Programa Manualidades y Arte para la
Autoafirmación
TARDES DE
MANUALIDADES Y CAFÉ
Vigésima reunión: Guadalupe, 5 de
setiembre de 2014
Un Futuro
Imprevisto pero Bueno
Por María Antonieta Campos Badilla
En relación con nuestra reflexión
anterior tendríamos que decir que lo que recibimos del mundo espiritual en el
material, es siempre bueno: Bendiciones concretas y promesas esperanzadoras que
sabemos se cumplirán. Aún los deseos que aún no alcanzamos representan un
mensaje que poco a poco llegaremos a comprender y que nos fortalecerán más
adelante. Si revisamos nuestro pasado y nuestras experiencias sabemos que esto
es así. “Hasta aquí nos ha ayudado el Señor” (I Samuel 7:12).
¿Qué debemos de pensar entonces
sobre nuestra posibilidad de intervenir en el presente para planificar nuestro
futuro y recibir lo que queremos? ¿Podemos planear nuestra historia?
Creo que sí y que no.
Si observamos bien nuestra
experiencia y la experiencia de los otros, nuestra historia es una cadena de
planes e imprevistos. Algunos de nuestros planes se concretan, muchísimos
permanecen como sueños o posibilidades por años, y otros simplemente
desaparecen.
Nos acostamos por la noche
pensando lo que haremos al día siguiente, en la semana que comienza, en el mes
que se avecina, en nuestra vida profesional, familiar o personal; y al día siguiente
recibimos una noticia, una solicitud, un acontecimiento que cambia nuestra disponibilidad de tiempo de manera
absoluta. En ese momento tenemos que revalorar nuestros planes y decidir con
tres opciones:
(1) Los
mantenemos y hacemos un mayor esfuerzo para lograrlos en el tiempo previsto,
sacrificando con ello otros planes, otras personas, nuestra energía y/o nuestra
salud.
(2) Los
mantenemos a sabiendas de que alcanzaremos lo previsto en un momento más lejano
porque el tiempo para dedicarles es menor que el inicial.
(3) Los
desechamos y aceptamos la pérdida disponiéndonos a construir nuevos propósitos.
Podríamos decir que cada día de
nuestra vida tenemos que tomar decisiones como estas.
Tenemos capacidad limitada para
planear y controlar nuestro entorno y, si bien los psicólogos nos recomiendan
desarrollar hasta donde sea posible un locus de control interno (la convicción
de que podemos cambiar y controlar nuestras circunstancias), en realidad,
también dependemos de que quienes nos rodean, nuestro medio y nuestra historia
nos ayuden a concretar nuestras metas.
¿Cómo ser feliz, entonces, cuando
vivimos en un estado material incierto y cambiante?
Los mismos psicólogos que hablan
del locus de control, hablan de la capacidad de adaptación: Si somos flexibles
para aceptar las nuevas circunstancias y adaptarnos con nuevas propuestas,
entonces, probablemente, encontraremos la forma de ajustar el medio a nosotros
también.
Luchar contra una fuerza mayor
que la nuestra puede desgastarnos, en cambio, aceptar que esa fuerza es mayor,
y observarla, determinar su curso y aprovecharla para impulsarnos a nosotros
mismos, puede ser la clave para nuestra adaptación, sobrevivencia y triunfo
sobre las circunstancias.
¿Cuántas personas conocemos que al
perder su empleo descubrieron habilidades, recursos y oportunidades nuevas que
les ayudaron a salir adelante? ¿Cuántas parejas hemos visto que se unieron más
y se fortalecieron cuando tuvieron que enfrentar circunstancias difíciles? ¿Cuántos
niños con dificultades de aprendizaje desarrollaron estrategias de estudio para
aprobar la escuela y cuando llegaron a la adultez descubrieron que esas
estrategias los pusieron en ventaja sobre otros en el mundo laboral?
El principio del éxito ante lo
imprevisto es la aceptación; la posibilidad de confiar en que todo lo que nos
acontece es para bien; porque “la voluntad de Dios es buena, agradable y
perfecta” (Romanos 12:2); la esencia de la naturaleza es vida, y en el universo
no se destruye la energía sino que se transforma por la eternidad para dar
lugar a infinitos fenómenos maravillosos y hermosos para nuestro deleite y el
de todos los seres que nos rodean. Fenómenos que “cuentan la gloria de Dios” y
que “anuncian la obra de Sus manos” (Salmo 19:1).
Confiemos, “Nuestro Dios está en
los cielos”, en lo alto, en posición de autoridad sobre todas las cosas, “todo
lo que quiso ha hecho” (Salmo 115:3), y “sus pensamientos para con nosotros son
pensamientos de paz y no de mal para darnos un buen fin” (Jeremías 29:11).
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