sábado, 22 de junio de 2024

Meditación en las Galerías de la Mente

De Benito Pérez Galdós, en su novela Marianela (1878), he aprendido a entender la meditación como la observación (sin juicio y sin apuro) de los propios pensamientos.

En este texto, cuando Pablo (el muchacho ciego) conduce a Teodoro (el médico recién llegado) por una de las galerías de las minas, tiene lugar este diálogo (pp.,26-27):

–Para el que posee el reino desconocido de la luz, estas galerías deben ser tristes, pero yo, que vivo en tinieblas, hallo aquí cierta conformidad con mi propio ser. Yo ando por aquí como usted por la calle más ancha… preferiría estos lugares subterráneos a todos los lugares que conozco.

–Esto es la idea de la meditación.

–Yo siento en mi cerebro un paso, un agujero lo mismo que este por donde voy, y por él corren mis ideas, desarrollándose magníficamente.


En la era de la “información tecnológica, la inteligencia artificial, la producción de videos en masa y los estímulos abundantes, breves y siempre cambiantes de las pantallas”, con mucha facilidad, los pensamientos del ser humano se acumulan en la mente sin notarlos siquiera; quedan como guardados en una cueva oscura a la que sólo observando en la quietud podemos hacer llegar la luz para liberar la densidad que enlentece nuestro desarrollo espiritual.

Sólo en la quietud, en la soledad, en el silencio y observando hacia adentro encontramos la Luz Divina; a aquel que dice:

“Estad quietos y ved que yo soy Dios”.

¿Cómo podríamos escuchar al Creador, si ni siquiera aguzamos el oído para escuchar nuestros pensamientos?

Pero hay quienes temen apartarse y escuchar aquello que ellos mismos han dejado abrumar con aires espesos y turbios; hay quienes niegan la presencia de temores, prejuicios, envidias, celos, avaricias, enojos, y todo aquello que nos separa de lo Divino, pero que todos tenemos.

Sólo la luz, sólo la verdad, sólo el mirar hacia adentro amándonos al mismo tiempo con el Amor heredado de Cristo, puede disipar la oscuridad; porque, sólo entonces reconocemos la necesidad de la Gracia; sólo entonces vemos el Regalo del amor; y sólo allí Agradecemos en toda su manifestación la Presencia en Dios.

Recuerdo a los misioneros que conocí cuando niña diciendo: A Dios se le encuentra detrás de la puerta del closet.

sábado, 8 de junio de 2024

Jesús, el Billar y las Carambolas

 En un paseo familiar, mi admirada concuña jugó con mis cuñados y mi suegro al billar. Ella se convirtió en mi más admirada jugadora con sus increíbles carambolas: 

  • La carambola sencilla, cuando golpeaba una bola que empujaría a otra con la fuerza y dirección que ella quería.
  • La carambola en el aire, cuando hizo saltar la bola blanca sobre otra bola, para golpear la que seguía en sus cuentas.
  • La carambola de barra, cuando hacía rebotar la bola blanca en la barra lateral para cambiar de dirección y golpear la bola deseada. 

Fue maravilloso el espectáculo que vi, y no pensé que me serviría para comprender una jugada "de negocios" de la que después me ha parecido que fui víctima.

Para ser coherente con los nuevos tiempos de la inteligencia artificial, le pregunté a Gemini sobre las reglas del billar, las carambolas y sus metáforas. Aquí les copio su respuesta:

La metáfora de las carambolas del billar se puede utilizar para describir una situación en la que una persona manipula a otra para que haga algo que ella misma no quiere o no puede hacer.

En esta analogía, la persona que manipula es como la bola blanca, que golpea a la primera persona (la bola 1) para que esta a su vez golpee a la segunda persona (la bola 2). La bola 2, sin ser consciente de la manipulación, termina en una situación incómoda, siendo acusada por la bola 1 o, incluso, haciendo algo que no es su intención y sufriendo consecuencias negativas por ello.

Esta metáfora se puede usar en diferentes contextos, como por ejemplo:

* En las relaciones personales: para describir situaciones de abuso emocional o manipulación.

* En la política: para explicar cómo algunos políticos utilizan a otras personas para promover sus propios intereses.

* En los negocios: para describir cómo algunas empresas utilizan tácticas poco éticas para competir con sus rivales; o cómo un empleado prepara todo para deshacerse de la competencia que le representa de un compañero.

La metáfora de las carambolas del billar es una forma efectiva de ilustrar cómo las personas pueden ser manipuladas para hacer cosas que no quieren hacer o para quedar en posiciones en donde se les afrente socialmente. Es importante ser consciente de este tipo de situaciones para no caer en ellas.

Esto último, repito, es la opinión de la inteligencia artificial. Pero, como en escritos pasados lo he dicho, yo tiendo a ser ingenua, y me cuesta anticipar el daño que otro quiera provocarme, porque en general estoy ocupada tratando de llevar alivio a alguien que sufre. 

Por dicha, mi Amado Jesús no es fan del billar que se juega con malas intenciones. 

Esta semana alguien golpeó esa bola 1 con el deseo de golpearme a mí (la bola 2). Por alguna razón, Jesús, que es quien juega en mi equipo, había puesto por allí una bola 3 que muy amablemente estorbó el golpe. La verdad es que la bola 3 sí me empujó en esa acción protectora, y el golpe dolió, pero me envió justo en la dirección opuesta a la de quien trató de hacer la carambola.

Yo lo vi todo porque sigo tratando de aprender bien el juego;  y lo vi bien gracias a mi compañero de equipo que me va enseñando a ver lo que yo no veo en mi mirada ingenua: Me mostró a las dos personas del equipo contrincante con su bola blanca, vi a la bola 1 cargando una gran carta de quejas y amenazas que le había motivado a escribir la bola blanca y la vi viniendo hacia mí, pero también vi cómo la bola 1 golpeó a la bola 3 en vez de a mí usando para ello esa carta, y esta bola 3 se abalanzó sobre mí sin poder medir su fuerza. Yo como bola 2, ofendida y lastimada, tuve un primer intendo de rebotar en la barra lateral y devolverme a golpear a la bola 3. Pero Jesús me mostró el camino, me mostró que yo tenía que quedarme en la dirección opuesta a la que quería enviarme la bola blanca; es decir, tenía que evitar rebotar, tenía que evitar la dirección de las peleas y los reclamos y quedarme en el camino de la humildad y el amor, esperando con paz mi turno de juego.

Algunas defensas y protecciones que Jesús provee duelen, pero las reacciones de amor suelen ser una mejor estrategia que las carambolas; en todo caso, reconozco que en mi equipo, es Jesús el Señor de la Estrategia. 

(A Dianita con todo mi cariño por inspirarme, con su juego, a entender la metáfora de las carambolas, y a pensar en la dirección más conveniente de mi propio actuar en mi mundo laboral).