jueves, 23 de octubre de 2014

La Obra de Nuestras Manos Confirma

Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
Vigésima quinta reunión: Guadalupe, 23 de octubre de 2014

“La Obra de Nuestras Manos Confirma”
Por María Antonieta Campos Badilla

La  Biblia nos promete a los hijos de Dios, a quienes le busquemos con el corazón, que todo lugar que pisemos será tierra conquistada para nosotros (Josué 1:3), que Dios confirmará la obra de nuestras manos (Salmo 90:17) y que todo lo que hagamos prosperará (Salmo 1:3). Vimos hace algunas semanas como las mujeres virtuosas son emprendedoras y cuánto aportan al bienestar familiar cotidiano. Y también hemos escuchado el versículo que dice “buen siervo fiel, en lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré” (Mateo 25:21).
Pero algunas veces el trabajo se torna difícil y la esperanza decae, es entonces cuando necesitamos una palabra de aliento que vuelva a fijar nuestro norte y nos ayude a ubicarnos con respecto a cómo debemos proceder. En esos momentos recuerdo la historia de Elías y la viuda de Sarepta, escrita en I Reyes 17:8-16:
Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo:
9 Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente.
10 Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba.
11 Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano.
12 Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir.
13 Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo.
14 Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.
15 Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días.
16 Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías.
Si no nos hubiera pasado a muchas mujeres una historia semejante, una en la que nuestra provisión no se acaba, una en la que el dinero rinde para mucho más de lo que creímos, una en la que muchos comieron con poco en la alacena; entonces sería difícil de creer esta historia. Las matemáticas quizás no den para explicarla, pero la naturaleza generosa y abundante de nuestro Dios sí.
¿Qué fue lo que hizo la viuda? Trabajó con lo poco que tenía, con aquello comenzó, no cuestionó, no se desesperó pensando en el futuro, sólo cumplió con lo que Dios ya le había solicitado (ver versículo 9): hizo una torta para Elías y luego hizo comida para ella y su hijo. 
La viuda tenía un contrato con Dios y con Elías quien había prometido que el harina y el aceite no escasearían, tenía que cumplir primero con este contrato, sabía que la bendición para ella vendría después compartir, una oportunidad más para seguir viviendo. Recuerdo al leer este pasaje cuando mi madre tenía un negocio de repostería, no podíamos comernos los queques que ella había hecho para vender; así era de simple, ella hacía los queques más hermosos y con un olor encantador, pero mis hermanos y yo no tocábamos lo que no era nuestro; de cuando en cuando mi mamá hacía un delicioso queque para nuestro hogar y entonces sabíamos que había prosperidad y que había valido la pena la espera. Aprendimos a cuidar los intereses mayores de la familia, aprendimos desde pequeños a administrar. 
La viuda de la historia fue esforzada, fue generosa, fue atenta, administró bien, compartió para satisfacer la necesidad planteada por su cliente y tuvo suficiente para ella y su hijo. Se trata de una generosidad dotada de fe y buena administración.
La lección es sencilla, cuando lo hemos perdido todo o cuando hemos perdido la esperanza debemos comenzar a trabajar con lo que tenemos, sin pensar mucho, sin cuestionarnos lo que piensan los demás, sin hacer demasiados cálculos futuros; sólo debemos reconocer nuestros recursos y oportunidades, cualquier cosa (aceite y harina, una tela, una oficina, una carrera, una persona que necesita nuestra ayuda), lo que sea que cada quien tenga y en cualquier lugar. 
También debemos responder a necesidades reales: mira lo que que necesitan quienes están alrededor. Si estás en invierno no vendas helados, si estás en verano no tejas bufandas de lana a menos que pretendas exportar… pero si esa es tu única habilidad puedes tejer con hilos frescos accesorios hermosos para toda ocasión, puedes crear todo aquello que pienses que otros necesitan y que otros agradecerán. Y no hay que pensar demasiado, sólo elegir una cosa e, inmediatamente, ocuparte y hacer.
Y si se hace—se trabaja—en equipo y se comparten las oportunidades que surgen para dar un mejor servicio y abarcar un mercado más grande, entonces las ganancias son mayores. “Lo que de gracia recibisteis dad de gracia” (Mateo 18:4). Considera a tu compañero, al que te propone dar un servicio que ninguno de los dos podría brindar de manera aislada, considera las oportunidades, protégete legalmente y trabajo con él. Considera también a la señora que limpia tu casa o a tu vecina y proponle unas horas de trabajo juntas para que te ayude a hacer algunas blusas para vender. Considera al colega que también está iniciando su carrera, trabajen juntos y compleméntense en vez de competir; si tu negocio crece, contrata personas que te ayuden y dales un buen pago, la provisión rendirá por largo tiempo y para muchos si sabes administrarla, no hace falta acapararlo todo ni gastarlo todo.
Presta atención, en esta reflexión no se te pide regales tus recursos y nadie desea que te quedes sin nada (hay un tiempo para compartir con los que no tienen y siempre se puede regalar un poco), pero en nuestro ejemplo la viuda actuó porque había recibido una promesa de sustento mayor al que tenía en ese momento, se trataba de una cooperación mutua no carente de generosidad y de fe. 
Más adelante la historia cuenta que el hijo de aquella mujer enfermó y murió, pero Elías oró por él y resucitó. “Todo lo que el hombre sembrare eso también segará” (Gálatas 6:7), la viuda sembró vida para Elías y su hijo la recibió de vuelta.
Deja de pensar y pon tus manos a la obra, has lo que puedas con lo que tengas para satisfacer las necesidades de otros y al mismo tiempo recibe tu paga para satisfacer tus propias necesidades. La naturaleza generosa de Dios se manifestará en todo lo que hagas. Eclesiastés 11:1-7 dice:
Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás.
2 Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra.
3 Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la derramarán; y si el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol cayere, allí quedará.
4 El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no segará.
5 Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.

6 Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno.

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