Programa Manualidades y Arte para la
Autoafirmación
TARDES DE
MANUALIDADES Y CAFÉ
Vigésima quinta reunión: Guadalupe, 23 de octubre de
2014
“La Obra de Nuestras Manos Confirma”
Por María Antonieta Campos Badilla
La Biblia nos promete a los hijos de Dios, a
quienes le busquemos con el corazón, que todo lugar que pisemos será tierra
conquistada para nosotros (Josué 1:3), que Dios confirmará la obra de nuestras
manos (Salmo 90:17) y que todo lo que hagamos prosperará (Salmo 1:3). Vimos
hace algunas semanas como las mujeres virtuosas son emprendedoras y cuánto
aportan al bienestar familiar cotidiano. Y también hemos escuchado el versículo
que dice “buen siervo fiel, en lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré” (Mateo
25:21).
Pero algunas veces el trabajo se
torna difícil y la esperanza decae, es entonces cuando necesitamos una palabra
de aliento que vuelva a fijar nuestro norte y nos ayude a ubicarnos con
respecto a cómo debemos proceder. En esos momentos recuerdo la historia de
Elías y la viuda de Sarepta, escrita en I Reyes 17:8-16:
Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo:
9 Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he
dado orden allí a una mujer viuda que te sustente.
10 Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la
puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y
él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso,
para que beba.
11 Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo:
Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano.
12 Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido;
solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una
vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi
hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir.
13 Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero
hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y
tráemela; y después harás para ti y para tu hijo.
14 Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la
tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que
Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.
15 Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y
ella, y su casa, muchos días.
16 Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija
menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías.
Si no nos hubiera pasado a muchas
mujeres una historia semejante, una en la que nuestra provisión no se acaba,
una en la que el dinero rinde para mucho más de lo que creímos, una en la que muchos
comieron con poco en la alacena; entonces sería difícil de creer esta historia.
Las matemáticas quizás no den para explicarla, pero la naturaleza generosa y
abundante de nuestro Dios sí.
¿Qué fue lo que hizo la viuda? Trabajó con lo poco que tenía, con aquello comenzó, no cuestionó, no se
desesperó pensando en el futuro, sólo cumplió con lo que Dios ya le había solicitado (ver versículo 9): hizo una torta para Elías y luego hizo comida para ella y su hijo.
La viuda tenía un contrato con Dios y con Elías quien había prometido que el harina y el aceite no escasearían, tenía que cumplir primero con este contrato, sabía que la bendición para ella vendría después compartir, una oportunidad más para seguir viviendo. Recuerdo al leer este pasaje cuando mi madre tenía un negocio de repostería, no podíamos comernos los queques que ella había hecho para vender; así era de simple, ella hacía los queques más hermosos y con un olor encantador, pero mis hermanos y yo no tocábamos lo que no era nuestro; de cuando en cuando mi mamá hacía un delicioso queque para nuestro hogar y entonces sabíamos que había prosperidad y que había valido la pena la espera. Aprendimos a cuidar los intereses mayores de la familia, aprendimos desde pequeños a administrar.
La viuda de la historia fue esforzada, fue generosa, fue atenta, administró bien, compartió para satisfacer la necesidad planteada por su cliente y tuvo suficiente para ella y su hijo. Se trata de una generosidad dotada de fe y buena administración.
La lección es sencilla, cuando lo hemos perdido todo o cuando hemos perdido la esperanza debemos comenzar a trabajar con lo que tenemos, sin pensar mucho, sin cuestionarnos lo que piensan los demás, sin hacer demasiados cálculos futuros; sólo debemos reconocer nuestros recursos y oportunidades, cualquier cosa (aceite y harina, una tela, una oficina, una carrera, una persona que necesita nuestra ayuda), lo que sea que cada quien tenga y en cualquier lugar.
También debemos responder a necesidades reales: mira lo que que necesitan quienes están alrededor. Si estás en invierno no vendas helados, si estás en verano no tejas bufandas de lana a menos que pretendas exportar… pero si esa es tu única habilidad puedes tejer con hilos frescos accesorios hermosos para toda ocasión, puedes crear todo aquello que pienses que otros necesitan y que otros agradecerán. Y no hay que pensar demasiado, sólo elegir una cosa e, inmediatamente, ocuparte y hacer.
Y si se hace—se trabaja—en equipo y se comparten las oportunidades que surgen para dar un mejor servicio y
abarcar un mercado más grande, entonces las ganancias son mayores. “Lo que de
gracia recibisteis dad de gracia” (Mateo 18:4). Considera a tu compañero, al
que te propone dar un servicio que ninguno de los dos podría brindar de manera
aislada, considera las oportunidades, protégete legalmente y trabajo con él. Considera
también a la señora que limpia tu casa o a tu vecina y proponle unas horas de
trabajo juntas para que te ayude a hacer algunas blusas para vender. Considera
al colega que también está iniciando su carrera, trabajen juntos y compleméntense
en vez de competir; si tu negocio crece, contrata personas que te ayuden y
dales un buen pago, la provisión rendirá por largo tiempo y para muchos si sabes administrarla, no
hace falta acapararlo todo ni gastarlo todo.
Presta atención, en esta reflexión no se te pide regales tus recursos y nadie desea que te quedes sin nada (hay un tiempo para compartir con los
que no tienen y siempre se puede regalar un poco), pero en nuestro ejemplo la
viuda actuó porque había recibido una promesa de sustento mayor al que tenía en ese momento, se trataba de una cooperación mutua no carente
de generosidad y de fe.
Más adelante la historia cuenta que el hijo de aquella mujer
enfermó y murió, pero Elías oró por él y resucitó. “Todo lo que el hombre
sembrare eso también segará” (Gálatas 6:7), la viuda sembró vida para Elías y su hijo la recibió de vuelta.
Deja de pensar y pon tus manos a
la obra, has lo que puedas con lo que tengas para satisfacer las necesidades de
otros y al mismo tiempo recibe tu paga para satisfacer tus propias necesidades. La naturaleza generosa de Dios
se manifestará en todo lo que hagas. Eclesiastés 11:1-7 dice:
Echa tu pan sobre
las aguas; porque después de muchos días
lo hallarás.
2 Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá
sobre la tierra.
3 Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la
derramarán; y si el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol
cayere, allí quedará.
4 El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las
nubes, no segará.
5 Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los
huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual
hace todas las cosas.
6 Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar
tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo
otro es igualmente bueno.
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