Soy un río
Por María Antonieta Campos Badilla
Papi está en perfecto estado de salud. Los detalles no importan ahora mismo, Dios es bueno y hace milagros de muchas formas. ¿Se esperaría una reacción de júbilo? Algunas veces el júbilo y el agradecimiento se comunican con el silencio.
Tengo ya varias semanas de no escribir, les cuento ahora cómo estoy.
Te libera la vida de dolores, peligros y amenazas que has
sufrido por un tiempo; te concede Dios el milagro esperado. ¿Qué se hace
entonces? Se dan las gracias, y se pide la oportunidad de descansar un rato.
El tiempo de descanso, desde la recreación, pasando por el
ocio, hasta el sueño, e incluso el llanto o la risa, permiten acomodar las
ideas. Aprendí que una crisis que comienza cuando te dan una mala noticia, no
termina cuando pasa el peligro, sino cuando se lograr comprender qué fue lo que
pasó, por qué ocurrió, qué fue lo que cambió y, a partir de ahora, qué sigue.
Leí ayer estas hermosas reflexiones de mi hermano, hombre
sabio y sensible, filósofo y poeta, libre de las ataduras materiales y de los
roles socialmente establecidos:
Al leerla comprendí que justo en esa etapa estoy, mi río
interno ha crecido tanto que nunca volverá a su cauce inicial, formará uno
nuevo, sin preguntarle a nadie. Los ríos no preguntan por dónde pasar, no piden
permiso; los ríos son, serpentean como les place y dependen solamente del cielo
y la cantidad de agua que, en un ciclo interminable y cambiante, este les
provea.
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