viernes, 18 de abril de 2014

Tiempos de Quietud

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Semana Santa: 18 de abril de 2014

Tiempos de Quietud
Por María Antonieta Campos


Hemos reflexionado sobre los pequeños cambios que podemos hacer en nuestros pensamientos (palabras), nuestras conductas, nuestras emociones y nuestra vinculación social; hemos hablado de dedicar ciertos momentos del día para atendernos, atender a nuestras familias y seres queridos y atender la presencia de la divinidad creadora. Hemos establecido que es bueno administrar una agenda suficientemente organizada como para que nuestras necesidades sean atendidas de manera integral: "Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora" (Eclesiastés 3:1).
También es muy importante cuidar el tiempo de descansar, dedicarnos un tiempo de quietud con esperanza.
Recuerdo aún con impacto las palabras que me dijo mi psicóloga cuando estaba llevando el proceso terapéutico que es parte fundamental de la formación de cualquier psicólogo responsable. Ella me dijo: "Antonieta, no es necesario hacer muchos esfuerzos". 
Este ha sido, quizás,  uno de los retos más grandes de mi vida. No es fácil dejar de trabajar en algunos momentos del día y permitirle a mi cuerpo recuperarse, y es que es por alguna razón me es difícil creer que "todo viene por añadidura". He tenido que hacer esfuerzos conscientes por cambiar mis pensamientos y poner en práctica mi fe. Cuando tengo dificultades en esto, recuerdo algunas promesas bíblicas: 
"Mirad las aves del cielo que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre que está en los cielos las alimenta...Mirad los lirios del campo, no trabajan ni hilan, y ni aún Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos; y si a la hierba del campo que hoy es y mañana es echada al fuego, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, hombre de poca fe?" (Mateo 6:26)
En tal mensaje está muy clara la esencia del valor humano, es el valor del amor que todo lo entrega, el valor mismo de la vida de Cristo. 
Pienso que el valor de la vida es natural, somos parte y esencia de la naturaleza generosa, abundante y nutritiva que nos rodea, somos parte de la vida que se sostiene, se transforma y se expande en la creación. En nuestra esencia está la provisión, porque es la misma esencia de nuestro entorno, el que contiene todo lo que necesitamos. Nuestro entorno nos proveerá alimento, vestido, techo, amor, salud. Nuestro entorno lo hará como fue planeado originalmente, el funcionamiento perfecto de la creación que Cristo vino a restaurar.
Es la fe, el ungüento de sanidad que usó Cristo para recuperar las heridas que el ser humano ha causado al mundo natural,  o la tuerca que puso todo el mecanismo universal de nuevo en balance.
Por eso termina el versículo que he citado con la frase "hombres de poca fe"; por eso en otro pasaje dice "si tenéis fe como un grano de mostaza diréis a este monte: Pásate de aquí y se pasará, y nada os será imposible". (Mateo 17:20)
Hay momentos en los que hay que detener la rueda agresiva y avasalladora del mundo de la producción material y comprender que  no hay que hacer grandes esfuerzos, no hay que ganarse o merecer los milagros, no se puede; esos son los momentos en los que lo único que queda es esperar con fe; son los tiempos de descansar. Para sobrellevar los períodos de espera, es necesario que aprendamos a disfrutar de la quietud y del hecho de que, aparentemente, nada diferente esté ocurriendo, nada que prometa cambiar nuestro entorno en algo mejor. En ciertos momentos es necesario aceptar la quietud del mundo material para comprender en el mundo espiritual; luego, cuando sea necesario, vendrá a nosotros la sabiduría y la fuerza para movernos de nuevo; pero en estos momentos es necesario aceptar que debemos estar quietos. 
En estos momentos, necesitamos ser conscientes de que sí están ocurriendo muchas cosas; para empezar, a nuestro lado, dentro de nosotros y rodeándonos está nuestro Dios de amor y es necesario que nos hagamos conscientes de su presencia; está el Espíritu Santo clamando por nosotros, por nuestro bienestar; Jesús está a la diestra del Padre que "no se ha acortado" y que promete ayudarnos (Isaías 50:2) están los ángeles que luchan por nosotros y por los cuales la Biblia cita "no tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos" (II Reyes 2:16), refiriéndose "los que están con nosotros" al ejército de los cielos, y refiriéndose a "los que están con ellos" a nuestro problemas y las fuerzas negativas que nos quieren abatir. 
Pasan muchas cosas en el mundo espiritual y todas son en nuestro favor, porque "a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien" (Romanos 8:28). Y algunas veces simplemente es necesario que nos quedemos quietos; en II Crónicas 20:17 dice: "No habrá para qué peleéis en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros", y en Isaías 30:15 dice: "En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza". 
En términos de nuestro bienestar básico, de nuestra provisión cotidiana de alimento, vestido, protección y amor, la mayoría de veces aplica esta regla: debemos trabajar hasta donde la energía nos lo permita, no más, sin hacer sacrificios sino, más bien, disfrutando de lo que podemos dar, y luego confiar en que todo lo demás vendrá. Eclesiastés 9:10 dice: "Todo lo que te venga a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas", y en el capítulo 3, verso 22: "no hay cosa mejor que alegrarse el hombre con lo que hiciere". También dice otro pasaje: "En paz me acostaré, y así mismo dormiré; porque sólo tú, mi Dios, me haces vivir confiado". (Salmo 4:8)
Los motivo esta semana a disfrutar de lo que hagan, a hacerlo con deleite, sin muchos esfuerzos pero con demasiada alegría; y luego a descansar, confiar y esperar con fe. La cosecha la dará el Señor, en el lugar y el momento que sean más oportunos para nuestro bienestar. La victoria en nuestras luchas ya ha sido alcanzada por Cristo Jesús.




1 comentario:

  1. Añado con su permiso un comentario de Daniel Campos Badilla a este texto:

    Un domingo hace casi cuatro años fui a visitar la Frick Collection, un museo que alberga el acervo de dos colecciones privadas de arte de Nueva York. El principal motivo era ver una muestra de dibujos, grabados y pinturas al óleo de Rembrandt.

    Los dibujos eran de una simplicidad hermosa, los grabados de una calidad y un detalle magistral. La mayoría de los dibujos eran con tinta y “wash” color café. Con pocos trazos creaba escenas conmovedoras, muchas eran ilustraciones de pasajes bíblicos.

    Entre estos, me gustó uno del profeta Elías siendo auxiliado por un ángel cuando huyó al desierto para escapar de la reina Jezabel, quien lo perseguía para matarlo (I Reyes 19). Elías llego a sentirse tan atribulado, tan agobiado, que se sentó a la sombra de un enebro y le pidió a Dios que le quitara la vida antes de quedarse dormido, exhausto.

    El dibujo en sí representaba el momento en que el ángel de Dios despierta a Elías para decirle: “Levántate y come”. Con pocos trazos, simples y muy libres, Rembrandt crea la escena.

    El dibujo me conmovió. Es el dibujo que mejor recuerdo de la muestra.

    Regresé a casa pensando por qué Rembrandt escogió representar precisamente el momento en que el ángel despierta a Elías. Apenas llegué a casa releí la historia en I Reyes 19. Hacía muchos años no la leía, aunque es una de las favoritas de Mami, creo. Pero con ella siempre habíamos comentado el final, cuando Elías encuentra a Dios no en el poder de la naturaleza sino en un silbido apacible.

    Nunca me había detenido a pensar en el camino que siguió Elías por el desierto ni en las circunstancias. Quizá antes, más joven, no hubiera entendido lo que significa estar atribulado y exhausto emocional y físicamente.

    Pensé en ello, especialmente en Elías con el ángel. Elías se duerme deseando morir. Pero Dios no le quita la vida. No es ese el descanso que tiene para Elías. Por el contrario, le envía un ángel para que le lleve sustento, lo fortalezca y lo anime.

    Después de un tiempo (no sabemos cuánto) el ángel lo despierta. Elías come y recibe el sustento. Pero no reinicia su camino, su lucha, de inmediato. Duerme de nuevo. Descansa velado por un ángel. Dios le permite reposo, descanso, refugio, antes de pedirle que reinicie su camino. Le permite a Elías que recupere su vigor, su ánimo, su vitalidad, durmiendo bajo una sombra, alimentándose con los regalos que trae un ángel.

    Es solamente después de ese descanso vigorizante que el ángel lo despierta de nuevo para que Elías coma más, se alimente, y continúe su camino. Solamente en esa segunda ocasión le menciona el ángel a Elías el largo camino que tiene por delante hasta el Monte Horeb o Sinaí. Entonces Elías se levanta, come, bebe, y emprende el recorrido por el desierto hacia el monte de Dios.

    A raíz del dibujo y la historia he pensado en tres temas. El primero es la metáfora de la vida como camino por el desierto en busca del monte de Dios. El segundo es la necesidad de que ángeles-personas nos ayuden en los momentos de desánimo, desfallecimiento, tribulación. El tercero es el refugio que Dios provee, la oportunidad de reposo que Él permite en las épocas de aflicción cuando sentimos que no podemos más.

    Pero de estos tres temas, el totalmente nuevo, una revelación para mí, fue el tercero. El dibujo de Rembrandt me llevó a detenerme en este tema, el que me lo reveló. Dios nos da descanso, nos procura refugio, y nos presenta ángeles, cuando ya no podemos más. Nunca me había dado cuenta tan clara de la importancia de los descansos, de los refugios, que Dios nos ofrece.

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