lunes, 14 de marzo de 2016

DE VUELTA A MI PAZ

Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
14 de marzo de 2016

De Vuelta a mi Paz

A mis estudiantes de doctorado con cariño.

Cuando una persona es pequeña y delicada, fácilmente es reconocida por el entorno como un blanco vulnerable. Pero cuando una persona está acompañada, cuando sus redes sociales son amplias y sus vínculos son fuertes, entonces esa persona deja de ser pequeña, se hace fuerte y se vuelve líder.
Este ha sido un año muy diferente a todos los que he vivido. En mi vida siempre ha habido una persona en particular que me ha dado su apoyo incondicional y seguridad suficiente para levantarme y salir triunfante aún del más profundo dolor.  Su fortaleza y dedicación absoluta a mí y a mi familia, hizo que yo viera siempre abierto mi camino de regreso a la esperanza y a la felicidad y que otros quisieran caminar conmigo por éste.
Sin embargo, somos espíritus  guardados en estuches de material perecedero, un material que en ocasiones se debilita y requiere de seguimiento para fortalecerse y lograr su estabilidad, y un material que algún día volverá a la tierra sin preguntarnos. Y en los momentos de debilidad y enfermedad de aquellas personas que amamos, es cuando la vida nos recuerda el carácter temporal de lo material, y es cuando se pone a prueba la permanencia de los vínculos afectivos y la trascendencia de lo espiritual.
Si amenazan con quitarte a quien te da seguridad, lo que sientes es temor, o ¡terror!  Pero ante el temor prevalece el amor, o como dice literalmente el texto bíblico “el perfecto amor echa fuera el temor” (I Juan 4:18).
Un par de meses después de iniciados los tratamientos contra la enfermedad de mi amado protector (después de evaluaciones varias y cirugías, antes de la quimioterapia), sin saber muy claramente la razón, acepté dar un curso sobre liderazgo en el Doctorado en Educación que yo misma había cursado un año atrás.
Yo soy andragoga y psicóloga, trabajo educando gente, no liderando masas, y aunque la psicología me da para entender los procesos de liderazgo social, la verdad es que no se trataba de un curso sobre mi campo de trabajo cotidiano. Además, lo acepté en un momento en el que más bien había cerrado la puerta a muchas otras actividades.
En esas fechas yo había quitado de mi agenda todo aquello que me demandara tiempo y esfuerzos extra. Yo quería que todo el tiempo y energía que tenía disponibles fueran sólo para cuidar a mi familia; además, como es natural, no tenía mucho ánimo para cuidar a otras personas con el cuidado y esmero con que siempre lo hago en la terapia. Hasta había cerrado por un tiempo las Tardes de Manualidades y Café que tanto disfruto y sólo les escribo de vez en cuando por este blog. No sentía valor para atender las necesidades de otros cuando las de mi propia familia se veían en riesgo.
Pero esta nueva oferta parecía zona segura: Enseñar a “gente adulta, estudiada, independiente, en control completo de sus vidas, personas que estaban obviamente en la cima de todo, llevando un doctorado, y que no necesitaba que yo tuviera energía extra para ayudarles a levantarse”. Así fue como acepté el reto.
Inicié el curso con la consigna de atenderlos con mucha estructura: Instrucciones y fechas claras para la entrega para cada tarea. De esta manera, hice un programa en el que sólo debía dejar las tareas con una rúbrica rígida de pasos a seguir en cada actividad, yo sólo debía  leerlas y calificarlas dentro de un margen de tiempo claramente establecido: no había riesgo.
Pero Dios siempre nos da lo que necesitamos, y si era el amor lo que echaría fuera el temor, entonces no era estructura lo que yo, ni mis estudiantes, estábamos necesitando.
Ya para la segunda y tercera semana del curso era claro que me encontraba ante un grupo de estudiantes excepcionales; estudiantes críticos, amplios en experiencias de vida, doctos en teorías sociales y con mucho para aportar, demasiado como para dejarlos amarrados a una estructura. También era evidente que su vida no era la vida perfectamente estable y acomodada que uno se imagina en la gente que tiene tiempo y recursos para estudiar. En diferentes formas, caminaban por el mundo con el corazoncito abierto de dolor, tan abierto como el mío, y con el deseo de que su esfuerzo les aportara un poquito de esperanza en su camino. Bonito reto para el curso: Los líderes de la educación caminando en busca de esperanza. ¡Líderes humanos al fin!
Uno de los primeros elementos que me hizo cuestionarme la forma en la que estaba estructurado el curso fue que una de las personas matriculadas dijo “no me gusta ir a los cursos a aprender lo que uno puede leer en Google”.  ¿Se dan cuenta de la dimensión de esa demanda?, ¡casi todo está disponible en Google!
Y lo que definitivamente me llegó al corazón fue  que su deseo de aprender más estaba basado en su disposición de trabajar por un mundo mejor.
Vi en cada uno de ellos su disposición de compartir sus vidas,  la pasión y el amor con el que se entregan para servir con el desarrollo de su profesión. No estaba tratando con profesionales que van a sus trabajos para ganarse el sueldo (a pesar de que  el salario es importante), no se trataba de personas con una mezquina necesidad de poder, más bien, se trataba de personas que trabajan para crearle mejores condiciones de vida a todos los que les rodean, de esas personas que además cargan sueños, anhelos, amores lejanos y cercanos, dolores de amor que los impulsan a querer ser excelentes en lo que hacen.
Sus historias en menos de un mes me obligaron a cambiar de rumbo, y a buscar en mi bagaje de recursos algo que tuviera para compartir y enseñar; algo que no estuviera en Google, aquello de lo que no hablan los libros de texto ni los artículos académicos.  No encontré mucho más para dar de lo que ya mis lectores han visto que tengo en este blog: mi historia, una historia de amor, de perdón, de gracia, de solidaridad, de redes y vínculos trascendentes. Eso hice, simplemente decidí compartirles un poco de mi historia y permitirles contarme la suya.
¿Liderazgo educativo?, ¿no es acaso eso? Abrir la puerta a las personas para que sean ellas mismas y se desarrollen. Abrir la puerta a la sociedad para construirse a sí misma genuina y sincera.
Pues este ha sido el mejor curso que he dado; el que más he disfrutado en mi vida; el mejor porque he derramado en estas personas mi energía y amor docente durante mi tiempo de espera. Decidí atenderlos, escucharlos y tratar de entenderlos, en vez de desesperarme en mis pensamientos sobre el futuro, pues de por sí, el futuro sólo lo conoce Dios
Además, en mis noches de desvelo, sin saber lo que ha de venir, y cuando espero que Dios me conceda mis deseos de salud y larga vida para todos los míos, en esas noches me pongo a leer lo que ellos escriben. Y me consuela el conocer las perspectivas de otras vidas y la esperanza y el dolor de quienes claman también por la gracia divina; me consuela el gran valor de su trabajo cotidiano, la buena voluntad de sus escritos,  la fortaleza de su fe, y la trascendencia de su mutua y evidente lealtad.
En sus palabras, en sus acciones y en sus vínculos he observado a Dios, al Amor, y a la Esperanza; y, sin notarlo, mi deseo y esfuerzo por impulsar sus barcos ha llevado el mío en un rumbo de paz.
Dando es como recibimos, y compartiendo mi vida de forma genuina encontré vida en aquellos que me escuchaban. ¡Qué cierto es!, el verdadero amor de Dios echa fuera el temor. El verdadero amor de Dios es aquel se manifiesta en el cuidado que tenemos unos para con los otros.
Eso y ninguna otra cosa merece el nombre del liderazgo, ese y no otro es el sentido de la influencia que unas personas pueden ejercer sobre otras. Amar. Porque sólo el amor puede transformar la vida y darle sentido, porque sólo el amor trasciende el tiempo, la distancia, el cuerpo y la vida.
Como siempre afirmo: Dios es bueno, y esta vez supo darme lo que necesitaba para lograr mi paz.

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