martes, 9 de julio de 2024

El Alma de un Artista ante un Mar Tormentoso

Cuando se inventaron las cámaras fotográficas, en 1826, el arte plástico recibió un empujón a la transformación. Conseguir la imagen exacta del mundo circundante y conservarla como un recuerdo inmóvil se convirtió, entonces, en una posibilidad accesible y deseable. Dibujantes, pintores y escultores se transformaron y reenfocaron en un margen ampliado y diferente para su trabajo, ahora buscaban representar un tipo de imagen que no pudiera registrar una cámara.

Impresionismo, Expresionismo, Fauvismo, Surrealismo, Cubismo, Arte Abstracto, Moderno, Contemporáneo, Conceptual... son expresiones del arte que retratan al alma humana (individual y colectiva) con sus emociones, sus vulnerabilidades, debilidades, virtudes, ideologías, espiritualidades, aberraciones, lo consciente y lo inconsciente y todo lo que no se ve, pero que se siente y se proyecta desde adentro.

Ahora que las máquinas del 2024, con su inteligencia artificial, inventan imágenes, ya sea desde el deseo bien planteado del "artista" en un buen "prompt", o desde su defecto de "alucinación" ante la falta de datos, tendremos que ver si la visión del que hace arte con sus manos sufre una nueva transformación. Una impredecible transformación.

Algunas de las personas que pintamos lo vamos haciendo desde nuestra intuición, espiritualidad y respuesta personal al entorno. Algunos nos observamos en nuestro arte, pero sin planear mucho; dejamos que los sentimientos del día se plasmen en la obra y hablen por sí mismos. Porque la verdad del alma que puede comunicarse, libera y sana. Algunos estamos conscientes de que el dibujo es en sí mismo el acto proyectivo de lo inconsciente y sabemos que en esos trazos que hacemos estamos hablando con una voz que reside mucho más allá de nuestra estructura cognitiva. Y en ese fluir del día a día sabemos que nuestras obras publicadas comunican al mundo nuestros sentimientos más puros en respuesta a lo que se manifiesta en nuestro entorno. Esos dibujos, pinturas, collages, esculturas, instalaciones, textiles y otras formas de arte de nuestra era, son propuestas más expresivas e intuitivas que realistas; y son poco convencionales y protocolarias. Esta es la era en la que se facilita el "fluir" con lo que venga en el momento y en el que la observación del propio ser creativo, ayuda a mantener la calma, porque la propia voz no se queda atrapada sino que crea realidades mejores. 

Pero quien no se observa y goza del arte sin conectarlo con sus sentimientos más íntimos, preferirá, quizás, las propuestas más convencionales que le permiten sentirse en control a partir de reglas estéticas y teóricas tradicionales.

Justo en esta era, yo sigo observando lo que escuché de niña en el siglo XX: Que mucha gente aplaude la creación de una acuarela con lapas que se ven muy bonitas, coloridas y realistas. Se aplaude a la pintura de lapas con plumas rojas, amarillas y azules, reconociéndola como una obra más valiosa que la de una pintura de cuadritos abstractos con técnica mixta, manchada y que parece un sueño surrealista con una técnica que irrespeta los parámetros tradicionales. Al menos así lo veo en la cantidad de "corazones" y "me gustas" que recibo en redes sociales con mis publicaciones. Claro que lo veo.






Y a partir de esto empiezo a suponer cuáles son las razones de esta preferencia tradicionalista, y, a veces creo, que ese bombardeo de información tecnológica, científica y protocolariamente validada, o de información visual sensacionalista y alucinada, es un bombardeo tan intenso que abruma. Y es tanta la información y la disposición de imágenes que se reciben diariamente, que se mueve la marea bajo las balsas de vida de las personas, de una forma en la que la ansiedad y el temor hacen que se clame a gritos por la estabilidad de lo tradicional y lo que se puede controlar. 

Ante tanto que ver y escuchar, y por la incomodidad de tener que pensar y cuestionar, a veces es más fácil desear, pedir, aplaudir y exigir el protocolo y la imagen tradicionales y no la proyección del alma del artista. Igual que es preferida una intervención laboral que siga un protocolo conocido y una postura neutral en la negociaciones, y que se dejen de lado los temas personales y emocionales de quien interviene e incluso de quien solicite el servicio. Entre más protocolarias las interacciones, más seguras se siente las personas. Las estructuras tradicionales hacen pensar a los individuos que tienen el control en circunstancias sociales muy cambiantes o de conflicto.

Pero cuando pienso que es la tradición lo que da paz a las personas, me entristezco un poco; porque hay, entre los que hacen arte, almas maravillosamente humanitarias, sensibles y de alta consciencia espiritual que parecen ser acalladas e invisibilizadas por los mercados de exigen estructuras estilizadas en las que es poco deseado que cada quien escoja su propio camino y se dé a conocer desde lo profundo, con su alma genuina. 

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