viernes, 2 de mayo de 2014

Esperar Cosas Buenas

Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
Undécima reunión: 2 de mayo de 2014

Esperar Cosas Buenas

Por María Antonieta Campos Badilla

Asiste a nuestro grupo de las Tardes de Manualidades y Café una mujer de gran valía. A sus casi 85 años, ella es ese tipo de mujer afable que logra mantener amistades desde su juventud. Otras mujeres la buscan en su casa de cuando en cuando. Nunca falta la que llegue sin avisar y se quede un ratito con ella a la hora del café. 
La buscan porque es atenta, porque trata bien a todas las personas. Habla con la misma cordialidad con los ancianos de su iglesia que con los profesionales, con los técnicos, y también con los mensajeros, los vendedores y los misceláneos; y a todos, sin excepción, les ofrece su mejor taza de café con algún bocadillo.
Además, tiene la particularidad de disimular las debilidades y resaltar las cualidades y las oportunidades de los demás. Tiene apertura de mente, tanto que sus amigas pertenecen a diferentes tipos de grupos: a su vecindario de juventud, a su escuela, a sus relaciones de amistad durante su adultez joven, a su iglesia, etc. Su grupo es amplio, heterogéneo y en estable crecimiento.
Sobre todo la buscan porque sus palabras dan esperanza y aliento al cansado. Y a partir de su ayuda es que relato mi historia: 
Hace algunos años, en plena crisis económica mundial, me urgía encontrar un trabajo adicional. Preocupada y desalentada tuve la oportunidad de conversar con Luz, quien conocía bien mis atestados y mi experiencia profesional. Ella bien sabía que mi formación (académica y personal) era más que suficiente para ser una "profesional exitosa", por lo menos eso hubiera prometido la modernidad; pero los tiempos estaban cambiando y aunque me había preparado en dos carreras diferentes, y además había estudiado inglés y algunos programas de computación, algo más hacía falta. Ella me dijo: "Algunas veces las personas necesitan, además de preparación, un golpe de suerte; yo voy a orar para que Dios le conceda un golpe de suerte".
Ese día comencé a creer lo que en reflexiones de semanas anteriores les he escrito: Dios quiere cosas buenas para nosotros y podemos esperarlas. En menos de un mes de oraciones de amor me llamaron para trabajar en uno de los puestos más reconocidos que he tenido a nivel laboral; comencé allí mi carrera en el área de la administración educativa pues sin esperarlo me nombraron decana de una facultad universitaria; aprendí de todo: administración, diseño curricular, reclutamiento, selección, contratación, procesos de inducción, capacitación docente, diseño y administración de programas y cursos virtuales, asesoría y atención al estudiante en su proyecto de vida profesional, resolución de conflictos, establecimiento de alianzas empresariales, internacionalización de programas académicos y otras muchas tareas que antes ni sabía que existían y que ahora me permiten desarrollarme en el mundo de los servicios de atención psicoeducativa de una manera muy diferente. 
Aprender de cero fue un proceso muy duro, y algunas dificultades externas se presentaron en el camino. Sin embargo, por difícil que fuera el proceso de aprendizaje, y a pesar de algunas lágrimas que me sacó, este proceso era parte de mi golpe de suerte, y era necesario para que luego Dios me permitiera llegar donde yo quería: a desarrollar un emprendimiento propio según mi visión y misión personal. Las Tardes de Manualidades y Café son parte del producto de aquella petición de amor de nuestra amiga.
La suerte (o la oportunidad) no es opuesta al esfuerzo, no es opuesta al mérito, sino un buen complemento. Cuántas mujeres y hombres maravillosos conocemos que aún no encuentran pareja, cuántos profesionales excelentes que pasan desempleados un buen tiempo hasta encontrar un nuevo puesto laboral, cuántos trabajadores esforzados y honestos que parecen tardar más años que otros en prosperar. Les aseguro que a estas personas no les falta nada, no es que estén haciendo las cosas mal; al contrario, nosotros sabemos que son excelentes, maravillosos y merecedores de todo lo que nos parece mejor en el mundo. Lo sabemos sin duda: Para todos ellos hay un plan divino, algo que les hará llegar a la situación esperada más tarde o más temprano. 
Claro que es más fácil creer en lo que vendrá para otros que en lo que vendrá para mí. Pero todos lo sabemos, sabemos que la respuesta vendrá y que será positiva, algo mucho más especial "de lo que pedimos y entendemos". Sí, el esfuerzo honesto, la fe y el amor, tienen buen fruto siempre.
Algunas veces con sólo esforzarnos, la bendiciones vienen. Otras veces nos esforzamos sin respuesta por un tiempo, pero la cosecha vendrá, nada más es cuestión de esperar, de descansar por un rato mientras el ángel nos resguarda como nos lo dijo Daniel Campos en su comentario a la reflexión "Tiempos de Quietud". Pero algunas veces, lo que hace falta es "clamar por" y "creer en" ese precioso golpe de suerte.
"Jehová sustenta mi suerte" y yo le creo. Yo decidí creer en sus promesas, decidí que cada vez que temo, llevo a Él mis inquietudes y las dejo con Él; luego simplemente pienso en cómo de la nada Él ha abierto camino para mí y me ha dado bendiciones que no existían. 
Por ejemplo, de la nada creó un buen puesto laboral; ¿que si yo había hecho méritos para tenerlo?, sí, pero nadie puede decirme que por muy buena profesional que yo fuera no existía la misma posibilidad de que llamaran a otras personas para ocuparan mi cargo, yo no lo había buscado, yo no había pedido trabajo en ese lugar, de la nada me llamaron porque a Él le plació. 
Otro gran ejemplo es cómo de la nada me dio el más maravilloso esposo que hay en el mundo; no lo busqué yo, Él llegó de repente al dintel de mi puerta cuando yo rondaba los 38 años, lo digo literalmente: Él llegó al dintel de la puerta de mi oficina a hablarme en un momento en el que yo estaba tan ocupada que no podía pensar en tener pareja. De la nada un hogar con una bella adolescente que nos acompaña y alegra cada día; de la nada y sin que tuviera que yo tuviera que esperar nueve meses o dieciséis años. De la nada me dio mascotas, paseos, actividades culturales y sociales que antes no existían en mi vida. De la nada me dio el más grande amor terrenal que hay. 
No he hecho yo grandes esfuerzos; les había contado en la reflexión anterior que a mí ya me habían recomendado: "Antonieta, no hay que hacer grandes esfuerzos". Pues desde que creo que Él sustenta mi suerte, ya no hago tantos esfuerzos. 
Reconozco que aún me afano por algunas cosas que no debiera y, en esos días, me canso más de lo recomendado, pero no tanto como antes, no, ahora levanto mi voz y doy gracias por las bendiciones que vienen. Ahora sí me animo a creer que la gente me va a ayudar, que Dios me va a rodear siempre de personas bondadosas que compartan su amor, que la salud y los bienes materiales también están allí para que yo los disfrute, que la vida me ha dado, me da y me dará siempre suficiente bienestar, todo lo que necesito; lo que anhelo sí vendrá. Ahora cuento mis bendiciones del presente y no dejo que lo que no ha llegado aún opaque la gran obra que Dios está haciendo, creo y no dejo de decir lo bueno que vendrá.
Sí vendrá, no por merecimiento sino por suerte, no por merecimiento sino por gracia, por regalo; ¿acaso no nos ha dado Dios todo por regalo? Yo planeo mi futuro y trabajo por él, pero trabajo en el presente, disfrutando las bendiciones del presente, no me desgasto por mi futuro porque el futuro glorioso que espero viene solo, por suerte, por gracia, por regalo.

Dios es bueno y Él es quien sustenta mi suerte, por lo tanto yo espero cosas buenas.

1 comentario:

  1. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede gloriarse de nada; pues Dios es quien nos ha hecho. Efesios 2: 9 (Biblia Dios Habla Hoy)

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