reconstruirse con nuevos tejidos de amor aún después de maltratos atroces. Con el amor que dediques a tu propio corazón este sanará sin duda.



Isaías 35:1-2 tiene una hermosa promesa que he visto cumplirse en cientos de mujeres que creen y esperan, dedicándose a cuidar sus propias vidas con tanto amor como el que anhelaron de parte de otros por mucho tiempo: “Se alegrarán el desierto y la soledad: el yermo se gozará, y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo: la gloria del Líbano le será dada, la hermosura de Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria de Jehová, la hermosura del Dios nuestro”.