viernes, 23 de abril de 2021

En Busca de Un Lugar Seguro

El 2020 cuestionó un poco la garantía de seguridad en el entorno. Veamos un poquito de teoría sobre el estrés, antes de crearnos un nuevo lugar seguro para seguir caminando:

Cuando las personas están ante una situación adversa (ya sea una situación adversa en el momento presente, o recordando una situación adversa del pasado); la amígdala cerebral se activa con todos sus mecanismos de defensa y protección.

Nuestro organismo no cuenta con mecanismos de protección diferentes para cada tipo de emergencia. Nuestro cuerpo y nuestra mente no saben diferenciar entre emergencias presentes y emergencias pasadas que se recuerdan,  ni entre los riesgos materiales o las percepciones cognitivas de riesgo, ni tampoco entre peligros físicos o emocionales; así que; cuando se activa la alarma corporal, todas las defensas se activan por igual. Veamos:

En la adversidad, el corazón late más rápido y se respira a más velocidad y de manera entrecortada para proveer oxígeno al cuerpo, se dilatan las pupilas de los ojos para aumentar el rango de visión, se produce lactato en los músculos para reaccionar con rapidez, se libera adrenalina para reaccionar con valentía y fuerza, se contraen los vasos capilares de la piel para que la sangre se dirija hacia los músculos y les provea de oxígeno, se paraliza la digestión para que la energía y recursos del cuerpo sean usados en resolver la emergencia y, así como estos, hay otros muchos mecanismos que ayudaran a provocar una reacción veloz que se enfoque de manera prioritaria y exclusiva en estar a salvo.

Todas estas reacciones son automáticas e instintivas, y no pasan por el lenguaje, es decir, no se piensan, ni se planifican; ¡no hay tiempo de analizar!, ¡hay que sobrevivir! Veamos cuatro casos diferentes de supervivencia:

1.       Hay situaciones adversas que se viven una sola vez, el organismo activa sus defensas para resolverlas, y tan pronto se está fuera de peligro, el organismo logra relajarse y volver a su nivel de activación normal.  Este es el caso de una persona que cruza la calle, ve venir un automóvil, y acelera su paso o corre para llegar a la acera y ponerse a salvo. Llega a la acera jadeando un poco, pero unos metros después de su caminata ya se encuentra tranquila otra vez.

 

2.       Hay situaciones adversas que se viven una sola vez pero son muy intensas y dolorosas. Ante estas el cuerpo vive la experiencia y reacciona automáticamente para sobrevivir, y como no se pensó nada, ni hubo tiempo para explicar lo que pasó, el registro de memoria que queda no es algo que se pueda relatar fácilmente, sino que se graban sensaciones, emociones y reacciones que no son procesadas cognitivamente y que vuelven a aparecer en otras ocasiones con estímulos similares, por falta de una significación adecuada. Es decir, si ocurre algo que se parece a la experiencia dolorosa, aunque no haya riesgo real, se vuelven a sentir las mismas reacciones corporales y emocionales, sin que la persona sea consciente de por qué le sucede esto. Tal sería el caso de una persona que fue atacada al ir caminando por la calle, y que en ese momento reaccionó para sobrevivir y lo logró, a pesar de los daños, pérdidas y heridas sufridas; más adelante, cuando pasa cerca de aquel lugar o de uno similar, aunque vaya en automóvil, o acompañada y segura, esa persa empieza a sudar, se asusta, se pone ansiosa, tiembla, se le entrecorta la respiración o le da taquicardia, y ella no sabe explicar por qué. Racional y cognitivamente, ella sabe que está protegida, pero su organismo activa los mecanismos de defensa de forma automática. El organismo se está asegurando de sobrevivir.

 

3.       Hay momentos de emergencia que no son tan agudos, que pasan pronto y que permiten que el organismo vuelva a su nivel de energía regular, pero luego se repiten; a algunas personas les sucede que hay peligros que permanecen  en su entorno y les demandan niveles de sobreactivación de manera repetitiva que con el tiempo se tornan desgastantes. Tal es el caso de las personas que viven en un hogar disfuncional en donde se experimentan agresiones frecuentes y ciclos de violencia recurrentes, o aquellos que sufren bullying (acoso y agresiones en la escuela) o mobbing (acoso y agresiones en su trabajo), sin tener la posibilidad de cambiar de ambiente o recibir protección, y deben pasar meses o años sobreviviendo a esta situación. Para estas personas que durante largos períodos de tiempo se encuentran en situación de alarma, el desagaste del organismo es tal que pueden desarrollar en depresiones, síndrome de burnout (o agotamiento) y trastornos de ansiedad o afectivos diversos, adicciones, entre otros. En estos casos, no hay que olvidar que todos estos diagnósticos van a la par de una historia de trauma que debe tratada, incluso, una historia de trauma complejo.

 

4.       En otros casos, aunque ya no se viva la situación adversa, los recuerdos permanecen muy presentes, y hacen que las personas experimenten una sobreactivación crónica. Me refiero a quien conscientemente recuerda las situaciones dolorosas vividas, y las revive una y otra vez: Las piensa, las relata y se enfoca más en ellas que en su presente “seguro”. Tal es el caso de quienes piensan una y otra vez en los abusos que sufrieron en la infancia a pesar de vivir en condiciones presentes “seguras” y afectivamente sanas; igual les pasa a quienes llegan a casa a recordar todos los obstáculos y problemas del trabajo sin poder soltarlos de su pensamiento para disfrutar de las bendiciones de su tiempo libre. Incluso hay quienes anticipan el dolor y lo viven como si fuera real; por ejemplo, quienes piensan en el dolor que sentirán en el futuro cuando alguno de sus ancestros fallezca, y los lloran de manera anticipada, sin que haya ninguna enfermedad o situación de riesgo presente. El pensamiento sobre situaciones adversas pasadas o presentes, activa las respuestas de supervivencia, de la misma manera que en los casos anteriores. Debo aclarar, que este caso también es común en personas con una historia de experiencias adversas; la diferencia con el caso del punto 2, es que la activación de defensa no se da de manera automática o inconsciente a partir de estímulos externos, sino que ocurre por el pensamiento de la persona: el recuerdo consciente que sí pasa por el lenguaje. Es decir, la persona elije pensar en ello. ¿Y por qué una persona elige pensar en algo doloroso? Puede ser que su organismo se ha hecho dependiente de ciertas sustancias químicas que se producen en la tristeza y que se requiera aprender a disfrutar la intensidad de emociones positivas (es decir, que se necesita entrenar al cuerpo y a la mente para enfocarse en lo que le hace sentir bien); o puede ser que la intensidad de ese dolor disimule otro dolor en el que no se quiere pensar y entonces se requiera un proceso de terapia para resolver eso que está oculto; o puede ser que una crisis emocional autoprovocada sea un mecanismo inconsciente o una oportunidad para resolver memorias implícitas que necesitan ser resignificadas.  Las explicaciones pueden variar tanto como teorías de la psicología se refieran a este tema, porque cada teoría tiende a abordar una arista diferente del tema.

 

Lo cierto es que en el momento en que se enfrenta la experiencia adversa (en el entorno físico, en el pensamiento o en recuerdo), las reacciones físicas que se explican arriba aparecen para responder con velocidad; y si esta activación es frecuente, crónica o muy aguda, puede desgastar o dañar las funciones del organismo.

Por otro lado, las reacciones conductuales que devienen de esta activación pueden ser tres:

1.       Lucha: La persona usa sus mecanismos de defensa para pelear por su bienestar: ataca o se defiende.

2.       Huída: La persona corre para ponerse a salvo, busca un refugio, pide ayuda.

3.       Parálisis: La persona se inmoviliza, no sabe ni qué decir, ni qué hacer, no se defiende ni huye; como el animal que se queda quieto, casi muerto, hasta que el “enemigo” sienta que no vale la pena atacarle y se aleje.

Una persona emocionalmente sana, con una historia de vida favorecedora, con un organismo saludable, y que se encuentre ante una situación adversa “manejable”, sabrá discriminar cuándo luchar, cuánto y cómo, o cuándo huir y cómo encontrar un lugar seguro, si es que existen los recursos disponibles en el entorno; es decir, esta persona podrá regular su propio nivel de activación y encontrar recursos internos y externos para protegerse.

Pero cuando la experiencia adversa es demasiado intensa y dolorosa, o cuando es crónica, cuando no hay recursos de protección en el entorno, o cuando la persona tiene una historia de trauma o experiencia adversas que no han sido adecuadamente resignificadas y no cuenta con recursos internos de autorregulación; entonces, será más probable ver reacciones de hiperactivación (por ejemplo, violencia) o hipoactivación (parálisis).

Y ¿hasta cuándo prevalecerán las emociones de enojo, miedo o desesperanza y las conductas violentas o la indefensión? Pues hasta que el organismo perciba que se encuentra en un lugar seguro (en una situación agradable y feliz).

(Este tema continuará en las siguientes publicaciones).

domingo, 9 de agosto de 2020

Mirarse el Ombligo y Hablar de Ello

Mis profesores de psicología decían que era sano sacar tiempo para mirarse el ombligo; entiéndase por ello que es bueno dedicarse a reconocer lo que ocurre dentro del propio ser para aceptarse y amarse.

Este tiempo de cuarentena ayuda en ese sentido, y yo he descubierto algunas cosas de mí que antes no había podido analizar.

Yo sí me había dedicado a pensar en cómo soy por dentro, pero no había considerado algunas cosas sobre cómo me ven desde afuera.

Hoy alguien tomó unas fotos en mi jardín de las plantas silvestres que yo he dejado crecer, a pesar de que mi jardinero fiel preferiría quitarlas. En mi jardín hay tréboles, tigridias pavonias, una mora y otras plantas que brotaron solas y yo ni sé qué son, pero se veían bonitas. También hay plantas de vivero: cintillas, triquitraques, tortuguitas, sábila, lirios, un geranio pequeñito, romera, menta y más. 

Cuando vi a esta persona tomar fotos de mi extraño jardín, finalmente me pregunté, ¿qué será lo que esta persona puede ver de mí, aquí? ¡Y lo vi!, ¡me vi desde afuera y me alegré mucho!, me di cuenta que de que las personas ven alguna cosas de mí, y también vi que hay muchas que no se ven.

Entonces, por supuesto, tuve que pensar en cómo soy y cómo podría explicarlo mejor a una persona que verdaderamente quisiera conocerme. Luego, decidí compartirlo aquí, por si ustedes quieren saber cómo una persona como yo se las arregla para hacerse entender.

Supongo que la mayoría de mis lectores concuerdan en que hacerse entender no es sencillo. Así que verse desde afuera (como me vería el otro), y compararse con como uno se ve por dentro, puede ayudar a construir una imagen más clara de uno mismo y comunicarla mejor.

Después de ese ejercicio, esto fue lo que yo concluí:

  1. Yo soy extraña, en mi país dicen "rara", y mi abuelita me dice “excéntrica”.
  2. Yo soy cristiana pero no voy a ninguna iglesia. Para mí el cristianismo en practicar el amor, la gracia, el perdón, la compasión, el respeto y la inclusión.
  3. Yo soy psicóloga (científica basada en evidencias), artista sin formación formal y estudiante de metafísica. Es decir que creo en el método científico, la creatividad para vivir y expresarse de forma diversa y la fe.
  4. Yo no consumo ningún tipo de drogas. Ni naturales ni químicas. Hace muchísimos años, siendo joven e ingenua, probé una vez el tabaco y dos veces la marihuana; no me gustaron los resultados sociales ni los físicos, así que no los consumo. Ni consumo ninguna planta de poder de esas que otras personas usan para “elevar su consciencia”, yo no creo que se necesiten. No consumo café, y muy muy eventualmente una copita de vino, pero casi nunca, porque ambas sustancias (la cafeína y el alcohol) me producen migraña.       Lo que sí consumo son las medicinas que me prescribe mi doctora (yo sí creo en la medicina científica occidental), o tés de hierbas como la manzanilla, el romero y la menta. Hago oleatos de cúrcuma y otras especias, y los uso como medicina natural. Pero como apenas estoy aprendiendo a administrar recursos tan naturales, a veces hago de más y se ponen malos, y no sé cómo desecharlos porque no se debe echar aceite en el desagüe para no contaminar el mar. Entonces, a veces mantengo los frascos en la alacena mientras logro cavar un hoyo en la tierra para desecharlos allí. Después de este ejercicio pensé que si alguien abriera mi alacena y no sabe qué son esas botellas, se podría asustar; en realidad son sólo el producto de mi mala administración y mis buenas intenciones ecológicas. 
  5. Yo no hago brujerías, hechizos, encantamientos, envíos psíquicos, amarres ni ninguna de esas cosas feas en contra del libre albedrío de los demás, sea que sirvan o no en la vida real. Para mí, el respeto a la libre decisión de los otros es un valor fundamental y un principio universal que no debe ser quebrantado. Pensé que esto hay que decirlo inmediatamente después de decir la palabra “metafísica”, porque quizás hay otros que se interesan en lo espiritual de una manera muy diferente a mí, y yo quiero que se reconozca claramente qué es lo que yo hago.   Para explicarme bien, lo que yo hago es orar por las personas e imponer manos como dice La Biblia, y facilitar sanaciones con el poder y el amor de Jesús, y he aprendido muchas técnicas de oración, meditación y sanación que aplico solo con quien me lo pide. Todo lo que hago es ser facilitadora, o como dice La Biblia: “un vaso”, porque yo no soy la que sano, yo pido siempre la intervención del Padre Celestial, el Hijo, y el Espíritu Santo y de Dios proviene el poder y la ayuda necesaria para la sanidad. También uso imanes, flores de Bach, aceites esenciales y algunas técnicas de la medicina tradicional china, porque son buenas y he visto que funcionan.  Y al igual que yo, hay otros muchos sanadores y trabajadores de la luz, con diferentes credos y conectados al mismo Dios Creador y Fuente de Vida, aunque le llamen diferente. Un trabajador de la luz, trabaja desde el amor, la gracia y el perdón. Para la mayoría de religiones este no es un “cristianismo verdadero”, pero casi todas las religiones afirman ser “la verdadera” y que los demás se equivocan. ¿Quién tendría la razón? Mi pecado ante ellos sería el confiar en que cada quien encuentra a Dios cuando lo busca desde su propio camino.
  6. Yo soy ingenua, hay quienes lo apuntan con amor y ha habido quienes me acusan de serlo (es decir que lo critican). Mi ingenuidad es creer que todos podemos estar juntos, sin que yo logre preveer algunas diferencias que generan tensiones, o a veces, incluso, algunas malas intenciones. A pesar de las críticas, yo no creo que esté mal ser ingenua, al menos es mejor que ser maliciosa o desconfiada, porque aunque me meta en enredos a veces (antes más que ahora), yo creo que todas las personas deberían tener la oportunidad de demostrar su bondad; al fin y al cabo, todos actuamos a veces bien y a veces mal a lo largo de nuestras vidas, y yo misma me he equivocado mucho; pero por lo mismo he aprendido mucho, sobre todo a perdonar. Dos de mis grandes aprendizajes han sido: (a) Que vivir una vida transparente ante tu red de apoyo social te libra de vínculos malintencionados. (b) Que las personas tienen que ganarse tu confianza antes de dejarlas ser parte de tu círculo de acción más cercano.
  7. Con frecuencia soy callada, seria, solitaria e introvertida; desde niña me llamaban huraña. Me gusta mucho más hacer arte o acostarme temprano que ir a una fiesta; o también prefiero tomarme un té con un par de personas con las que pueda conversar más personalmente. En lo social, entonces, prefiero las relaciones uno a uno. En una clase formal, en cambio, soy extrovertida y participativa, porque me gusta analizar en grupo situaciones de la vida cotidiana, sólo por el ejercicio mental que implica. Esas dos características confunden a una persona que me conoce poco pero en ambos tipos de ambientes, quizás porque se espera que una persona sea extrovertida o introvertida, pero no ambas cosas dependiendo del ambiente o circunstancia.
  8. Soy tierna, dulce, suave y pequeñita; al mismo tiempo, soy decidida, de voluntad fuerte y firme.  Con frecuencia la gente que me ve pequeñita y dulce cree que soy vulnerable y comienzan a decirme cómo vivir o qué hacer, y cuando pongo límites y sienten mi fuerza se confunden o resienten. No he aprendido cómo balancear mis demostraciones de complacencia y ternura con las de autodeterminación y fuerza. Es algo en lo que tengo que pensar.
  9. Soy directa para decir mis opiniones verdaderas y soy muy puntual y formal. Pero vivo en una cultura en la que se acostumbra decir todo con adornos o no decir nada para pretender estar de acuerdo, y en esta cultura todo el mundo fluye a su ritmo y llega tarde. En eso, tampoco encajo. Yo hago un esfuerzo continuo para decir mis verdades con suavidad pero casi siempre me salen afirmaciones directas y agudas; y entiendo que todos tenemos verdades diversas, yo puedo respetar opiniones distintas; lo que no logro hacer es decir que opino algo diferente a mi verdad. Quizás, simplemente, no hace falta decir lo que se cree, pero aún no estoy segura de esto, lo estoy considerando desde hace años, pero como no lo he definido, a veces me siento ansiosa después de hablar. Me gustaría saber, cuándo conviene decir algo y cuándo no. Estoy segura que a muchos de ustedes también.
  10. Me gusta mucho meditar y orar, usar inciensos, prender candelas o mi sahumador con aromas bonitos para Dios, como los incensarios de las iglesias y ahí sí uso hojitas de menta, de tomillo o de tabaco, pero no me los fumo, se lo dedico a Dios mientras le canto alabanzas en español, en Nahuatl o en alguna lengua ancestral, siempre y cuando el canto le dé gracias a Dios por su creación. Me he interesado en aprender estas cosas porque mi bisabuelo era Huetar, y yo creo que hay que saber de dónde venimos. Con frecuencia me pueden ver sentada bajo un árbol o incluso abrazándolo, subida en una roca, hablando con las plantas, los animales o los insectos, observando las formas de las nubes, y dando ¡gracias, gracias, gracias...!

Bien, ahora que lo escribí y compartí, me siento como si hubiera tomado una foto de mí, y como que soy más capaz de darme a conocer más claramente, a pesar de mis extrañezas, para construir mejores relaciones.  Lo que esperaría de todo mi corazón, es que quienes me quieran conocer, se sepan siempre aceptos,  bienvenidos y seguros, a pesar de mis particularidades o las suyas.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Ego y Autoestima

Muchos credos religiosos señalan la importancia de disminuir nuestro interés en el propio ser: que el ego no sea lo que gobierne nuestros actos, que podamos sabernos parte de un todo y conectarnos con la Fuente Divina. Que la Divinidad crezca en nosotros y nuestro ego mengüe. Pero creo que, de muchas maneras, se malinterpreta con frecuencia este consejo.
Por alguna razón, molesta mucho a las demás personas cuando alguien se autoproclama buena para algo. “¡Es una persona con mucho ego!”, le dirán, o “¡qué creída!”, en palabras ticas.
¿Y qué tal si no es así? ¿Qué tal si esa persona simplemente está haciendo un reconocimiento fidedigno de quién es? ¿Qué tal si ese reconocimiento es válido y necesario? ¿Qué tal si quien se incomoda es quien necesita valorar sus propias virtudes en relación con este hermoso autodescubrimiento de su prójimo?
Todos somos parte de un engranaje, y si la tuerca proclama que tiene un círculo hermoso en su centro, el tornillo, en vez de molestarse, podría ver que tal afirmación sólo asegura que la forma de su propio cuerpo es hermosamente circular y con calados que permiten a la tuerca encajarse en él para cumplir con su función sin vacilar; de igual manera, las otras tuercas del engranaje podrían decir: “¡es cierto, qué bellas que somos las tuercas, qué hermosos que son los tornillos!”.
Y entiendo que es más fácil tolerar las autoproclamas para el fortalecimiento de la autoestima cuando no llevan ninguna comparación implicada; pero, ¡qué bueno que quien ganó la competencia se atrevió a decir en voz alta “yo soy mejor” porque quería un aplauso (una forma de abrazo grupal)!, ¡qué dicha que quien tuvo una visión hermosa en sus meditaciones, se atrevió a decirla porque, al fin, encontró en usted alguien que le podía comprender y valorar! 
No deberían entristecernos sus triunfos, ni siquiera cuando se muestran en forma de autoalabanza y se proclaman superiores a nosotros en algo; simplemente deberían recordarnos que todas las personas somos especialmente buenas para algo, mejores que el prójimo en algo, para que así nos complementemos; y que todas las personas necesitamos reconocimiento público a veces.
Una autoalabanza es siempre una pregunta que no ha sido planteada de la manera más diplomática, pero que se puede traducir así: “¿verdad que lo estoy haciendo bien?, ¿crees que soy importante en este engranaje que formamos juntos?”. Y, entonces, lo que debería venir de nosotros es algo como: “Eres una personas maravillosa, mucho mejor que yo en esto, estoy aprendiendo de ti, me estás complementando”. Deberían venir los aplausos y los abrazos con una sana actitud que reconoce que todos somos especialmente buenos para alguna tarea.
Y sí, hay personas que con mucha frecuencia se alaban, y pasan las líneas socialmente aceptadas, y se dicen a sí mismas “soy genial”, “mi coeficiente intelectual es muy superior”, “mi misión espiritual en este mundo es superior a la de todos”, “incluso Dios me prefiere”, “mis logros deben ser premiados con un trato preferencial”.
A estas personas les llamamos “ególatras” y quizás les tememos porque no queremos que su exigido trato preferencial nos desplace. Pero, a mi juicio, estas son sólo las personas que necesitan más del abrazo colectivo porque se sienten carentes.
Si a estas personas les puedo aplaudir o no, no lo sé; a veces sí, a veces no: Si aplaudirle significa cederle lo que yo he ganado por mis méritos, entonces es posible que no lo haga; ni tampoco aplaudiría si con mi reconocimiento la persona quisiera darse el derecho de humillarme o humillar a otros; pero la verdad es que la mayoría del tiempo, aplaudirle no está mal, no me quita nada y a esa persona quizás le sirva, así que yo le aplaudiré cuando lo considere justo, cuando el logro señalado sea bueno.
La verdad es que este escrito no prentende generar consciencia sobre la egolatría y sus problemas, sino sobre la mezquindad de nuestros halagos a los demás. Hace dos párrafos ya señalé la causa: La mayoría de las veces que no aplaudimos cuando nos cuentan un triunfo o un gran descubrimiento personal, no lo hacemos porque tenemos miedo de que nos desplacen.
Si lo analizamos con más calma y desde otras perspectivas, la mayoría de las veces que una persona se alabó, no estaba pidiendo un trato preferencial, estaba pidiendo el abrazo grupal que ofrece el aplauso, estaba pidiendo ser reconocida (como todos lo necesitamos a veces); o quizás hasta tenía una motivación generosa, quizás estaba diciendo cómo fue que lo logró para que otros experimentaran su propia satisfacción; porque hay personas que genuinamente quieren compartirlo todo.
Pero el prejuicio nos invade. Por la historia humana hemos aprendido, que cuando una persona empieza a ser reconocida con frecuencia, y obtiene tratos preferenciales, muchas veces, otros son desplazados y sufren. Nuestro miedo de que esto vuelva a ocurrir desencadena una reacción de pensamientos automáticos inmediatos: “Oh no, ¡evitemos que se levante el ego; hagamos algo para corregir la actitud de esta persona, aquí, todos somos iguales!” Inmediatamente emitimos una voz o un acto que comunica claramente: “¡tú no eres especial!”
Pero ¡alto!, ¡qué mentira tan cruel!, porque en realidad, muchísimas veces lo que nuestro prójimo había dicho o hecho sí era muy especial, sí era digno de valoración y, peor aún, su alma sí estaba necesitando que se le validara para fortalecerse un poco; porque del fortalecimiento del ego y la autoestima viene la fuerza para hacer grandes obras.
Pensémoslo bien, la verdad es que no aplaudimos porque nosotros tenemos la misma necesidad; en el fondo estamos diciendo: “Por favor, reconozcan que también yo soy importante, que lo que yo hago también es especial; que todos somos especiales”.
Hoy, les voy a confesar algo: En estos días he visto que yo soy ambas personas: Yo soy la que cuento rápidamente mis logros, la que quiere compartir lo aprendido para que otros también puedan intentarlo y sentir la satisfacción de un triunfo, o la que quiere que le abracen con aplausos sólo para sentirse capaz de seguir un poco más allá. Y yo soy la que me incomodo cuando otro se alaba mucho y la que tengo que pellizcarme para decirle: “¡claro que sí, lo hiciste muy bien, me ayudaste mucho y sos muy importante en mi vida!”. Y he visto que esto lo hago con mucho esfuerzo, cuando en el fondo yo he estado trabajando igual o más que esa persona, pero mis logros en ese campo no se notan tanto. Y los logros que yo sí tengo no los aplauden con tanta frecuencia en este mundo, y si los proclamo y no me aplauden, yo me entristezco y no sé si vale la pena seguir por el camino que escogí.
Yo soy todos los personajes de este escrito, sufriendo por el mismo problema del que padecemos todos: La mezquindad en el reconocimiento de los triunfos ajenos.
Hoy les hago una propuesta no tan humilde, con la esperanza de que los seguidores del desapego no me critiquen demasiado y lean amorosamente mis intenciones: ¿Qué tal si en vez de matar al ego por el deseo de que todos seamos iguales; mejor nos elevamos todos y somos todos igualmente grandes?
¿Qué tal si todos nos atrevemos a proclamar nuestros propios logros y nos disponemos a recibir los abrazos de las almas sanas (aunque vengan desprecios de los que no tienen tan alta autoestima)? Es que la satisfacción del reconocimiento por los logros nos va impulsando a más, y los desprecios se pueden ignorar cuando se comprende su causa. Entonces mi propuesta es que no seamos tan tímidos, porque cuando alguien cuenta cómo llegó a la meta todos aprendemos.
¿Y qué tal si empezamos a reconocer cada pequeño logro de nuestro prójimo? ¿Qué tal si aplaudimos las autoalabanzas? ¿Qué tal si dejamos atrás el miedo de decirle a alguien “sos grande, te admiro, lo que has hecho nadie más lo podría hacer”? ¿Qué tal si hasta lo practicamos diariamente a solas, como el que repite un trabalenguas para que le salga más fluido cada vez? En nuestra soledad, visualicemos a la persona que suele alabarse y nos incomoda y digámosle: “Sos grande, lo que lográs es increíblemente especial, gracias por compartirlo”.  Hagámoslo incluso si esa persona no suele reconocer nuestro valor personao o el de nuestros esfuerzos. Si lo hacemos, cuando veamos a esta persona de nuevo será más fácil conectarnos con ella sin temerle, reconocer sus logros y ayudar a su autoestima.
Y el reconocimiento positivo de los demás va a derivar en un resultado maravilloso e inevitable: El reconocimiento positivo del yo.
Todos tenemos algo especial, todos hacemos algo maravillosamente único, con calidades que nadie más puede lograr. Si yo parto de esa premisa y la reconozco en el prójimo, entonces la valido en mí.
Cuando empecemos a ver a la humanidad de esta manera, entonces, el ego estará cumpliendo su función, ser una parte maravillosa de un gran engranaje maravilloso que se ama a sí mismo y que ama al Todo en el universo. Cuando eduquemos a nuestros hijos e hijas con la correcta actitud hacia los logros del ego (el propio, el ajeno y el unificado), entonces les estaremos permitiendo impulsarse alto, con el verdadero reconocimiento de que no están volando solos ni por tiempo limitado.
Una última idea, para los cristianos que, como yo, fueron enseñados en la humildad y la actitud de adoración a Dios: Sí, todo lo bueno que logramos viene de Dios, y la gloria debe ser para esa maravillosa Fuente Divina. Entonces, recordemos que ese prójimo maravilloso que hace cosas maravillosas y las cuenta, viene del Dios maravilloso en el que creemos, y al menos aplaudamos con una frase sencilla ante sus autoalabanzas: “¡Te admiro, de verdad que Dios te ha dotado de dones únicos, gracias por compartirlos conmigo”. Valorar al prójimo y valorar al propio ser es parte de reconocer la gran obra de Dios.
“Descubrí que soy hija de la Divinidad” dijo una mujer, y su amiga le contestó con un aplauso alegre por su descubrimiento: “¡Claro!, todos venimos la Divinidad!

Reflexiones de María Antonieta Campos Badilla
15 de diciembre de 2019
                

lunes, 25 de noviembre de 2019

Entre la Psicología y las Terapias Energéticas y Espirituales

Hoy quiero contrastar las diferencias entre la naturaleza de la psicoterapia con la naturaleza de las terapias energéticas y la de las terapias espirituales. Estas tres formas de atención terapéutica tienen objetivos diferentes y cuando las personas que las buscan no tienen claro esos objetivos pueden verse limitadas en los alcances de sus procesos de sanación.

De manera sencilla, puede decirse que:


  1. Contamos con la psicoterapia para trabajar la conducta, las emociones, los pensamientos y la historia 
  2. Acudimos a terapias energéticas para promover el equilibrio energético y su bienestar físico e integral.
  3. Y disponemos de las terapias espirituales para sanar el sentido de vida y trascendencia desde la conexión con Dios y con el amor.


Ahora veamos con más detalle qué se hace con cada una de ellas:

En su definición más simple, la psicología es la ciencia que estudia los procesos mentales, las sensaciones, las percepciones y el comportamiento del ser humano, en relación con todo aquello que le rodea. Y la psicoterapia es una de las aplicaciones de la psicología, que tiende a desarrollarse a través de conversaciones o actividades, en donde se planean preguntas estratégias para que las personas atendidas sanen sus pensamientos, emociones y conductas sobre lo que les ocurre actualmente o sobre lo que ha ocurrido en su historia de vida.

En otras palabras, los profesionales en psicología lanzan las preguntas fundamentales sobre cómo percibimos, cómo interpretamos y cómo explicamos lo que ocurre tanto adentro como afuera de nosotros, y también sobre las reacciones emocionales y conductuales que tenemos cada vez que hacemos este procesamiento mental. Luego nos preguntan la funcionalidad de estas reacciones en nuestras vidas, ¿cuál ha sido el resultado de ellas? y si ¿nos han beneficiado o no? Y también hacen preguntas sobre el impacto de nuestras conductas sobre el medio que nos rodea, ¿qué tan positiva es nuestra relación con nuestro medio?

Después de hacer las preguntas, los científicos de la psicología plantean las posibles explicaciones (hacen hipótesis) y verifican con métodos científicos la veracidad de las mismas. Si estos psicólogos son teóricos o académicos probablemente escribirán estas explicaciones genéricas en forma de teorías; y estas explicaciones constituirán los diferentes paradigmas que explican el funcionamiento psicológico de las personas en situaciones semejantes. Con esto se enriquece el bagaje de información universal sobre la psique humana.

Pero si hablamos profesionales que se dedican a la psicoterapia, estos se reservarán muchas de sus interpretaciones y, en vez de decirle a usted “por qué se encuentra en su condición actual” y “qué debe hacer”, se basarán en las teorías psicológicas para hacerle a usted preguntas que le ayuden a llegar a sus propias conclusiones. Este es un proceso de cambio más lento pero más profundo que el de un espacio de consejería porque no le van a decir qué hacer, sino que le van a motivar a que usted tome decisiones sobre su propia vida. La lentitud de este proceso tiene una razón fundamental de ser: Las teorías explican lo que le pasa a una mayoría de personas en situaciones semejantes; pero no explican todos los detalles de una vida particular. La vida de cada persona es única y compleja, y merece se construída y desarrollada con libre albedrío y una fuerte convicción personal.

Ir al psicólogo no es igual que conversar con una buena amistad. Los consejos que dan las personas bondadosas pueden ser útiles y es por eso que hay quienes en una conversación amistosa resuelven algunas cosas; pero las explicaciones profundas de la propia historia a veces requieren más análisis, y hacer el esfuerzo de contestar a las preguntas de un psicoterapeuta puede ayudar a construir con mayor claridad la propia explicación de una experiencia compleja y, es sólo a partir de allí que pueden tomar decisiones para una mejoría permanente.

Los niños y niñas dicen, con frecuencia, que los(las) psicólogos(as) son personas que ayudan y hacen muchas preguntas. Y es cierto, su tarea es preguntar, pero no cualquier clase de preguntas; preguntas con fundamento científico y propósitos terapéuticos.

Las preguntas psicoterpéuticas, generalmente se enfocan en las experiencias pasadas (recientes o de mucho tiempo atrás) o en experiencias actuales que generan inquietud en las personas: Una experiencia que se tuvo en el pasado, y que fue interpretada de determinada manera, puede haber provocado una serie de decisiones y consecuencias que la llevaron a la condición de vida actual y a la forma en la que esta persona interpreta ahora su mundo.

Entonces, reinterpretar esas situaciones pasadas puede provocar un cambio positivo en el presente. Independientemente, de que el psicoterapeuta le pregunte sobre sus emociones o sus pensamientos, sobre su conducta o su voluntad, sobre su interpretación de la vida, sobre sus relaciones y la afectividad involucrada o sobre sus conductas y la funcionalidad de estas en su vida; la realidad es que siempre, en psicoterapia le estarán preguntando sobre algo de su historia de vida, con el propósito de entender y mejorar algo en su presente y con beneficios posibles para su futuro.

Yo soy psicóloga y todo esto lo he encontrado maravillosamente bueno para las personas; les he visto mejorar y satisfacerse mucho más en sus vidas a partir de estas comprensiones y cambios realizados con consciencia personal; les he visto salir de depresiones, superar ataques de pánico, controlar su estrés, resolver traumas pasados, desarrollar habilidades, fortalecer su autoestima, etc.

¿Cuál es la diferencia, entonces, entre esto llamado psicoterapia y otras terapias alternativas, energéticas o espirituales?

Como lo expuse al principio: es el “objeto de intervención” es distinto, o en palabras más sencillas: las razones y los objetivos de las terapias son diferentes.

Hablo con claro conocimiento porque así como estudié psicología y la practico desde hace 20 años, también he estudiado y trabajado con terapias energéticas y espirituales. 

Las terapias energéticas trabajan con las energías que fluyen y afectan el funcionamiento del cuerpo y las emociones. Estas terapias trabajan con la energía que fluye por los chacras de las personas y los meridianos que les alimentan; esos chacras y meridianos de los que se habla en oriente. Y como los chacras no se ven y es muy difícil medir estas energías, los científicos de occidente muestran mucho recelo sobre estas terapias. Pero cada vez es mayor la aceptación que hay acá sobre el trabajo energético-terapéutico, porque poco a poco se van documentando sus buenos resultados.

Así, son cada vez más las personas que van a terapias de acupuntura, biomagnetismo, digitopuntura, esencias florales, etc. Y si bien para el positivismo occidental hace falta más información basada en evidencias, la realidad es que ya se han documentado bastante y, además, quien se acueste en la camilla de un buen acupunturista notará que en menos de 15 minutos saldrá relajado, y son los mismos pacientes los que han ido dando fe de sus sanaciones.

Las terapias energéticas sanan el cuerpo, muchas veces por sí solas, otras veces en colaboración de otras terapias (médicas, farmacológicas, homeopáticas, fisioterapéuticas y de muchos tipos), y cada quien tiene dentro de sí una convicción muy poderosa sobre cuál es la combinación de terapias que le puede servir para los propósitos de su alma.

En cuanto a las emociones, he visto que las terapias energéticas ayudan a las personas a encontrar y definir rápidamente qué es lo que sienten y de dónde vienen esas emociones, y esto es una gran herramienta para encontrar información que combinada con una una terapia psicológica posterior pueda servir.

Y las terapias energéticas les proveen de un alivio emocional importante a las personas, las relajan muy bien cuando se aplican bien. Pero este alivio podría ser temporal si la persona no se da el tiempo para hacerse las preguntas importantes y resolverlas, y que las respuestas que encuentre le ayuden a desarrollar comprensiones de vida y a hacer cambios en sus patrones de pensamiento y actuación actuales. Es por esto que combinar estas terapias energéticas con un proceso de psicoterapia puede ser muy beneficioso para las personas que buscan cambios profundos y permanentes.

Por su lado, las terapias espirituales trabajan también con la energía, pero más con los principios universales que dan sentido a la existencia y a la espiritualidad. Entonces, estas terapias se centran en ayudar a las personas a encontrar respuestas al ¿por qué se vive?, ¿de dónde se viene?, ¿qué es la divinidad?, ¿cómo se manifiesta lo divino en lo material?, ¿qué de lo divino opera en las personas y cómo lo hace?, ¿cuál es el propósito divino de lo que se vive según la esencia divina que hay en cada ser?, y ¿cuáles son los principios divinos que pueden sostener la existencia en equilibrio sano?

Algunas terapias espirituales trabajan con la idea de que existen muchas vidas pasadas por resolver y otras sólo se enfocan en su experiencia de vida actual; pero todas estas terapias se centran en la importancia de trascender, a través del perdón y del amor, y volver a conectarse con lo Divino. ¿Quién perdona? Unos creen que un Dios externo, otros creen que un Dios interno y otros creen que el perdón debe pedirse y otorgarse a la vez (yo pienso que el perdón viene de todos los lados afectados y va hacia todos los lugares a los que tiene que ir). Lo cierto es, que no he visto mayor paz en las personas que la que tienen aquellas personas que logran perdonar y dejar ir; y más aún cuando logran perdonarse o recibir el perdón divino, según su fe.

El amor, la gracia, el perdón, el agradecimiento, la generosidad, la unión… estos son los principios que sanan al espíritu o esencia del ser; y cuando el espíritu está sano todo lo demás, poco a poco empieza a manifestar esta sanidad, incluso lo material.
Entonces, si la espiritualidad es tan poderosa y toca lo eterno, ¿por qué acudir a terapias desde la psicología? Pues porque somos seres materiales, inmersos en un espacio y tiempo específicos, interactuando con otros en relaciones sociales, con múltiples voluntades, emociones y pensamientos involucrados y encadenados en patrones de conducta que repetimos una y otra vez, hasta que somos capaces de cuestionarnos, de hacernos las preguntas psicológicamente correctas, para comprender y cambiar.

La psicología de hecho, podría ayudarle a hacerse las preguntas que le permitan comprender su situación, reconocer y validar sus emociones y tomar decisiones de autoprotección que son muy necesarias antes de poder perdonar en una terapia espiritual. O podría ser al revés, que al haber perdonado y sanado algo del mundo espiritual, ahora usted quiera hacer una reconstrucción de su proyecto y estilo de vida, sobre todo de los hábitos que le podrían poner en riesgo de nuevas heridas; y para eso la psicología es lo más directo que hay.

De hecho las terapias se pueden combinar. Con la terapia energética y espiritual usted encuentra y define sus emociones fácilmente, y utiliza los principios universales para sanar a su espíritu y trascender a lo Divino; desde allí, según la fe, su ser eterno ha mejorado ampliamente y poco a poco eso se va a ir manifestando en lo material (algunas cosas en esta vida y algunas más allá); pero a su yo, a su ego, a su ser psicológico, al que tiene la voluntad, los pensamientos, las emociones y las conductas de su día a día actual, le ayuda de manera mucho más directa y clara la psicoterapia, esta le servirá muchísimo para ejecutar cambios para su beneficio en este momento y en este lugar. Para lo que se manifiesta en lo material la ciencia tiene su lugar.

He de decir que visto grandes científicos manifestando su desprecio hacia los beneficios de la fe, y he visto como estos se pierden de grandes alegrías; pero, tristemente, he visto muchos más creyentes de la espiritualidad haciendo grandes esfuerzos por sanar su vida solo desde lo espiritual y perdiéndose el gran beneficio de las ciencias que fueron diseñadas en el mundo material, para sanar lo material, y el beneficio de la psicología que nació y se desarrolló para sanar la voluntad, el pensar y el actuar. También lamento que la mayoría de terapeutas que conozco (científicos o creyentes), proclaman tener una única respuesta definitiva. La única verdad es que somos seres integrales, y sólo atendiéndolo todo vamos a recibir los beneficios de todo.

Me despido con este verso bíblico, por si alguien le sirve, igual que a mí:
Examinadlo todo; retened lo bueno.
Absteneos de toda especie de mal.
1 Tesalonicenses 5:21-22  (RVR1960)




lunes, 7 de octubre de 2019

Nuevos Comienzos para Mi Trabajo Terapéutico


La Oferta de Servicios de Psique&Salud

Después de un largo período de autoconocimiento y transformación; hoy tengo más claro quién soy, qué me gusta hacer y cómo quiero hacerlo. También tengo claro que estos tres saberes son un lujo y muchas personas no los llegan a alcanzar. Además, sé que los talentos para realizar las tareas que sueño son un regalo y no mérito propio, de eso se trata la gracia; y la humildad consiste en reconocer que no todo lo que alcanzamos es producto de nuestro esfuerzo y, por lo tanto, hay que agradecer y compartir. Por eso comparto este texto con ustedes, quizás a algunos les anime en su propio proceso de transformación de su oferta laborar al mundo. Este es mi nuevo comenzar:
Poco a poco voy integrando mis talentos en unas pocas tareas de mi predilección en vez de dispersarlas, tanto en diversidad como en horarios y lugares de trabajo.
Yo soy licenciada en Psicología, doctora en Educación, tengo una especialidad en Educación No Formal, diversos cursos de arte con excelentes maestros y una amplia formación en temas de espiritualidad.
Lo que siempre he hecho es acompañar a las personas para que puedan planificar su vida de manera exitosa, aprender y vivir funcionalmente. Pero lo hacía de forma dispersa: Trabajaba como consultora de universidades, como docente, como psicóloga educativa, como psicoterapeuta, como consejera espiritual, como bloguera, como artista, etc. Y de tanto y tanto hacer por aquí y por allá, creo que había abarcado poco y que tampoco había podido disfrutar cada una de esas tareas en su plenitud. En un momento me sentí cansada y sin un rumbo claro que seguir; así que me detuve a contemplar la vida, como el hámster de las entradas recientes de este blog.
Pensé mucho en quién soy y en lo que me gusta hacer, en que mi tiempo en esta vida es limitado y que me vale más empezar a hacer lo que disfruto de una vez. Es por esto que he decidido dedicarme a dar terapia y a hacer arte; es más, decidí dar terapia haciendo arte a la vez, y con esto también cumplo mi tarea formativa para quien la quiera en el mundo.
Pero yo no trabajo con la tradicional arte-terapia que desde hace un tiempo certifican en programas de educación formal y no formal; no, yo he creado mi propio acercamiento entre la psicología, la educación y el arte, un acercamiento desde quien soy yo y desde lo que creo que puedo hacer con preparación por mis estudios previos.
De esto se trata: ¿Han visto que para hacer un proyecto de vida o un proyecto de trabajo ahora hay protocolos muy estructurados que solicitan la definición de objetivos, metas, actividades desglosadas en pasos, recursos, responsables… y demás detalles escritos, hasta llegar a la delimitación de los productos entregables en cada etapa de trabajo del proyecto? Esta forma de hacer concretos nuestros planes es posible a través de la palabra escrita y estructurada.  De hecho, en el mundo competitivo de hoy, se necesita conocer esta forma de planificación para ser considerada una profesional “respetable”. Y hasta hace algunos meses, este método de proyección futura resultaba de fácil dominio para mí, pero no me parecía placentera.
En general, soy buena en eso de definir objetivos y mantenerlos en mente hasta terminar una tarea con éxito; pero mi trabajo en terapia y en educación generalmente se desarrolla con personas que no logran definir tan claramente sus objetivos y, si lo logran, se les olvidan rápidamente una vez que empiezan a desarrollar las tareas. En cambio, cada vez que yo me valgo de dibujos, gráficos e ilustraciones visuales para apoyar a estas personas, ellas logran mantener sus objetivos en mente y terminar las tareas que se proponen. Y si ellas son las que hacen sus propios dibujos, no hay quien las detenga.
Por otro lado, cada vez que en mi vida personal yo he tenido que hacer un cambio de hábitos muy importante; sólo lo he logrado cuando tengo a la mano recursos sensoriales y experiencias creativas que acompañen mi proceso de planificación de cambios en la rutina diaria. Así que empecé a sospechar que el cambio de la propia vida o la ejecución de los proyectos grandes de nuestra vida, no tenía éxito tanto por el orden de la planificación sino por la visualización de sus detalles ya sea a través de la palabra o de la imagen.
Para reforzar esta idea, hace algunos meses comencé a estudiar en un programa de Terapias Espirituales (y muchos psicólogos académicos podrían cuestionar qué es eso; y yo respondería que No es psicoterapia) y este resulta ser un programa no académico y mucho más intuitivo que el de psicología (y que no compite con ella en ningún sentido; tienen objetos de estudio distintos, y a mí, siempre me ha interesado saber tanto de la psique como del espíritu). En fin, en ese programa no se analiza la existencia desde lo racional (como sí suelo hacerlo desde la psicología); sino que se siente, se percibe, se intuye y, a través del amor, el espíritu sana. Entonces, la psicología analiza la existencia para que la psique se desarrolle plenamente y la espiritualidad ama para que se desarrolle la esencia del ser.
Y de manera aplicada a mi trabajo, como psicóloga una hace el análisis del proceso que se necesita seguir para alcanzar una meta y que la vida de una persona sea funcional y exitosa; en cambio desde el estudio de la espiritualidad una intuye el camino y lo sigue desde el amor. En el primer proceso yo no encontraba tanto placer como en el segundo, aunque sí es muy útil; y en el segundo me arriesgaba a encontrar puntos de confusión importantes por falta de un orden lógico a seguir. La razón de esto es que las dos disciplinas trabajan en áreas que se complementan entre sí. Los seres humanos no estamos disgregados, nuestro espíritu y alma, nuestra mente y cuerpo, son partes de un solo ser integrado.
Y puedo decir que los análisis psicológicos para mí han sido útiles e indispensables para alcanzar mis metas (o para que aquellos con quienes trabajo alcancen las suyas); y también puedo decir que la espiritualidad ha sido mi motor y mi fuerza y la de quienes me rodean. Así que no he podido dejar de lado ninguno de los dos caminos (de los dos conocimientos) y lo mejor que se me ha ocurrido es unirlos sin irrespetar la ética profesional desde la que trabajo.
Ahora brindo cuatro servicios terapéuticos:
·         Psicoterapia Cognitivo-Conductual (para quienes no quieren trabajar el área espiritual)
·         Psicoterapia acompañada de meditación y terapias alternativas
·         Psicoterapia y Arte Intencionado
·         Arte-terapia con Hilos
Vale mencionar que para los psicólogos cognitivo-conductuales más tradicionales, los tres últimos tipos de terapia generan un alto nivel de recelo; cuando mucho podrían ser terapias más aceptadas por psicólogos de corte humanista. Pero lo cierto, es que son terapias que han integrado conocimientos de otras disciplinas porque el ser humano también integra otras áreas que le dan significado a su vida como la intuición y la espiritualidad. Y yo en mi vida personal, amé la psicología cognitivo-conductual al tiempo que me formé en otros campos de interés. Mi proceso reflexivo me ha hecho ofrecer lo que tengo para dar.
En otro escrito voy a describir con más especificidad en qué consiste cada una de estas terapias; pero ahora me interesa contarles, cuál es la esencia que acompaña a los nuevos servicios y cómo esta se relaciona con mi cambio personal:
Yo trabajo para el bienestar integral de las personas, interviniendo en los asuntos que afectan la psique humana. Mi nueva oferta de servicios nace de mi propia transformación y NO ofrece un credo religioso ni mi propia fe espiritual, pero SÍ le permite a las personas que atiendo evocar su propia fe y alimentar con ella su voluntad de cambio. Lo que se ofrece en estas terapias es la oportunidad de dejar que su espíritu intuitivo participe en el proceso de planificación de su vida.
Entonces, en la misma terapia se unen cuatro tareas: (1 y 2) la intuición  y el análisis para la definición de nuevos objetivos y metas de vida a partir de su necesidad, (3) la delimitación a través de la palabra y de la imagen del proceso para alcanzar dichas metas, y (4) el amor que es requerido.
Nótese que sí hay análisis, sí hay raciocinio, pero también hay lugar para la intuición y para la expresión icónica de las ideas.
Este es el lugar del arte en mis terapias: Dije antes que se puede hacer análisis de las realidades y planear cambios desde la palabra o desde la imagen. ¿Qué tal si en vez de escribir los objetivos hacemos un dibujo de lo que queremos lograr y este dibujo nos compromete profundamente con la definición de los detalles de ese cambio? ¿Qué tal si a la acción de dibujar le incorporamos la capacidad de sentir y definir las emociones presentes para poder manejarlas mejor en el camino, y que se conviertan en nuestra fuerza y no en un obstáculo generador de estrés? ¿Será que los colores, las formas, las intenciones y las emociones de esa experiencia se quedan más grabadas en nuestra mente que un objetivo escrito en prosa? ¿Y si los ejercicios de meditación de los estudios espirituales impulsan con más fuerza la voluntad de quien planifica en la psicología para lograr sus metas? ¿Y si se puede meditar haciendo arte? ¿Y se aprende a analizar lo que la intuición nos regala para tomar decisiones funcionales? ¿Qué tal si la imagen nos permite diferenciar con más claridad la racionalidad de la irracionalidad, lo funcional de lo destructivo?
Ya hay hartos estudios de cómo los movimientos oculares intencionados pueden ayudar a una persona a programar su voluntad para superar fobias; y hay mucha investigación que hablan de los beneficios de la relajación para la psique humana y métodos que enseñan a utilizar el arte como una experiencia de relajación y cambio. También hay estudios desde la Educación que refuerzan la importancia de asociar experiencias y emociones positivas para lograr aprendizajes a largo plazo. ¿No sería mucho mayor el impacto para el cambio de una persona, si las experiencias, emociones, estados de relajación y movimientos oculares estuvieran mediados por técnicas de sanación espiritual a través del amor creativo en el arte?
En mi vida personal sí he logrado tener mucho mejores resultados cuando medito y hago arte antes de tomar una decisión. Es un proceso sencillo y de resultados profundos: El primer paso es preguntar lo que necesito saber a mi Fuente de Sabiduría Espiritual (cada quién tiene que preguntar según su fe), el segundo paso es soltar la pregunta, el tercero es crear la información que viene en amor intuitivo y plasmarlo en imágenes a través del arte, y el cuarto paso es organizar la mente a partir de la aclaración de las propias ideas; aclaro que se trata de rescatar las ideas vienen de adentro y no de un acompañamiento externo (ni psicológico ni religioso). Estos pasos ayudan a las personas a tomar decisiones basadas en su propia convicción y sabiduría interna. La intuición y relajación que permite el arte les ayuda a evocar su propia sabiduría para analizar su vida de manera más racional. Al final, puede ser la imagen resultante la que les dé la respuesta que buscan, o más bien, que descubran que la respuesta que tenían dentro de sí produjo la imagen resultante y les permite aclarar sus planes futuros.
¿Y si la imagen ya tiene la respuesta para qué se necesita al psicólogo? Pues no siempre se necesita, pero sí es muy útil, primero porque definir la pregunta inicial de los ejercicios no es tan fácil y es fundamental para tomar las decisiones adecuadas (el psicólogo ayuda a construir las preguntas exactas), y segundo porque este tiene las estrategias para orientar el análisis de cómo se integra esto a la historia de vida personal, de forma racional y funcional, y estrategias de autocontrol y manejo emocional que ayudan a contenernos ante los nuevos descubrimientos que no resultan tan placenteros o satisfactorios. La psicología y la espiritualidad se apoyan.
Mi vida, desde que me permito tales prácticas ha resultado mucho más placentera y mucho más funcional. Así que decidí integrar mis nuevos métodos a la psicoterapia, y a los procesos en los que trabajo con educación no formal; concluí que la espiritualidad en el arte alimentan los procesos de sanación de la psique y el alma e integré algunas metodologías que ayudan a las personas a sanar y planear una vida satisfactoria: evocando la información necesaria desde la intuición, analizando desde la razón y sanando desde el amor.


domingo, 6 de octubre de 2019

Metamorfosis, Parte 6


Recolecciones Post-Metamorfosis
Amas a los recolectores que no han sacado sus alas aún, a los que no ven el paisaje desde arriba, a los que se agobian y te agobian con las tareas de preparación para el destino. Y mientras llega el tiempo de regresar a La Fuente Divina, vives con ellos acá, en un amor muy humano y muy sagrado también. Tus amados mantendrán los consejos para tu libre albedrío; les enseñaron que eso era lo mejor para ayudarte a tener un buen destino:
—Hey, las frutas de arriba estarán muy ricas, pero no tienen suficientes proteínas—dicen unos.
—Aún estás en la Tierra; “no solo de pan vive el hombre” pero también hay que comer pan—dicen los otros.
Y sí, el que vive en sociedad algunos pagos hará, o se sale del sistema y otros esfuerzos deberá enfrentar. Esa convivencia amorosa requiere un equilibrio entre el volar y el apoyar un atrofiado esfuerzo de producción que los otros parecen querer-necesitar un poco más que tú.
Cuando vuelas con las alas nuevas no sabes cómo bajar y recolectar semillas del suelo sin lastimarte o lastimar al que por el camino va. Y también está la dificultad de aprender a utilizar con premura toda una gama de instrumentos que aparecieron en tu carcaza durante la trasmutación y que no se parecen en nada al tradicional modo de recolección.
Un riesgo muy grande existe entonces; si te apegas a las costumbres y herramientas del pasado poco recogerás; y si empiezas a cargar el “por si acaso”, el peso no te dejará elevar.
Entonces, parece que necesitas nuevas formas de producción-recolección, y las nuevas herramientas, y escoger nuevos productos para recolectar (tesoros que satisfagan a un ser que vuela y que, al mismo tiempo, vive y ama a la sociedad que corre). En ese momento, saber cómo utilizar tu nuevo potencial será de gran utilidad.
¡Necesitas flexibilidad para poder aceptar un cambio de vida, un cambio de método, un cambio de herramientas! Y también necesitas un tiempo para poder practicar.
—¡Más tiempo!—preguntan tus cercanos—el invierno ya ha empezado, ¿cuánto más esperarás?
Después de la metamorfosis hay premura, así, entre más pronto practiques, más pronto aprenderás; pero no te abrumes, hay dos principios fundamentales que recordar. El primero ya lo sabías: Es en la quietud en donde encuentras a Dios, así que un tiempo de quietud y meditación al día deberías reservar. El segundo es más sencillo aún, porque es la certeza de que la Divinidad abrirá para ti nuevos caminos de provisión.
Sí, aún tienes tiempo. ¿No es ese de quien se dice que “hizo llover sobre ellos maná para comer, y les dio comida del cielo”? “Al que pide se le dará”, ayuda Divina siempre tendrás. (Salmo 78:24 y Mateo 7:7a).


sábado, 5 de octubre de 2019

Metamorfosis, Parte 5

Las Creaciones Únicas del Amor

Me preguntaron sobre la forma “verdadera y correcta” de las alas que surgen de una metamorfosis.
Y yo respondí: “¡No existe tal cosa!”, ni siquiera se puede decir que después de todas las transformaciones vengan alas pegadas a tu espalda.
Hay quienes tienen alas como las de una libélula, y otros como las de una paloma, y hay quienes levitan, y también están los que se impulsan con tal fuerza desde sus piernas que pueden saltar de un planeta a otro, de una galaxia a otra; quizás algunos se teletransporten.
Cada uno es una creación única del Amor y, por lo tanto, cada uno está dotado de herramientas y recursos muy particulares. Por supuesto, cada quien puede escoger una forma diferente de elevarse hacia la Luz Admirable.
¿Y será que esa Luz Admirable te espera pasiva?

No, por supuesto que no. La Luz Divina se imprimió en tu esencia, ¡es tu esencia!, y se aseguró de vincularte hacia La Fuente Eterna “con cuerdas de Amor”. A Su tiempo, todos regresamos allá.



“Con cuerdas humanas los conduje, con lazos de amor, y fui para ellos como quien alza el yugo de sobre sus quijadas; me incliné y les di de comer.” Oseas 11:4