Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
16 de noviembre de 2015
Mi Regalo de Cumpleaños:
El Don del Perdón, de la Sanidad y de
la Vida
Por María Antonieta Campos Badilla
Hoy es mi cumpleaños. Cuando niña
mi mamá invitaba a mis fiestas a cuanto niño pobre conociera de los alrededores
del barrio. Nos enseñó a compartir, a no pedir regalo, sino a pensar en que
nosotros teníamos mucho para dar.
Claro que siempre recibía buenos
presentes de mi familia y un trato especial de las amiguitas. Recuerdo con
cariño a Michelle, la hija de una pareja misionera que en mis fiestas solía
repetir, cada vez que empezaba un juego: “¡primero la cumpleañera!”; me hacía
sentir importante. Esta regla que ella aplicaba era buena y justa porque todos
los niños cumplen años una vez cada doce meses, y en ese ciclo a cada uno le
tocaría ser el primero alguna vez. Así como ella, fui educada yo: Primero pensar
en las necesidades de los demás para repartir lo que había entre todos. Así que
hoy que es mi cumpleaños número 41, yo quiero darles este regalo, el mejor
regalo que he recibido: el don del perdón, de la sanidad y de la vida.
En estas fechas, mis principios
han sido puestos a prueba de nuevo. Esta vez no ha sido mi madre la de la idea,
pero la vida se las ingenia siempre y he tenido que pensar mejor mis oraciones,
mis peticiones, y ¿qué es lo que quiero que recibir como regalo de cumpleaños?
Bien, sin entrar en
pormenores, lo que pasa es que este año
he tenido que agradecer con más claridad la vida. He encontrado paz en el versículo
bíblico: “Porque ciertamente te libraré, y no caerás a espada; antes bien,
tendrás tu vida por botín, porque confiaste en mí” (Jeremías 39:18).
Para encontrar el botín que busco,
que al mismo tiempo es un regalo que ya fue otorgado, he tenido que volver a
los principios que he aprendido en la vida. Yo los he aprendido en la Biblia,
pero se pueden encontrar en cualquier lugar, porque son los principios que rigen
la naturaleza y la vida. Usted los sabe también, “porque todo el que pide,
recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”. (Mateo 7:8)
Me refiero a principios como los
que he mencionado en otras ocasiones: La verdad liberta, la libertad trae
justicia, la justicia trae paz, el amor hecha fuera el temor, lo que se siembra
se cosecha, etc. Y uno de los principios más importantes para mi desarrollo
espiritual ha sido el principio del perdón
como herramienta liberadora y sanadora.
Si usted no cree en Cristo puede buscar este principio en cualquier otra
religión, y aún si se considera ateo
puede encontrarlo en la psicología, en la metafísica y en cualquier otra
postura que se refiera al bienestar integral humano.
No el perdón entendido como
inclinarse y dejar que otros pasen por encima una y otra vez; nadie, ni la
Biblia, dice que eso sea perdón. Yo me
refiero al perdón entendido como
encontrar mi fortaleza, mi integridad y seguridad personal y, entonces, soltar el pasado para que no sea una carga, dejar
de arrastrar sentimientos y recuerdos que hacen daño, dejar ir de mi mente a
aquellos que no me podrán herir nunca jamás, dejarlos ir con luz divina y
bendición porque he descubierto que la luz que brilla en mí es mayor.
¡Ese perdón!
El perdón me libera y le da vida a mi cuerpo, aligera
mi espíritu y le deja alzar vuelo, es ungüento
a mi alma y refresca mis emociones.
El perdón encapsula el dolor del cuerpo y lo hace salir, por eso sana.
Es el perdón el que cierra y cicatriza la llaga o me libera de ella, sobre todo cuando ese perdón está dirigido
también a mí o a mis seres queridos. Y cuando ese perdón va acompañado de las
manos de amor del que abraza, del que se alía con el enfermo y le toca y declara al mundo que el amor ha vencido,
entonces su poder se intensifica y el espíritu, el alma y el cuerpo toman vida:
en ese orden.
Es por esto que digo que este
principio se constituye en el camino de búsqueda de mi botín o regalo de
cumpleaños. Es lo que he recibido de la vida y lo que ahora les comparto.
Cumplir años, significa eso:
recordar que hubo un año más de vida. Yo no lo hubiera logrado sin el perdón, y
sé que quienes viven junto a mí están en el mismo proceso.
El principio fundamental del
cristianismo es que Jesús asumió las consecuencias de todo el mal cometido por
el ser humano, y como él asumió la responsabilidad por amor, no hay culpa
alguna que yo deba cargar; y como yo sé que no fui culpada de aquello que hice
mal, entiendo que tampoco hay culpa para el prójimo transgresor. No me toca
juzgar o culpar a nadie, ni siquiera a mí misma y por lo tanto vivo en
libertad.
Este es mi credo y puede que el
suyo sea diferente. Pero yo vivo en libertad y sin culpas por la eternidad, y
deseo que usted se sienta igual.
Sé que esto es muy diferente a lo
que diría cualquier grupo que quiera ejercer control social; es diferente, sí,
pero es lo que he leído en la Biblia: Si ya se pagó la infracción, no hay culpa; sólo queda un proceso continuo de desarrollo
y sanidad, un proceso en el que se va sanando el pasado (creo que el mío y el
de mis ancestros) como si se tratara de capas que se van desprendiendo poco a
poco de la piel espiritual y que dejan surgir nuevas formas, mejores calidades
de vida. El perdón separa las capas de dolor, tristeza, enojo, resentimiento,
apegos, etc. que van saliendo como si nuestra piel fuera la de una cebolla, y
cada capa se desprende con algo de dolor, una especie de “peeling” delicado,
algunas veces tenue y otras veces profundo, y de cada una de ellas surge una
nueva piel delicada, tersa y hermosa, ligera y suave. Un proceso de
embellecimiento espiritual que casi siempre toca el alma y algunas veces
alcanza el cuerpo.
Y en ese proceso (sea cual sea el
proceso que lleva una persona en su
vida) hay para todos momentos de dolor y
tiempos de satisfacción de manera intermitente, y cada uno encuentra su
ungüento de restauración en el perdón (en el perdón dotado de fe y esperanza),
en la capacidad de soltar el pasado y desapegarse de toda idea rígida de lo que
“debió haber sido” o “debería ser”, para aceptar que lo que ha sido puede dar
un buen fruto, que lo que es traerá bendición y lo que venga será igualmente
bueno, que siempre será bueno porque esa es la naturaleza de Dios, de la
creación, de la madre tierra, del universo, de nuestra fuente y esencia.
Dios es bueno. Lo he afirmado con
alguna frecuencia en estos días.
Mi vida ha tenido un proceso
largo de sanidad, muchos momentos para perdonar y muchos más momentos gloriosos
para resurgir. Y les aseguro que de cada
etapa en este proceso, de cada “peeling”,
he salido más fortalecida, más agradecida y más feliz. Me siento satisfecha con
lo que Dios me ha dado.
Mi vida es mi botín, y en mi
cumpleaños le deseo que su vida sea el suyo también.
¡Que tengan vida, y que
la tengan en abundancia! (Juan 10:10).