jueves, 30 de octubre de 2014

Gracia Plena

Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
Vigésima sexta reunión: Guadalupe, 30 de octubre de 2014

“Gracia Plena”
Por María Antonieta Campos Badilla

Me preguntaba mi abuelita sobre la gracia, ¿qué es la gracia divina? Recuerdo esa pregunta recurrente en cientos de discusiones teológicas en las que estuve en las diferentes iglesias que visité. Siempre me llamó la atención el que las personas (aquí me incluyo) necesitemos recibir explicaciones complejas de conceptos sencillos. Quizás tenía razón  "El Principito", de Saint- Exupéry, al decir “lo esencial es invisible a los ojos”.

Así, quisiera iniciar el análisis de este tema refiriéndome a lo muy esencial que perciben los niños en sus primeros años de comunicación verbal con el mundo. Casi todos los padres se esfuerzan de manera especial para que los pequeños aprendan a decir dos “palabras mágicas”: por favor y gracias. “Por favor, aunque no tengas obligación de hacerlo, como una consideración especial o un regalo hacia mí, ayúdame”. Después de que recibimos una respuesta positiva, y cada vez que alguien nos hace algún bien: “gracias”. Esta última palabra denota el reconocimiento de que se ha recibido bendición por la buena voluntad de otro, una bendición que puede ser merecida o no pero que no estaría allí de no ser por la generosidad de ese otro.

Bajo la concepción cristiana, la palabra gracia significa regalo, algo bueno que recibimos y que no merecemos, y de manera literal la gracia divina representaría, entonces, los regalos de Dios. ¿Cuáles regalos? La vida misma y todo lo bueno que en ella recibimos.

La vida en su plenitud es un regalo que recibimos porque Dios quiso, ninguno de nosotros escogió ser concebido y ninguno de nosotros puede garantizar que mañana vivirá en esta Tierra,  por eso Jeremías 39:18 dice “tendrás tu vida por botín”. La conciencia de la gracia divina es, entonces, la conciencia de que nuestra vida descansa en una fuerza más poderosa que nuestra propia voluntad.

Y el sustento que recibimos en nuestra vida también está en manos de aquella fuerza y no exclusivamente en nosotros. No es el que más se esfuerza trabajando el que obtiene un mejor salario, no es el más inteligente el que conserva el mejor puesto, no es el que tiene mejores amigos el que queda mejor colocado (Eclesiastés 9:11). El Salmo 146:3-5 cita:
No confíes en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación.
Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra, en ese mismo día perecen sus pensamientos.
Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob.
Cuya esperanza está en Jehová su Dios.

En Mateo 6:25-30 se cita la enseñanza de Jesús sobre el sustento de esa vida:
25 Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? 26 Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas? 27 ¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?
28 ¿Y por qué se preocupan por la ropa? Observen cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; 29 sin embargo, les digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. 30 Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe?

Pues entonces, la gracia no es sólo  el regalo de la vida, sino de una vida plena y abundante, la satisfacción de todas las necesidades, la convicción de que todo lo que requerimos viene de manera natural y en el momento oportuno. En I de Corintios 3:22-23 dice: “Ya sea Pablo, o Apolos, o Cefas, o el mundo, o la vida, o la muerte, o lo presente, o lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios”.

Gracia ha recibido aquel que sabe esto, el que vive con señorío, el que no teme el futuro, el que disfruta cada día de su vida como si fuera el único pero sabiendo que su vida es eterna. Aquel que trabaja feliz porque disfruta de las tareas que hace y no por temor de lo que pueda a necesitar al final del mes, ese es el que vive en la gracia; es aquel que sabe que el dinero rendirá, que la provisión llegará de Dios y que todo lo que hagan sus manos prosperará (Salmo 1:3) porque esta es la naturaleza divina: generosa, productiva, creadora, abundante...

De la gracia disfruta el que sabe que Dios es su jefe, su guía, su fuente, su recurso eterno e inagotable. De la gracia disfruta el que sabe del poder de Dios para sanar, para dar vida en la Tierra y para dar vida eterna también, y el que confía en que en las manos de ese Dios están sus tiempos: tiempo de reír, tiempo de llorar, tiempo de edificar, tiempo de destruir, tiempo de nacer, tiempo de morir (Eclesiastés 3:1-8), y que “todo lo hizo hermoso en su tiempo, y ha puesto eternidad en el corazón del hombre, sin que este alcance a comprender la obra hecha por Dios desde el principio hasta el fin”.

Ese es el que conoce la gracia, el que sabe que todo ayuda a bien a los que amamos a Dios (Romanos 8:28), el que sabe que los pensamientos de Dios para con nosotros son pensamientos de paz y no de mal para darnos un buen fin (Jeremías 29:11), el que sabe que “la voluntad de Dios para con el hombre es buena agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Entonces podemos preguntarnos, ¿por qué si estoy en la gracia de Dios no he recibido todo lo que le he pedido? Isaías 55:8-9 dice: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.

En todo lo que nos acontece hay un propósito bueno, saber eso es estar en la gracia divina. Proclamar bendición en medio de la tribulación es confiar en Él, como confía la amada en su amado, es caminar con señorío, es “acercarse al trono de la gracia confiadamente” (Hebreos 4:16).

No detengas tus palabras, sigue agradeciendo. I Tesalonicenses 5: 16-22 dice:
Estad siempre gozosos.
17 Orad sin cesar.
18 Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.
19 No apaguéis al Espíritu.
20 No menospreciéis las profecías.
21 Examinadlo todo; retened lo bueno.
22 Absteneos de toda especie de mal.

Eso es vivir en la gracia: mantener un espíritu agradecido aprovechando de toda circunstancia lo que es bueno y confiando en la buena voluntad de Dios.

jueves, 23 de octubre de 2014

La Obra de Nuestras Manos Confirma

Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
Vigésima quinta reunión: Guadalupe, 23 de octubre de 2014

“La Obra de Nuestras Manos Confirma”
Por María Antonieta Campos Badilla

La  Biblia nos promete a los hijos de Dios, a quienes le busquemos con el corazón, que todo lugar que pisemos será tierra conquistada para nosotros (Josué 1:3), que Dios confirmará la obra de nuestras manos (Salmo 90:17) y que todo lo que hagamos prosperará (Salmo 1:3). Vimos hace algunas semanas como las mujeres virtuosas son emprendedoras y cuánto aportan al bienestar familiar cotidiano. Y también hemos escuchado el versículo que dice “buen siervo fiel, en lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré” (Mateo 25:21).
Pero algunas veces el trabajo se torna difícil y la esperanza decae, es entonces cuando necesitamos una palabra de aliento que vuelva a fijar nuestro norte y nos ayude a ubicarnos con respecto a cómo debemos proceder. En esos momentos recuerdo la historia de Elías y la viuda de Sarepta, escrita en I Reyes 17:8-16:
Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo:
9 Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente.
10 Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba.
11 Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano.
12 Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir.
13 Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo.
14 Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.
15 Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días.
16 Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías.
Si no nos hubiera pasado a muchas mujeres una historia semejante, una en la que nuestra provisión no se acaba, una en la que el dinero rinde para mucho más de lo que creímos, una en la que muchos comieron con poco en la alacena; entonces sería difícil de creer esta historia. Las matemáticas quizás no den para explicarla, pero la naturaleza generosa y abundante de nuestro Dios sí.
¿Qué fue lo que hizo la viuda? Trabajó con lo poco que tenía, con aquello comenzó, no cuestionó, no se desesperó pensando en el futuro, sólo cumplió con lo que Dios ya le había solicitado (ver versículo 9): hizo una torta para Elías y luego hizo comida para ella y su hijo. 
La viuda tenía un contrato con Dios y con Elías quien había prometido que el harina y el aceite no escasearían, tenía que cumplir primero con este contrato, sabía que la bendición para ella vendría después compartir, una oportunidad más para seguir viviendo. Recuerdo al leer este pasaje cuando mi madre tenía un negocio de repostería, no podíamos comernos los queques que ella había hecho para vender; así era de simple, ella hacía los queques más hermosos y con un olor encantador, pero mis hermanos y yo no tocábamos lo que no era nuestro; de cuando en cuando mi mamá hacía un delicioso queque para nuestro hogar y entonces sabíamos que había prosperidad y que había valido la pena la espera. Aprendimos a cuidar los intereses mayores de la familia, aprendimos desde pequeños a administrar. 
La viuda de la historia fue esforzada, fue generosa, fue atenta, administró bien, compartió para satisfacer la necesidad planteada por su cliente y tuvo suficiente para ella y su hijo. Se trata de una generosidad dotada de fe y buena administración.
La lección es sencilla, cuando lo hemos perdido todo o cuando hemos perdido la esperanza debemos comenzar a trabajar con lo que tenemos, sin pensar mucho, sin cuestionarnos lo que piensan los demás, sin hacer demasiados cálculos futuros; sólo debemos reconocer nuestros recursos y oportunidades, cualquier cosa (aceite y harina, una tela, una oficina, una carrera, una persona que necesita nuestra ayuda), lo que sea que cada quien tenga y en cualquier lugar. 
También debemos responder a necesidades reales: mira lo que que necesitan quienes están alrededor. Si estás en invierno no vendas helados, si estás en verano no tejas bufandas de lana a menos que pretendas exportar… pero si esa es tu única habilidad puedes tejer con hilos frescos accesorios hermosos para toda ocasión, puedes crear todo aquello que pienses que otros necesitan y que otros agradecerán. Y no hay que pensar demasiado, sólo elegir una cosa e, inmediatamente, ocuparte y hacer.
Y si se hace—se trabaja—en equipo y se comparten las oportunidades que surgen para dar un mejor servicio y abarcar un mercado más grande, entonces las ganancias son mayores. “Lo que de gracia recibisteis dad de gracia” (Mateo 18:4). Considera a tu compañero, al que te propone dar un servicio que ninguno de los dos podría brindar de manera aislada, considera las oportunidades, protégete legalmente y trabajo con él. Considera también a la señora que limpia tu casa o a tu vecina y proponle unas horas de trabajo juntas para que te ayude a hacer algunas blusas para vender. Considera al colega que también está iniciando su carrera, trabajen juntos y compleméntense en vez de competir; si tu negocio crece, contrata personas que te ayuden y dales un buen pago, la provisión rendirá por largo tiempo y para muchos si sabes administrarla, no hace falta acapararlo todo ni gastarlo todo.
Presta atención, en esta reflexión no se te pide regales tus recursos y nadie desea que te quedes sin nada (hay un tiempo para compartir con los que no tienen y siempre se puede regalar un poco), pero en nuestro ejemplo la viuda actuó porque había recibido una promesa de sustento mayor al que tenía en ese momento, se trataba de una cooperación mutua no carente de generosidad y de fe. 
Más adelante la historia cuenta que el hijo de aquella mujer enfermó y murió, pero Elías oró por él y resucitó. “Todo lo que el hombre sembrare eso también segará” (Gálatas 6:7), la viuda sembró vida para Elías y su hijo la recibió de vuelta.
Deja de pensar y pon tus manos a la obra, has lo que puedas con lo que tengas para satisfacer las necesidades de otros y al mismo tiempo recibe tu paga para satisfacer tus propias necesidades. La naturaleza generosa de Dios se manifestará en todo lo que hagas. Eclesiastés 11:1-7 dice:
Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás.
2 Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra.
3 Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la derramarán; y si el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol cayere, allí quedará.
4 El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no segará.
5 Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.

6 Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno.

jueves, 16 de octubre de 2014

Fuerza de Titanes

Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
Vigésima cuarta reunión: Guadalupe, 14 de octubre de 2014

Fuerza de Titanes
Por María Antonieta Campos Badilla



Recuerdo cuando estaba estudiando Psicología, y seguía mi proceso terapéutico personal. Quería llegar a ser una Psicóloga consciente de lo que es un proceso de autoanálisis real, de lo que es vivir con un conocimiento claro de cómo la historia personal afectaba mis decisiones del momento y poder sacar ventaja de ese análisis en el planeamiento de mi futuro. Quería ser una Psicóloga emocionalmente saludable, una persona que tuviera algo valioso que compartir desde su propia experiencia y no desde la teoría.

Como toda persona tenía una historia fuerte que contar, alegrías y experiencias maravillosas, sí, pero también experiencias dolorosas que resolver. Recuerdo a mi Psicóloga usar la frase “usted tiene fuerza de titanes”. No lo sabía, no sabía que era una persona con muchos recursos emocionales para superar la adversidad y que esa era una cualidad especial.

Esta semana, entrevistando a algunos de los adultos mayores que accedieron a colaborar con la recolección de datos de mi tesis doctoral, en relación con los intereses y las necesidades educativas de los adultos mayores, recordé muy vívidamente aquella expresión. Entrevisté a personas con corazón de oro y fuerza de titantes. Se trata de un grupo de adultos mayores con una característica común que no esperaba: todos han sobrevivido a la pérdida de algún ser querido, todos han experimentado pérdidas que los obligaron a reconstruir su vida y a buscar sentido en todo aquello que hacen. Todos relataron sus historias, sin que yo se las pidiera, para explicarme el motivo por el cual quieren seguir aprendiendo, seguir esforzándose por construir nuevos conocimientos, nuevas habilidades, nuevas experiencias y nuevos vínculos.

Fuerza de titanes tienen aquellos que reconstruyen su vida. Es que todos la reconstruimos una y otra vez; cada vez que construimos nuevos vínculos, cada vez que trascendemos a la vida y nos damos cuenta que el amor es eterno, cada vez que aprendemos de la experiencias dolorosas para hacer nuestra vida dulce. Eso es fuerza de titanes: ser capaz de reconstruir la vida a partir de la experiencia.

Fueron todos los adultos mayores entrevistados los que sin hablarles yo de mi fe me hablaron de Dios, de su amor, de la valía que les da, de la importancia de compartir ese amor con otros. Los adultos mayores tienen más autoridad moral que nadie para hablar de amor porque sus años les han obligado a superar el dolor; el tiempo los ha retado a amar a pesar de, a tolerar, a perder y seguir amando; ellos son los sobrevivientes de todo y aun así aman. A su modo aman, con la materia prima que les dio la vida.

Con excepción de las personas que crecieron en el abandono y el rechazo (quienes requieren procesos de terapia profundos para sanar su corazón), todas las personas tienen la capacidad de dar amor a pesar del dolor que implican las pérdidas afectivas. Los adultos mayores han pasado por un proceso  de vida  que ha depurado esa capacidad de perdón, de amor y de disfrute.

Si quieres sobrevivir en la vida, escucha a quien ha sobrevivido; si quieres superar los problemas escucha a quien los ha superado; si quieres saber cuánto valen los bienes materiales observa a quien se ha desarrollado con poco; si quieres saber cuál es el conocimiento que vale observa a quien vive feliz.

El adulto mayor camina despacio y disfruta más; tiene una noción más profunda y genuina de lo que es el deleite. Quizás sea siempre el que camina despacio el que encuentre las mejores respuestas para satisfacer sus necesidades, quizás sea el que hable despacio el que se comunique mejor, quizás sea el que se siente por un largo rato el que logre escuchar la voz de la sabiduría. Ante esto pregunto, ¿a qué velocidad vamos?... ¿para qué?... ¿estamos seguros de que todo ese esfuerzo va a proveernos lo que buscamos en realidad?

Los valores, los vínculos y el amor, fueron resaltados por estas personas como su bien más preciado. Valdría la pena preguntarse ¿cuáles son los bienes (materiales, morales y espirituales) en los que invertimos ahora?, ¿cuáles a los que les damos prioridad?, ¿a quién le estamos dando prioridad en nuestra vida y cuánto estamos dando a esas personas? Ciertamente es a aquellas personas a quienes más amamos a quienes podemos sentir en nuestro corazón una vez que se han ido; y es por nuestra experiencia con ellos que podemos construir de nuevo y construir más.


La fuerza del amor trasciende la vida, la muerte, la adversidad y el dolor; la fuerza del amor da vida, da esperanza, da alegría y, sobre todo, da paz.

miércoles, 8 de octubre de 2014

La contribución de las mujeres a la calidad de vida familiar produce un fruto abundante

Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
Vigésima tercera reunión: Guadalupe, 5 de octubre de 2014

La contribución de las mujeres a la calidad de vida familiar produce un fruto abundante
Por María Antonieta Campos Badilla

Conozco gran cantidad de amas de casa que sienten que su contribución a la familia, a la comunidad y a la sociedad es insuficiente, gran cantidad de mujeres que desean haber estudiado una carrera o haber puesto en práctica su profesión.

Aunque cada vez menos, en nuestra sociedad latinoamericana aún muchas mujeres deciden abandonar la vida laboral para dedicarse a la crianza de sus hijos, a la administración de sus hogares y al cuidado de su vida en pareja, otras muchas mujeres se dedican a brindar servicios y a vender productos diversos desde sus hogares, combinando así una vida laboral entrecortada con las múltiples responsabilidades del día y sin garantías sociales.

Conozco también muchas maravillosas mujeres que desarrollan sus habilidades culinarias, de costura, de diseño y muchas otras para asegurarse de que su hogar va a lucir bien, que va a haber comodidad para todos, que los alimentos no sólo van a ser sabrosos sino también nutritivos y que la economía del hogar les va a permitir prosperar.  

De igual manera, hay muchas mujeres que se mantienen en formación académica continua al supervisar el estudio de sus hijos y que no se percatan (o sí) de que están haciendo el trabajo que se supone prometen las escuelas (el trabajo por el que todos pagamos impuestos para que el Estado se asegure de enseñarle bien a nuestros hijos; el trabajo que cada vez se recarga más en menos maestros porque hay quienes no han administrado bien los recursos públicos y no han defendido la necesidad prioritaria del desarrollo de la educación formal para todos; el trabajo que se supone que los maestros de escuelas y colegios privados deberían hacer sin que las madres deban correr de aquí para allá buscando tutorías privadas para garantizar a sus hijos una buena formación). Son mujeres que son maestras aunque no les paguen, que lo hacen para asegurarse de que sus hijos tendrán las mejores oportunidades para desarrollarse con una vida de calidad.

Su contribución es, sin duda, invaluable y tal parece que de muchas formas la sociedad se aprovecha de ellas, y con el discurso que califica de “exitosos” a aquellos que producen mucho dinero, la sociedad hace que muchas de ellas se sientan culpables cuando recuerdan a sus maridos que es tiempo de hacer algún pago, que necesitan dinero para comprar la comida e incluso para hacer algunas compras personales. He escuchado a muchas mujeres que al coser prendas nuevas para su familia o al estar adornando su casa, se sienten mal porque piensan que en la medida en la que no ganen dinero “están desperdiciando su tiempo”.

Bien, este mensaje es para esas mujeres. Quiero contarles lo que también he podido ver a lo largo del tiempo: Que las familias en las que hubo una madre presente, amorosa, pendiente del cuidado de los niños, de la alimentación familiar y de la armonía de la pareja, evolucionaron de una forma especialmente positiva; son familias en las que, generalmente, los hermanos crecen y se llevan bien entre sí (aunque pelearan cuando eran niños), familias en las que alcanzó el dinero para satisfacer las necesidades importantes pero nunca el dinero llegó a representar un valor primario, familias en las que en la Navidad se celebró el nacimiento de Cristo, el amor y la unión familiar y no el estatus económico evidenciado a través de las compras. Estas son las familias en las que se toman decisiones de manera democrática, en las que el parecer de cada uno es importante, en las que todos aprenden a contribuir de la mejor manera y a valorar y respetar el esfuerzo de los demás.

Una familia que aprende a comer bien es una familia saludable físicamente. Una familia que tiene tiempo de juego y recreación es una familia que vincula de manera positiva y permanente. Una familia en la que hay alguien siempre presente para darle estabilidad y sentido a las reglas y a los límites es una familia en la que sus miembros se desarrollas como personas responsables y críticas.

Cuando el ama de casa atiende, motiva, elogia y sonríe genera oportunidades para que todos fortalezcan su autoestima; cuando pone límites y es firme en sus posiciones brinda la oportunidad de que los otros se sientan seguros de sí mismos, confiados en sus capacidades y protegidos en su entorno.

Para motivar, para dar palabras de aliento, para saber discriminar cuándo es el mejor momento para aprobar y cuándo se debe exhortar, y para tener la fuerza y la firmeza para hacerlo, una mujer necesita estar en paz con su ser interior, necesita haber dedicado tiempo a sí misma, a su casa, a las conversaciones con los otros (en el día, en la noche, o aún en las madrugadas). El atender y el cuidar a otros demanda mucho tiempo, energía, esfuerzo y una gran capacidad de automotivación y perseverancia. Este es un esfuerzo que difícilmente los otros ven sino hasta que se encuentran en la misma posición de dar sin condiciones; es un esfuerzo que no se paga y se reconoce de manera insuficiente.

Así es, lo que es insuficiente no el esfuerzo que hace la mujer en el hogar, sino el reconocimiento y agradecimiento social y familiar por lo realizado por ella. Este esfuerzo de la mujer que trabaja en su hogar es tan grande que implica en gran medida la negación del propio ser por el beneficio de los otros, y es necesario generar conciencia de que hace falta un balance para garantizar también el bienestar de ella.

Una mujer que siembra amor cosecha amor, una mujer que pone límites mantiene su casa en orden, una mujer que se esfuerza por la belleza y el orden de su hogar facilita la armonía y el deleite, una mujer que produce con sus manos prospera, y prospera más la que produce con el corazón porque prospera su espíritu. Así que, sí se cosecha el fruto de lo que se siembra, sí se llega a disfrutar el fruto de tanto esfuerzo.

El tiempo y la atención que se brinda a los otros no es en vano, con excepción de aquellas mujeres que viven subyugadas en una relación machista y desigual (para la cual debería buscar ayuda); las mujeres virtuosas de las que habla la Palabra de Dios, cosechan abundantemente el delicioso fruto de su trabajo.

Esto es lo que he visto; que para estas mujeres el dinero llega en algún momento, el amor de sus hijos las premia, el éxito laboral de sus esposos es el suyo propio y todo el mundo lo sabe, en su trabajo prosperan, y la sabiduría que tienen es corona de gloria para ellas en frente de todas las personas que las conocen; la armonía y paz de sus hogares no tiene precio y la salud y la calidad de vida se multiplican para todos.

Nuestro Dios es abundante, generoso en bondad y buenos deseos para con nosotras, Él ha prometido que nosotras cosecharemos el fruto de nuestro trabajo y nosotras lo disfrutaremos (Isaías 62:8), Él nos recompensa con los "secretos muy guardados y los tesoros escondidos" de la vida (Isaías 45:3), Él nos ha dado talentos maravillosos que darán fruto cada vez que los pongamos a trabajar (Mateo 25:14-30), y este fruto es un fruto espiritual y también material. Todo trabajador es digno de su salario (Lucas 10:7), todo aquel que busca encuentra (Lucas 11:9 y 10) y toda mujer que emprenda un negocio prosperará en Él (Proverbios 31:18).

A todas esas mujeres maravillosas que se esfuerzan cada día en sus hogares les digo: "Esfuérzate y sé valiente porque Jehová tu Dios estará contigo donde quiera que vayas" (Josué 1:9) y "comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y te irá bien" (Salmo 128:2). 



Elogio de la mujer virtuosa

10 Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?
    Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.
11 El corazón de su marido está en ella confiado,
Y no carecerá de ganancias.
12 Le da ella bien y no mal
Todos los días de su vida.
13 Busca lana y lino,
Y con voluntad trabaja con sus manos.
14 Es como nave de mercader;
Trae su pan de lejos.
15 Se levanta aun de noche
Y da comida a su familia
Y ración a sus criadas.
16 Considera la heredad, y la compra,
Y planta viña del fruto de sus manos.
17 Ciñe de fuerza sus lomos,
Y esfuerza sus brazos.
18 Ve que van bien sus negocios;
Su lámpara no se apaga de noche.
19 Aplica su mano al huso,
Y sus manos a la rueca.
20 Alarga su mano al pobre,
Y extiende sus manos al menesteroso.
21 No tiene temor de la nieve por su familia,
Porque toda su familia está vestida de ropas dobles.
22 Ella se hace tapices;
De lino fino y púrpura es su vestido.
23 Su marido es conocido en las puertas,
Cuando se sienta con los ancianos de la tierra.
24 Hace telas, y vende,
Y da cintas al mercader.
25 Fuerza y honor son su vestidura;
Y se ríe de lo por venir.
26 Abre su boca con sabiduría,
Y la ley de clemencia está en su lengua.
27 Considera los caminos de su casa,
Y no come el pan de balde.
28 Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada;
Y su marido también la alaba:
29 Muchas mujeres hicieron el bien;
Mas tú sobrepasas a todas.
30 Engañosa es la gracia, y vana la hermosura;
La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.
31 Dadle del fruto de sus manos,
Y alábenla en las puertas sus hechos.
(Proverbios 31)