Psique&Salud:
Reflexión Semanal
UNA VIDA SEXUAL SANA DESPUÉS DE SANAR EL DOLOR
Por María Antonieta
Campos Badilla
Si la sexualidad sana es un acto
de amor, entonces, hacer el amor es justamente eso, compartir con otra persona
el cariño a través del acercamiento físico. ¿Cómo debe darse ese acercamiento?
No existen reglas, no está escrito porque cada persona, cada momento y cada
pareja son diferentes.
Pero podemos volver a los
principios que guían nuestra vida para reconocer cuándo un acto de amor es
sano: Sabemos que por principio el amor
no se apega a nada, ¿cierto? No genera amarras ni ataduras, no puede ser una
cárcel. El principio social, el sentido
común, dice que el amor es algo voluntario.
Si el amor es voluntario y se da
entre dos, entonces debe ser delicado para garantizar que en ningún momento se
fuerza al otro a dar lo que no quiere. No
quiere decir que no pueda tener manifestaciones intensas, solamente quiere
decir que no impone nada, que respeta de manera absoluta el libre albedrío.
Para ejercer nuestro libre
albedrío tenemos que aprender a saber qué queremos, qué sentimos, qué nos gusta
y qué no nos gusta. El proceso de aprendizaje de estas cosas es sencillo,
contéstese a usted misma(o) las siguientes preguntas en cada instante del
acercamiento con otra persona (desde la invitación a una cita, una llamada
telefónica, una cena, el tiempo juntos en público y el tiempo juntos en privado
e íntimamente), ¿me gusta o no me gusta?, ¿me siento bien o no?
Aprenda a ser específica(o), ¿qué
no le gusta?, ¿de qué tiene ganas?, ¿qué disfruta dar o hacer?, ¿qué disfruta
recibir o sentir?, ¿qué no?
¿Puede decirlo con sus palabras? Si
no puede hablar con su pareja de estas cosas o consigo misma(o), entonces es
tiempo de considerar asistir a una terapia para aprender estrategias para
hacerlo. Terapia de pareja o individual, lo que prefiera.
Para disfrutar de la sexualidad
las personas suelen necesitar un esfuerzo para romper dos mitos. Deben aprender
que:
- La sexualidad no es mala, ¡es buena!
- Sexualidad sana no implica tener un coito con un orgasmo que los dos disfrutan al mismo tiempo y con gran intensidad. Eso, de hecho, ocurre en muy pocas ocasiones y el resto de las veces cada uno va a su ritmo disfrutando de amar al otro y sentir amor.
Si usted ha sanado su dolor
pasado, y si ya ha aprendido que la sexualidad es buena, hermosa y carente de
culpas, entonces es tiempo de practicar: Decir lo que no se nos permitía decir,
y ser valiente para ser genuina. Haga lo que le gusta y lo que no le gusta no
lo haga. Y ¡vaya a su ritmo!
No existen reglas: ni arriba, ni
abajo, ni posiciones, ni técnicas, ni tamaños, ni tiempos de duración, ni
frecuencias fijas, ni nada.
Si usted ama a su pareja y ambos
se sienten libres para ser genuinos y expresar lo que les gusta, entonces cada
uno va a acercarse a acariciar y a conocer a la persona amada con tranquilidad.
Ahí, en la caricia, en la disposición de amar al otro con pasión, ternura y
respeto a la vez y en la capacidad de conocerse, amarse y expresarse a uno
mismo con libertad, en esa caricia libre se hace el amor.
Cuando usted da un abrazo o un
beso está haciendo el amor, cuando usted logra un orgasmo tierno o intenso o
una marcada satisfacción afectiva, sea que hubiera un coito o no, un acto que
empezó y terminó o muchos días de amor y ternura, sea como haya sido su
satisfacción y la del otro es la que marca si su sexualidad es sana.
Mi vida me ha llevado a entender
una cosa: Las personas que más disfrutan del acercamiento sexual son las que se
acercan sintiendo y amando, las que se esfuerzan por comunicar sus propios
deseos y al mismo tiempo las que respetan y desean dar amor sin apegarse a un
método.
La sexualidad es instintiva, dele
lugar sin censuras, deje que el amor sea su único juez. Hable, converse, pregunte, pida, respete su
deseo interior y el deseo del otro y, sobre todo, ¡disfruten lo que hacen con
amor!
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