miércoles, 25 de marzo de 2015

De la Abundancia del Corazón...

Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
25 de marzo de 2014

De la Abundancia del Corazón…
Por María Antonieta Campos Badilla


De acuerdo con nuestro esquema de reflexiones para el primer trimestre de este año hemos venido hablando de:

1.       El arraigo y nuestro propósito de vida
2.       Nuestras emociones, nuestra creatividad y nuestras metas
3.       El amor propio como fuente de nuestra fuerza de voluntad para alcanzar nuestras metas
4.       El amor que es benigno para todos y nos permite llegar a la cima

Continuarían en nuestra lista los siguientes:

5.       La comunicación (tema de hoy)
6.       La espiritualidad, el discernimiento, la intuición y la visión de mundo
7.       La conexión con la Divinidad

Hoy corresponde la comunicación, porque es precisamente con esta habilidad con la que podemos vincularnos con los demás para cumplir nuestro propósito de vida, cualquiera que este sea. Esta es la habilidad que sigue al amor.

¿De qué hablamos? ¿Qué comunicamos? “De la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45). No importa cuál digamos que es nuestro propósito en la vida, si este no está arraigado en nuestro corazón no lo comunicaremos (accionaremos) adecuadamente. Lo que somos por dentro, hablamos (hacemos) afuera.

Así, la mejor forma de cumplir con nuestro propósito y con las metas plateadas es conocernos, conectarnos con nuestras emociones, darles lugar, reconocerlas y dejarlas resolverse hasta que estén en armonía, en paz; para cumplir con aquello que da sentido a nuestra vida hay que darle cabida a nuestra creatividad y amarnos a nosotros mismos para luego poder amar a los demás. (Reitero que estos son los temas sobre los que hemos venido reflexionando).

Hay una vinculación perfecta entre todos estos temas de los que hemos hablado. Cada vez que uno está en desequilibrio los otros se ven afectados, y cada vez que tenemos paz es porque hemos encontrado armonía entre todos estos temas.

Es por esto que he señalado una vinculación clara entre los que hay en nuestro interior y aquello que hablamos y hacemos al final; porque somos un todo compuesto por partes indivisibles, inseparables. ¿Por qué digo “comunicaremos” y “accionaremos” o “hablamos” y “hacemos” como si se tratara de una misma cosa? Porque de hecho lo son.

Esta vinculación entre la palabra y la acción, y a su vez entre la palabra y lo que está en el corazón o en la mente, se encuentra plasmada en diversas filosofías y visiones de mundo en las diferentes culturas; incluso en la política. Dentro de los ejemplos más famosos se cuenta que Margaret Thatcher dijo: “Pregúnteme qué estoy pensando. Cuida tus palabras, pues se convierten en acciones, cuida tus acciones pues se convertirán en hábitos, cuida tus hábitos pues se convertirán en tu carácter, y cuida tu carácter pues se convierte en tu destino. Nos convertimos en lo que pensamos”. Esto es lo mismo que decir que “de la abundancia del corazón (del pensamiento) habla la boca” y que aquello que comuniquemos se constituirá en nuestro accionar y en nuestro real propósito de vida.

Según la Biblia “En el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho”. (Juan 1:1-3)

Ese poderoso y preciado Verbo, esa Palabra eterna y perfecta se encuentra en nosotros. Ese perfecto y eterno Amor es el que podría brotar de nuestros labios todo el tiempo. ¿Cierto?

Es precisamente el amor el que puede comunicar aquello que hará nuestro mundo mejor (véase nuestra reflexión anterior Amor para Llegar a la Cima). Pero el amor no se finge (o no por mucho tiempo); lo que hay allí adentro, lo que hayamos sembrado en nuestros pensamientos, eso es lo que saldrá al final y es mejor conocerlo, aceptarlo y resolverlo, que negarlo, reprimirlo y dejarlo explotar.

Al respecto hago un cuestionamiento sensible: ¿Es que acaso debemos tener emociones, pensamientos y palabras bonitas todo el tiempo? En su Epístola Universal Santiago escribió: “¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada?” (Santiago 3:11) Lo he pensado por muchos años, y sin querer contradecir a Santiago, y sin ignorar la profundidad y sentido real de sus palabras según el contexto, creo que a veces sí se puede; en algunas ocasiones llegan a brotar de nuestros labios palabras de amor acompañadas de resentimiento, y esto es así de cierto como el hecho de que nuestro arraigo a la vida a veces puede estar debilitado, nuestras emociones pueden ser ambivalentes, nuestra aceptación personal puede ser más fuerte en unas áreas que en otras, nuestro amor al prójimo puede ser inconstante.

De nuevo pregunto: ¿Qué estás hablando? ¿Qué es lo que comunicas continuamente? ¿Comunican tus palabras tus deseos de vivir, tu amor por la vida, un fuerte arraigo, un propósito claro? ¿Expresas tus emociones con fluidez y tu creatividad con pasión? ¿Dicen tus palabras cómo eres, dicen que reconoces todas tus virtudes, dicen que te amas y te aceptas a ti mismo(a)? ¿Dejan ver esas palabras la gran fuerza interna que te permite accionar? ¿Habla tu boca de amor, del amor veraz que sabe cuándo detener y cuándo impulsar? Cuando no es así, hay alguna de las áreas mencionadas en la lista de arriba que se encuentra en conflicto, y es necesario observarnos y escuchar lo que dice nuestra voz interior. Sólo reconociendo lo que hay adentro, sólo cuando lo comprendemos y nos aceptamos con amor, logramos hacer cambios profundos que nos permitan tener paz.

El reconocimiento y la autoaceptación son, pues, la primera estrategia para tener equilibrio y que brote de nuestra boca amor, paz, armonía, etc. Para ello necesitamos tiempo con nosotros mismos, tiempo de meditación.

Una acción posterior podría ser el sembrar más pensamientos de bien que pensamientos de mal, sembrar pensamientos de amor para cosechar palabras de amor. Y paradójicamente, los pensamientos se pueden sembrar hablando. ¡Un ciclo hermoso y muy conveniente para nosotros! Hablamos lo que hay en nuestro interior, pero aprendemos a pensar lo que hablamos.

Así, los psicólogos cognitivo-conductuales, los representantes espirituales de las diferentes religiones y aún el cristianismo, nos motivan a hacer afirmaciones positivas, afirmaciones que se hagan realidad al repetirlas una y otra vez. Algunos ejemplos comúnmente recomendados y que se refieren directamente a la lista de arriba:

1.       El arraigo y nuestro propósito de vida:  “Tengo mi vida por botín” (Jeremías 39:18), “Tengo vida, y vida en abundancia” (Juan 10:10), “No moriré sino que viviré y contaré las obras de Dios en mi vida”.
2.       Nuestras emociones, nuestra creatividad y nuestras metas: “Tengo paz que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7), “El gozo del Señor es mi fortaleza” (Nehemías 8:10).

3.       El amor propio como fuente de nuestra fuerza de voluntad para alcanzar nuestras metas: “Porque soy honorable y Dios me ha amado” (Isaías 43:4), “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:3), “No me ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (II Timoteo 1:7)

4.       El amor que es benigno para todos y nos permite llegar a la cima: “Mirad cuán bueno y delicioso es habitar los hermanos juntos, en armonía” (Salmo 133:1)

Y para el quinto tema: La comunicación, la recomendación Bíblica al respecto de nuestros pensamientos sería: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si alguna alabanza, en esto pensad” y yo añado: “esto hablad”; porque nuestro esfuerzo consciente por hablar y hacer algo de manera repetitiva será automatizado en nuestro cerebro después de un tiempo, se convertirá en nosotros, en nuestra esencia interior.


Obsérvate, reconoce lo que hay en tu interior, no lo rechaces, más bien comprende sus razones conoce su fuente; acéptate, ámate, no juzgues, habla bondad para ti y para los demás. El amor terminará por arraigarse profundamente en ti y brotará de tus labios, de tus ojos, de tus manos y de todo tu ser como brota el agua de una fuente de agua dulce, como brota el agua de la fuente ideal de la que habla Santiago.

lunes, 23 de marzo de 2015

Amor para Llegar a la Cima

 Psique&Salud
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
18 de marzo de 2015.
Amor para Llegar a la Cima


Por María Antonieta Campos


Cuando la yunta de los bueyes que jala la carreta se rompe en una cuesta empinada, y urge llevar la carga a la cima para poder prosperar, entonces hay que empezar a empujar. Puedes empujar con fuerza o puedes empujar con amor.

Cuando yo era una adolescente solía preparar algunas reflexiones para los campamentos de colegio a los cuales yo asistía como parte del grupo de líderes. Mi mejor amigo me reclamaba porque decía que yo siempre escribía sobre el amor; a mí, en mi preciada inocencia, no se me ocurría que pudiera haber un tema más interesante, pues el amor es aquella fuerza que impulsa todo.

Ya en edad universitaria escuché cualquier cantidad de reflexiones sobre el pasaje de I Corintios 13 que habla sobre el amor. Estas eran, básicamente charlas manipuladas (por hacer más énfasis en unas partes del pasaje y no en otras, y por añadirle lo que nunca fue dicho), charlas promotoras de la tolerancia incondicional y, en algunos casos, promotoras de la sujeción de la mujer.  Parecía que el pasaje dijera: el amor es sufrido, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta, así que aguante las malacrianzas de su marido y no se irrite. 

¡Horrible malversación! Y más horrible que la sociedad aprendiera a juzgar a los cristianos interpretando con error que todos los seguidores de Cristo promovían tal estilo de vida.

En mi vida adulta, sin embargo, he escuchado a muchas personas expresarme con dolor que no quiere oír nunca más ese pasaje, que no quieren que les digan que tienen que sufrir porque ya han sufrido mucho.

Pongamos el pasaje en contexto; se supone que es un pasaje que fue escrito a la luz del evangelio de Cristo. ¿Acaso alguien puede decir que Jesús sanó a alguno de sus seguidores y lo envió luego a sufrir?, ¿acaso él dejó que apedrearan a aquella mujer a la que los demás condenaban por adúltera? y ¿será que cuando las multitudes tenían hambre las dejó sin comer y les reclamó por no estar trabajando? No, todo lo contrario, Jesús alimentó, sanó, perdonó, ayudó, restauró; les dio un lugar digno a las mujeres, a los pobres, a los que con su corazón buscaban compasión; comprendió su pasado, sus motivos, sus necesidades y perdonó todo aquello que los líderes religiosos de la época jamás hubieran perdonado.

No trató Jesús igual a los fariseos ni a los mercaderes del templo. A estos los cuestionó, los ubicó y les puso límites; le señaló puntualmente lo que no estaban haciendo bien, precisamente, no actuar con amor sino de forma legalista. Y nadie puede decir que sus regaños y sus calmas o intensas verdades hacia ellos iban carentes de amor.

Así, en ese espíritu y con esa visión debería leerse el pasaje completo y tal cual está escrito:

1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.
2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.
4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;
5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
8 El amor nunca deja de ser

Hasta aquí, el pasaje sólo está diciendo que aquello que ha sido especialmente valorado por las altas jerarquías sociales no es el fundamento firme del ser humano, no es lo que nos da valor. Los primeros cuatro versos indican que no son tan valiosos los conocimientos y poderes espirituales, no son tan importantes las ciencias ni la visión de mundo que nos permiten hacer negocios y enriquecernos, tampoco es tan honroso el desprendimiento ni la generosidad,  ni mucho menos es deseable el ascetismo, ahí lo dice: no se trata de entregar el cuerpo para ser quemado, no se trata de soportar dolor.

Entonces, ¿a qué clase de sufrimiento se refieren el verso 4  y el 7? Al más simple, al más sano, al que se vive de manera natural y en libertad cuando una  persona con buena autoestima se enamora de otra persona con igual cualidad. Al dolor que siente la novia (y que incluye palomitas en el estómago) cuando el novio se va y promete regresar a visitarla al día siguiente. A la angustia que siente la madre cuando ve a su hijito enfermo y se queda junto a su cama acompañándolo por la noche, la madre no querría estar en ningún otro lugar si su presencia es esencial para el bienestar del niño y si lo ama de manera sana. Este sufrimiento se refiere a la tristeza  de ver al amado agobiado o en problemas y hacer lo que pueda para que esté mejor. Se refiere a ese sufrimiento que impulsa a la compasión y a hacer un esfuerzo por empujar la carreta juntos pero sin lastimarnos la espalda; para que la carreta llegue a la cima ninguno de los dos debe lastimar su espalda; los dos deben empeñar igual esfuerzo, los dos deben ponerse de acuerdo, deben buscar los mejores recursos a la mano, pero ninguno debe salir lastimado porque el amor es benigno, y ese es quizás el tema que olvidaron mencionar aquellas reflexiones que escuché en mi época universitaria. El amor es benigno y lo es para mí también; es benigno con todos.

Además, en el mismo verso 4 dice que  el amor no tiene envidia, y esto es fácil de entender, porque no tiene envidia el que tiene suficiente autoestima (amor propio). Y en la misma línea también dice que no es jactancioso porque quien se ama suficiente a sí mismo y no depende de la aprobación de otros, ni se envanece, sino que sabe que el valor de todos los seres humanos es el mismo, excelso; el valor del amor que Jesús nos proclamó, el valor de Su vida misma; porque este pasaje, al fin y al cabo, se comprende sólo a la luz de su evangelio por el cual fue escrito.

En el verso 5 se nos hace ver que el amor discrimina lo bueno de lo malo y no hace nada indebido, pone límites, no permite nada indebido hacia uno mismo ni hacia los demás.  Y este mismo verso nos hace ver que el amor no busca lo suyo porque no somos seres aislados. La conciencia de que somos parte de nuestro entorno y nuestro entorno de nosotros, y de que nuestras acciones nos afectan al mismo tiempo a quienes nos rodean como a nosotros mismos, es una conciencia inherente al amor. Esa conciencia del propio ser,  el saberse parte del todo, la conciencia de que todo lo que Dios quiere para nosotros es bueno, esa conciencia engendra en nosotros paz que sobrepasa todo entendimiento y nos permite actuar buscando el beneficio de todos; por eso, el amor no se irrita.

El amor comprende, porque se basa en la verdad completa y no en partes de ella; por eso el verso 6 dice “se goza de la verdad”. Esto quiere decir que el amor establece un balance entre la compasión y el perdón y así busca la justicia de la que habla este mismo pasaje, y por ello se reitera lo que dice el verso 5: “no guarda rencor”, pero establece la justicia a través de la verdad.

En el verso 7, de nuevo dice “todo lo sufre”. Sí, se puede empujar la carreta en los momentos más difíciles si se hace con amor, porque el amor genera esperanza (“todo lo espera”), genera convicción (“todo lo cree”) para actuar de acuerdo a nuestro sentido de vida y a nuestros valores, para esforzarnos hasta alcanzar nuestras metas y aún superar los obstáculos que la vida presenta (“todo lo soporta”).

“El amor nunca deja de ser”, dice en el verso 8. Y yo recuerdo que “ni lo alto, ni lo profundo, ni la vida, ni la muerte, ni el mal podrán separarme del amor de Dios”. (Romanos 8:39)

miércoles, 4 de marzo de 2015

Para Perseverar: Poder, Amor y Dominio Propio

TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
4 de marzo de 2015.
Para Perseverar:                                     Poder, Amor y Dominio Propio
Por María Antonieta Campos


Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”. (II Timoteo 7:9)

Este año hemos estado reflexionando sobre la forma en la que podemos desarrollar una vida con sentido, con propósitos y metas claras, con actividades y recursos bien definidos para cada situación que enfrentamos, y con capacidad de automonitoreo de los logros y del rumbo que con nuestras actividades vamos tomando.

Planear puede haber parecido difícil y, sin embargo, era la parte más sencilla de nuestro viaje. Ser perseverante y tener disciplina conforme pasa el tiempo suele ser más difícil de lo que pensamos. Para lograr lo que nos hemos propuesto debemos revisar si nuestra vida está en equilibrio apuntando a nuestras metas de la misma manera en que una brújula apunta al norte.

Una vida en equilibrio es una vida que tiene arraigo, que sabe de dónde viene su fuerza vital, cuál es su fundamento. Es por esto que nuestra primera reflexión del año 2015 tenía que ver con nuestro propósito y sentido de vida.

Sobre este fundamento teníamos que ejecutar un segunda tarea: Enfocar nuestra atención, nuestra creatividad, nuestras emociones y nuestros placeres en metas específicas que quisiéramos realizar; estábamos proponiendo metas y actividades que nos dieran placer y satisfacción con respecto a nuestro bienestar y el de las personas con quienes nos relacionamos, metas que nos permitieran desarrollar emociones acordes a nuestro propósito de vida.

En la tercera etapa de este programa nos corresponde ejercer autocontrol; por eso he iniciado esta publicación con el versículo de Timoteo. ¿Por qué se señala en la Biblia una triada indisoluble entre poder, amor y dominio propio? Creo que porque el fundamento de un amor sano es el autocontrol. Para que todo aquello que hagamos resulte bien, debemos hacerlo con amor, y hacerlo con amor significa hacerlo con cuidado, hacerlo reduciendo al máximo los riesgos para todos, hacerlo en el momento oportuno, con la fuerza y precisión correctas, ni más, ni menos.

Una persona con buena autoestima sabe ponerse límites y ponerlos a su contexto; asume las responsabilidades que le corresponden y se las asigna a otros según lo que es justo; tiene fuerza de voluntad, conoce su poder personal y tiene conciencia de su individualidad, su esencia; por todo esto, es es una persona que puede controlarse. Así, se controla el que se conoce y se acepta a sí mismo. No en vano se dio el mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39).  Entonces, nuestra tercera actividad es primero intentar aceptarnos y amarnos sin juicios, dale lugar a nuestra creatividad personal sin juzgarla, y poner límites y ordenar nuestra vida según nuestro fundamento, nuestro sentido de vida (no según el fundamento de los demás). Cada uno es diferente y tiene un propósito diferente, una individualidad sagrada que nos ha sido dada por Dios; dejémosla ser.

Con ese fundamento de autoaceptación, disfrute y autocontrol se puede trabajar en la cuarta etapa: Amar. Con amor se toman decisiones acertadas basadas en la comprensión, el perdón y la compasión; y sólo cuando trabajamos de esta manera logramos superar los obstáculos que se nos van presentado y establecer los vínculos y las redes sociales que necesitamos para desarrollarnos de manera óptima.

El amor será, así mismo, el fundamento de la comunicación (la quinta actividad en la que nos enfocaremos en reflexiones próximas), la intuición, el discernimiento y la espiritualidad personal que nos permiten desarrollarnos con visión (sexta), y la conexión con la Divinidad que da un sentido superior a nuestras vidas (sétima).

Por ahora, las/los motivo a enfocarse en quiénes son, a aceptarse tal cual son y a disfrutar de la esencia tan maravillosa que Dios les ha dado, para así poder desarrollar el poder y el autocontrol que les permitirá amar sin condiciones.