Mis profesores de psicología decían que era sano sacar tiempo para mirarse el ombligo; entiéndase por ello que es bueno dedicarse a reconocer lo que ocurre dentro del propio ser para aceptarse y amarse.
Este tiempo de cuarentena ayuda
en ese sentido, y yo he descubierto algunas cosas de mí que antes no había
podido analizar.
Yo sí me había dedicado a pensar
en cómo soy por dentro, pero no había considerado algunas cosas sobre cómo me
ven desde afuera.
Cuando vi a esta persona tomar
fotos de mi extraño jardín, finalmente me pregunté, ¿qué será lo que esta
persona puede ver de mí, aquí? ¡Y lo vi!, ¡me vi desde afuera y me alegré mucho!,
me di cuenta que de que las personas ven alguna cosas de mí, y también vi que
hay muchas que no se ven.
Entonces, por supuesto, tuve que
pensar en cómo soy y cómo podría explicarlo mejor a una persona que
verdaderamente quisiera conocerme. Luego, decidí compartirlo aquí, por si
ustedes quieren saber cómo una persona como yo se las arregla para hacerse
entender.
Supongo que la mayoría de mis
lectores concuerdan en que hacerse entender no es sencillo. Así que verse desde
afuera (como me vería el otro), y compararse con como uno se ve por dentro,
puede ayudar a construir una imagen más clara de uno mismo y comunicarla mejor.
Después de ese ejercicio, esto fue lo que yo concluí:
- Yo soy extraña, en mi país dicen "rara", y mi abuelita me dice “excéntrica”.
- Yo soy cristiana y en vez de ir a una iglesia grande y hermosa, voy a una sencillita, pero llena de buenos corazones y buenas enseñanzas bíblicas. Para mí el cristianismo en practicar el amor, la gracia, el perdón, la compasión, el respeto y la inclusión; y así tiende a ser la gente con la que me congrego.
- Yo soy psicóloga (científica basada en evidencias), educadora, artista sin formación formal y estudiante de un programa de sanidad espiritual. Es decir que creo en el método científico, la creatividad para vivir y expresarse de forma diversa y la fe.
- Yo no consumo ningún tipo de drogas. Ni naturales ni químicas. Hace muchísimos años, siendo nuy joven e ingenua, probé una vez el tabaco y dos veces la marihuana, tal como muchos adolescentes a los que les llegan estas ofertas sin buscarlas. Por dicha el cielo me ayudó, y no me gustaron los resultados sociales ni los físicos de estas matitas, así que no las consumo en ninguna de sus presentaciones. Ni consumo ninguna "planta de poder" de esas que otras personas usan para “elevar su consciencia”, yo no creo que se necesiten. No consumo café, y muy muy eventualmente una copita de vino, pero casi nunca, porque ambas sustancias (la cafeína y el alcohol) me producen migraña. Lo que sí consumo son las medicinas que me prescribe mi doctora (yo sí creo en la medicina científica occidental), o tés de hierbas como la manzanilla, el romero y la menta. Hago oleatos de cúrcuma y otras especias, y los uso como medicina natural. Pero como apenas estoy aprendiendo a administrar recursos tan naturales, a veces hago de más y se ponen malos, y no sé cómo desecharlos porque no se debe echar aceite en el desagüe para no contaminar el mar. Entonces, a veces mantengo los frascos en la alacena mientras logro cavar un hoyo en la tierra para desecharlos allí. Después de este ejercicio pensé que si alguien abriera mi alacena y no sabe qué son esas botellas, se podría asustar; en realidad son sólo el producto de mi mala administración y mis buenas intenciones ecológicas.
- Yo no hago brujerías, hechizos, encantamientos, envíos psíquicos, amarres ni ninguna de esas cosas feas en contra del libre albedrío de los demás, sea que sirvan o no en la vida real. Para mí, el respeto a la libre decisión de los otros es un valor fundamental y un principio universal que no debe ser quebrantado. Pensé que esto hay que decirlo inmediatamente después de decir la frase “sanidad espiritual”, porque quizás hay otros que se interesan en lo espiritual de una manera muy diferente a mí, y yo quiero que se reconozca claramente qué es lo que yo hago. Para explicarme bien, lo que yo hago es orar por las personas e imponer manos como dice La Biblia, y facilitar sanaciones con el poder y el amor de Jesús, y he aprendido muchas técnicas de oración, meditación y sanación que aplico solo con quien me lo pide. Todo lo que hago es ser facilitadora, o como dice La Biblia: “un vaso”, porque yo no soy la que sano, yo pido siempre la intervención del Padre Celestial, el Hijo, y el Espíritu Santo y de Dios proviene el poder y la ayuda necesaria para la sanidad. También uso imanes, flores de Bach, aceites esenciales y algunas técnicas de la medicina tradicional china, porque son buenas y he visto que funcionan. Y al igual que yo, hay otras muchas personas que sanan, con diferentes credos y conectados al mismo Dios Creador y Fuente de Vida y la Gracia de Cristo que sana a través del perdón. Una persona que se dedica a la sanidad espiritual, trabaja desde el amor, la gracia y el perdón.
- Yo soy ingenua, hay quienes lo apuntan con amor y ha habido quienes me acusan de serlo (es decir que lo critican). Mi ingenuidad es creer que todos podemos estar juntos, sin que yo logre preveer algunas diferencias que generan tensiones, o a veces, incluso, algunas malas intenciones. A pesar de las críticas, yo que la ingenuidad puede ser mejor que la malicia que no permite que las personas se ayuden unas a otras, porque aunque me meta en enredos a veces (antes más que ahora), yo creo que todas las personas deberían tener la oportunidad de demostrar su bondad y dar testimonio de su resiliencia para animar a otros; al fin y al cabo, todos actuamos a veces bien y a veces mal a lo largo de nuestras vidas, y yo misma me he equivocado mucho; pero por lo mismo he aprendido mucho, sobre todo a perdonar. Dos de mis grandes aprendizajes han sido: (a) Que vivir una vida transparente ante tu red de apoyo social te libra de vínculos malintencionados. (b) Que las personas tienen que ganarse tu confianza antes de dejarlas ser parte de tu círculo de acción más cercano. Aun así me toca cuidarme, porque a veces se me olvida la segunda lección y alguien me hace carambolas (quizás hable de esto en el futuro).
- Con frecuencia soy callada, seria, solitaria e introvertida; desde niña me llamaban huraña. Me gusta mucho más hacer arte o acostarme temprano que ir a una fiesta; o también prefiero tomarme un té con un par de personas con las que pueda conversar más personalmente. En lo social, entonces, prefiero las relaciones uno a uno. En una clase formal, en cambio, soy extrovertida y participativa, porque me gusta analizar en grupo situaciones de la vida cotidiana, sólo por el ejercicio mental que implica. Esas dos características confunden a una persona que me conoce poco pero en ambos tipos de ambientes, quizás porque se espera que una persona sea extrovertida o introvertida, pero no ambas cosas dependiendo del ambiente o circunstancia.
- Soy tierna, dulce, suave y pequeñita; al mismo tiempo, soy decidida, de voluntad fuerte, firme y defensora de lo que creo que es"justo". Con frecuencia la gente que me ve pequeñita y dulce cree que soy vulnerable y comienzan a decirme cómo vivir o qué hacer, y cuando pongo límites y sienten mi fuerza se confunden o resienten. No he aprendido cómo balancear mis demostraciones de complacencia y ternura con las de autodeterminación y fuerza. Es algo en lo que tengo que pensar con cuidado cada día y aún no me sale bien.
- Soy directa para decir mis opiniones verdaderas y soy muy puntual y formal. Pero vivo en una cultura en la que se acostumbra decir todo con adornos o no decir nada para pretender estar de acuerdo, y en esta cultura todo el mundo fluye a su ritmo y llega tarde. En eso, tampoco encajo. Yo hago un esfuerzo continuo para decir mis verdades con suavidad pero casi siempre me salen afirmaciones directas y agudas; y entiendo que todos tenemos verdades diversas, yo puedo respetar opiniones distintas; lo que no logro hacer es decir que opino algo diferente a mi verdad. Quizás, simplemente, no hace falta decir lo que se cree, pero aún no estoy segura de esto, lo estoy considerando desde hace años, pero como no lo he definido, a veces me siento ansiosa después de hablar. Me gustaría saber, cuándo conviene decir algo y cuándo no. Estoy segura que a muchos de ustedes también.
- Me gusta mucho meditar y orar, usar inciensos, prender candelas o mi sahumador con aromas bonitos para Dios, como los incensarios de las iglesias (pero en mi casita) y ahí sí uso hojitas de menta o de tomillo, o aceititos esenciales, se lo dedico a Dios como le dedico mi casa ordenada y limpia, mientras le canto alabanzas en español, en Nahuatl o en alguna lengua ancestral, siempre y cuando el canto le dé gracias a Dios por su creación.
- Me he interesado en aprender algunas cosas de la cultura Huetar. Sobre todo las cosas que se refieren a la conexión y cuidado de la naturaleza. Lo hago poruqe mi bisabuelo era Huetar, y yo creo que hay que saber de dónde venimos. Con frecuencia me pueden ver sentada bajo un árbol o incluso abrazándolo con amor porque pienso que la naturaleza necesita que la bendigamos, o me verán subida en una roca viendo hacia el cielo y acordándome que la Biblia dice que el Espíritu Santo estaba en viento suave y apacible, y hasta me verán hablando con las plantas, los animales o los insectos, como en la Biblia Aquél que es Bueno hablón con la higuera y con el mar; me verán feliz, observando las formas de las nubes, y dando ¡gracias, gracias, gracias...!
Bien, ahora que lo escribí y
compartí, me siento como si hubiera tomado una foto de mí, y como que soy más
capaz de darme a conocer más claramente, a pesar de mis extrañezas, para
construir mejores relaciones. Lo que
esperaría de todo mi corazón, es que quienes me quieran conocer, se sepan
siempre aceptos, bienvenidos y seguros,
a pesar de mis particularidades o las suyas.
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