PSIQUE&SALUD
Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
20 de octubre de 2015
Solución de Conflictos Simple y
Natural
Por María Antonieta
Campos Badilla
“¡Todo es simple y natural!” me
ha repetido mi mamá por años, y también “lo que ha de suceder sucede, decían
los machiguengas”; estas eran las frases típicas que ella solía recordar de los
libros que iba leyendo. Y yo hago lo mismo, colecciono frases que se van
convirtiendo en principios en mi vida. Por ejemplo, cuando leo los libros de
Louise Hay y hago sus ejercicios, me repito con frecuencia “todo está bien en
mi mundo”.
Las tres frases resultan fácil de
decir hasta que nos vemos en la necesidad de resolver conflictos de interacción
social; entonces surgen muchas dudas con respecto a si debemos confrontar
directa y fuertemente, debemos quedarnos callados(as) de forma permanente y
evitar conflictos, debemos poner límites y alejarnos de forma definitiva, o
alejarnos y después volver a resolver en calma, y ¿será que debemos hablar
mucho o debo hablar poco?, y cuando hablamos ¿qué es lo que tenemos que decir?,
¿será que debemos expresar nuestras emociones, nuestros pensamientos e
impresiones o simplemente lo que creemos que sucede?, y ¿en qué tono debemos
hablar, con qué volumen, con qué tipo de palabras?... ¡Parece realmente
complicado!
Algunas preguntas básicas
recomiendan los expertos en resolución de conflictos, son preguntas para
resolver antes de hablar y luego para expresarlas en una conversación sin decir
o añadir nada más:
·
¿Qué fue lo que pasó?
·
¿Qué pensé?
·
¿Cómo me sentí?
·
¿Qué fue lo que hice?
·
¿Qué pienso ahora?
·
¿Cómo me siento ahora?
·
¿Qué quisiera hacer, y qué quisiera que
ocurriera ahora?
Partimos del supuesto de que si
dos personas en un conflicto analizan estos elementos y los comunican con la
disposición de escuchar al otro y se comprometen a hablar y a escuchar tratando
de comprender, entonces, lograrán resolver su conflicto; sea esto volver a
relacionarse con el mismo nivel de vinculación de antes, mejorar la vinculación,
o alejarse afectivamente pero resguardando la paz personal y comunitaria.
Sin embargo, en la vida real este
ejercicio resulta un poco o bastante más complejo que seguir los pasos de una
receta. Resulta que en mi consultorio, con frecuencia, las personas expresan cosas como:
·
“Es que yo no quiero ya conversar ni resolver
nada con esa persona, aunque me toca convivir con ella”
·
“Nada va a cambiar, no vale la pena hacer el
esfuerzo”
·
“Es que yo prefiero callarme porque, si no, lo
que voy a decir me va a sacar de control”
·
“En el momento no sé cómo identificar lo que
sentí, entonces no puedo decirlo; o lo digo mal y se entiende otra cosa, por
eso mejor no digo nada”
·
“Yo no creo que yo tenga que enseñarle a la
gente cómo vivir, ellos deberían saberlo, yo no quiero conversar y tener educar
a alguien sobre cómo debería reaccionar en esta situación”
·
“Es que mis sentimientos o pensamientos son
míos, no me gusta comunicarlos”
·
“Es que prefiero dejarlo así, alejarme y seguir
con mi vida”
·
“Yo no puedo comunicarme en paz, el enojo, la
ira, la frustración o el resentimiento van a salir a flote y no puedo
controlarlos… voy a gritar… o me voy a poner a llorar”
·
“Yo no tengo por qué pensar en una forma de
decir las cosas de manera agradable cuando me están agrediendo, esa persona
merece todo mi enojo”
Si analizamos en frío todos estos pensamientos podrían ser
catalogados como “falta de asertividad”, muchos de ellos como “una actitud
pasiva hacia la vida” otros como “reacciones agresivas que no solucionan nada”.
Pero la realidad no es tan simple, no existe tal cosa como “pensamientos,
frases o reacciones correctos o incorrectos”, sólo existe lo que funciona o no
funciona: Para cada persona y cada situación hay un camino diferente.
Entonces, cuando tenemos un
conflicto, ciertamente es necesario poder identificar ¿qué pasó?, ¿qué pensé?, ¿cómo
me sentí?, ¿cómo reaccioné?, ¿me funcionó o no me funcionó?, ¿qué
pienso ahora?, ¿cómo me siento ahora?, ¿qué quisiera hacer, y qué quisiera que
ocurriera ahora?
Estas son preguntas necesarias
para sentirnos dueños de nuestros pensamientos, sentimientos y reacciones ante
el entorno, para volver a sentirnos en control en una situación que nos había
descontrolado. Y es que lo único que se necesita para empoderarnos es saber que
cada uno se pertenece sólo a sí mismo y a la fuerza creadora del universo, y
que ningún elemento externo puede cambiar nuestra esencia. También repetía mi
mamá con bastante frecuencia “nadie es víctima de nadie, cada quien es víctima
de sí mismo”.
Después de responder estas
preguntas, después de recordar quiénes somos, que somos nuestros y
descendientes de la Divinidad Creadora, después de recordar qué nos da sentido,
qué merecemos y qué queremos para nuestra vida, entonces y sólo entonces, será más
fácil decidir cómo queremos reaccionar ante la situación que estamos viviendo,
definiendo con más claridad qué es lo que nos puede funcionar para nuestros
propósitos.
Y es importante notar, que entre
las preguntas que arriba indico, estoy incluyendo la palabra “ahora”, porque resulta que así como
nuestra concepción de mundo va cambiando conforme pasa el tiempo, y así como
nuestros propósitos evolucionan, así puede ser que lo que funciona en un
momento y con una persona no funcione en otro momento con esa persona o con
otras. De esta manera, el ejercicio de preguntarse es un ejercicio que se debe
hacer constantemente, cada día, con cada conflicto interpersonal que se
presente, o mientras un conflicto tarde en resolverse definitivamente a lo
largo del tiempo, cuestionándonos una y otra vez si lo que estamos haciendo
está funcionando.
Lo demás viene, lo que queramos y
convenga hacer vendrá de manera simple y natural; y algunos encontrarán que en
un momento lo que sirvió fue callar pero en otros sirvió más plantear sus
puntos de forma determinante, con algunas personas funcionó alejarse y con
otras abrir el corazón de par en par para resolver y vincularse fuertemente.
La Biblia dice: “Si es posible,
y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos.” ( Romanos 12:18 NVI). Pues para mantener la
paz exterior primero es necesario mantener la paz interior, es necesario
identificar lo que pasa dentro de nosotros mismos, reconocerlo, darle lugar,
definirlo y cuando lo creamos conveniente hablarlo. El lugar, el momento y la
persona o ser con la que queremos hablarlo, así como el modo de hacerlo, se
definirán después, de manera simple y natural, cuando ya hayamos redescubierto
cuál es nuestro valor, nuestro sentido y nuestro lugar en el universo y que no
hay nada ni nadie que pueda dañar la esencia divina que Dios nos ha dado.
Cuando sabemos que nuestra esencia es divina y que está resguardada en el
Eterno, no necesitamos dañar la esencia de nadie pues no sentimos más
vulnerabilidad.
No hay que forzarse a hacer,
simplemente hay que atreverse a ser, primero con nosotros mismos, y luego con
nuestro entorno. “¡Todo es simple y natural!”
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