miércoles, 8 de octubre de 2014

La contribución de las mujeres a la calidad de vida familiar produce un fruto abundante

Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
Vigésima tercera reunión: Guadalupe, 5 de octubre de 2014

La contribución de las mujeres a la calidad de vida familiar produce un fruto abundante
Por María Antonieta Campos Badilla

Conozco gran cantidad de amas de casa que sienten que su contribución a la familia, a la comunidad y a la sociedad es insuficiente, gran cantidad de mujeres que desean haber estudiado una carrera o haber puesto en práctica su profesión.

Aunque cada vez menos, en nuestra sociedad latinoamericana aún muchas mujeres deciden abandonar la vida laboral para dedicarse a la crianza de sus hijos, a la administración de sus hogares y al cuidado de su vida en pareja, otras muchas mujeres se dedican a brindar servicios y a vender productos diversos desde sus hogares, combinando así una vida laboral entrecortada con las múltiples responsabilidades del día y sin garantías sociales.

Conozco también muchas maravillosas mujeres que desarrollan sus habilidades culinarias, de costura, de diseño y muchas otras para asegurarse de que su hogar va a lucir bien, que va a haber comodidad para todos, que los alimentos no sólo van a ser sabrosos sino también nutritivos y que la economía del hogar les va a permitir prosperar.  

De igual manera, hay muchas mujeres que se mantienen en formación académica continua al supervisar el estudio de sus hijos y que no se percatan (o sí) de que están haciendo el trabajo que se supone prometen las escuelas (el trabajo por el que todos pagamos impuestos para que el Estado se asegure de enseñarle bien a nuestros hijos; el trabajo que cada vez se recarga más en menos maestros porque hay quienes no han administrado bien los recursos públicos y no han defendido la necesidad prioritaria del desarrollo de la educación formal para todos; el trabajo que se supone que los maestros de escuelas y colegios privados deberían hacer sin que las madres deban correr de aquí para allá buscando tutorías privadas para garantizar a sus hijos una buena formación). Son mujeres que son maestras aunque no les paguen, que lo hacen para asegurarse de que sus hijos tendrán las mejores oportunidades para desarrollarse con una vida de calidad.

Su contribución es, sin duda, invaluable y tal parece que de muchas formas la sociedad se aprovecha de ellas, y con el discurso que califica de “exitosos” a aquellos que producen mucho dinero, la sociedad hace que muchas de ellas se sientan culpables cuando recuerdan a sus maridos que es tiempo de hacer algún pago, que necesitan dinero para comprar la comida e incluso para hacer algunas compras personales. He escuchado a muchas mujeres que al coser prendas nuevas para su familia o al estar adornando su casa, se sienten mal porque piensan que en la medida en la que no ganen dinero “están desperdiciando su tiempo”.

Bien, este mensaje es para esas mujeres. Quiero contarles lo que también he podido ver a lo largo del tiempo: Que las familias en las que hubo una madre presente, amorosa, pendiente del cuidado de los niños, de la alimentación familiar y de la armonía de la pareja, evolucionaron de una forma especialmente positiva; son familias en las que, generalmente, los hermanos crecen y se llevan bien entre sí (aunque pelearan cuando eran niños), familias en las que alcanzó el dinero para satisfacer las necesidades importantes pero nunca el dinero llegó a representar un valor primario, familias en las que en la Navidad se celebró el nacimiento de Cristo, el amor y la unión familiar y no el estatus económico evidenciado a través de las compras. Estas son las familias en las que se toman decisiones de manera democrática, en las que el parecer de cada uno es importante, en las que todos aprenden a contribuir de la mejor manera y a valorar y respetar el esfuerzo de los demás.

Una familia que aprende a comer bien es una familia saludable físicamente. Una familia que tiene tiempo de juego y recreación es una familia que vincula de manera positiva y permanente. Una familia en la que hay alguien siempre presente para darle estabilidad y sentido a las reglas y a los límites es una familia en la que sus miembros se desarrollas como personas responsables y críticas.

Cuando el ama de casa atiende, motiva, elogia y sonríe genera oportunidades para que todos fortalezcan su autoestima; cuando pone límites y es firme en sus posiciones brinda la oportunidad de que los otros se sientan seguros de sí mismos, confiados en sus capacidades y protegidos en su entorno.

Para motivar, para dar palabras de aliento, para saber discriminar cuándo es el mejor momento para aprobar y cuándo se debe exhortar, y para tener la fuerza y la firmeza para hacerlo, una mujer necesita estar en paz con su ser interior, necesita haber dedicado tiempo a sí misma, a su casa, a las conversaciones con los otros (en el día, en la noche, o aún en las madrugadas). El atender y el cuidar a otros demanda mucho tiempo, energía, esfuerzo y una gran capacidad de automotivación y perseverancia. Este es un esfuerzo que difícilmente los otros ven sino hasta que se encuentran en la misma posición de dar sin condiciones; es un esfuerzo que no se paga y se reconoce de manera insuficiente.

Así es, lo que es insuficiente no el esfuerzo que hace la mujer en el hogar, sino el reconocimiento y agradecimiento social y familiar por lo realizado por ella. Este esfuerzo de la mujer que trabaja en su hogar es tan grande que implica en gran medida la negación del propio ser por el beneficio de los otros, y es necesario generar conciencia de que hace falta un balance para garantizar también el bienestar de ella.

Una mujer que siembra amor cosecha amor, una mujer que pone límites mantiene su casa en orden, una mujer que se esfuerza por la belleza y el orden de su hogar facilita la armonía y el deleite, una mujer que produce con sus manos prospera, y prospera más la que produce con el corazón porque prospera su espíritu. Así que, sí se cosecha el fruto de lo que se siembra, sí se llega a disfrutar el fruto de tanto esfuerzo.

El tiempo y la atención que se brinda a los otros no es en vano, con excepción de aquellas mujeres que viven subyugadas en una relación machista y desigual (para la cual debería buscar ayuda); las mujeres virtuosas de las que habla la Palabra de Dios, cosechan abundantemente el delicioso fruto de su trabajo.

Esto es lo que he visto; que para estas mujeres el dinero llega en algún momento, el amor de sus hijos las premia, el éxito laboral de sus esposos es el suyo propio y todo el mundo lo sabe, en su trabajo prosperan, y la sabiduría que tienen es corona de gloria para ellas en frente de todas las personas que las conocen; la armonía y paz de sus hogares no tiene precio y la salud y la calidad de vida se multiplican para todos.

Nuestro Dios es abundante, generoso en bondad y buenos deseos para con nosotras, Él ha prometido que nosotras cosecharemos el fruto de nuestro trabajo y nosotras lo disfrutaremos (Isaías 62:8), Él nos recompensa con los "secretos muy guardados y los tesoros escondidos" de la vida (Isaías 45:3), Él nos ha dado talentos maravillosos que darán fruto cada vez que los pongamos a trabajar (Mateo 25:14-30), y este fruto es un fruto espiritual y también material. Todo trabajador es digno de su salario (Lucas 10:7), todo aquel que busca encuentra (Lucas 11:9 y 10) y toda mujer que emprenda un negocio prosperará en Él (Proverbios 31:18).

A todas esas mujeres maravillosas que se esfuerzan cada día en sus hogares les digo: "Esfuérzate y sé valiente porque Jehová tu Dios estará contigo donde quiera que vayas" (Josué 1:9) y "comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y te irá bien" (Salmo 128:2). 



Elogio de la mujer virtuosa

10 Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?
    Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.
11 El corazón de su marido está en ella confiado,
Y no carecerá de ganancias.
12 Le da ella bien y no mal
Todos los días de su vida.
13 Busca lana y lino,
Y con voluntad trabaja con sus manos.
14 Es como nave de mercader;
Trae su pan de lejos.
15 Se levanta aun de noche
Y da comida a su familia
Y ración a sus criadas.
16 Considera la heredad, y la compra,
Y planta viña del fruto de sus manos.
17 Ciñe de fuerza sus lomos,
Y esfuerza sus brazos.
18 Ve que van bien sus negocios;
Su lámpara no se apaga de noche.
19 Aplica su mano al huso,
Y sus manos a la rueca.
20 Alarga su mano al pobre,
Y extiende sus manos al menesteroso.
21 No tiene temor de la nieve por su familia,
Porque toda su familia está vestida de ropas dobles.
22 Ella se hace tapices;
De lino fino y púrpura es su vestido.
23 Su marido es conocido en las puertas,
Cuando se sienta con los ancianos de la tierra.
24 Hace telas, y vende,
Y da cintas al mercader.
25 Fuerza y honor son su vestidura;
Y se ríe de lo por venir.
26 Abre su boca con sabiduría,
Y la ley de clemencia está en su lengua.
27 Considera los caminos de su casa,
Y no come el pan de balde.
28 Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada;
Y su marido también la alaba:
29 Muchas mujeres hicieron el bien;
Mas tú sobrepasas a todas.
30 Engañosa es la gracia, y vana la hermosura;
La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.
31 Dadle del fruto de sus manos,
Y alábenla en las puertas sus hechos.
(Proverbios 31)


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