Soy orquídea
Por María Antonieta Campos Badilla
Conversaba con un par de mujeres de hermoso corazón, de esas que
impactan el mundo por donde pasan pero no son muy conscientes de ello. Las mujeres somos
alegría para el mundo pero lo olvidamos con frecuencia. Tengo muchas amigas
como ellas y me encanta sentarme a escucharlas porque son mi espejo. Cuando las
mujeres hablan y me inspiran con el alto valor que le asignan a la construcción
de un sentido profundo de vida, pienso que también yo impacto al mundo con mi
presencia y no lo noto.
Conversábamos de tatuajes y pensé en una imagen que a mí me
representaría. Dije: “una orquídea, porque yo soy mía”; al rato les dije “es
que las orquídeas sólo son ellas mismas”. Así son, hermosas, silenciosas, muy
quietas, en medio del bosque donde ocurren tantas cosas y ellas sólo están
allí, observándolo todo con libertad absoluta, sin juicios hacia otros, sin necesidad
de aceptación, en reposo y sin hacer esfuerzos para obtener nada, sólo son de
ellas, sólo son.
El labio de una orquídea resalta su belleza y sirve a los
insectos para reposar en ella mientras beben y las polinizan y sus cinco
hermosos pétalos abrigan, dan sombra, protección y belleza sin saberlo. Su
esencia es generosa, pero no porque ella haya sido creada para servir a nadie,
sino porque ella es. Sin esfuerzos mayores, sólo su presencia cambia el entorno
y vuelve las miradas hacia ella. Dichoso el que es sensible y la nota, porque
su vida cambia por completo en el momento en que la ve. Pero eso, sólo eso,
verla y disfrutarla porque la orquídea se pertenece sólo a ella misma.
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