martes, 20 de octubre de 2015

Solución de conflictos simple y natural

PSIQUE&SALUD
Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
20 de octubre de 2015

Solución de Conflictos Simple y Natural
Por María Antonieta Campos Badilla

“¡Todo es simple y natural!” me ha repetido mi mamá por años, y también “lo que ha de suceder sucede, decían los machiguengas”; estas eran las frases típicas que ella solía recordar de los libros que iba leyendo. Y yo hago lo mismo, colecciono frases que se van convirtiendo en principios en mi vida. Por ejemplo, cuando leo los libros de Louise Hay y hago sus ejercicios, me repito con frecuencia “todo está bien en mi mundo”.
Las tres frases resultan fácil de decir hasta que nos vemos en la necesidad de resolver conflictos de interacción social; entonces surgen muchas dudas con respecto a si debemos confrontar directa y fuertemente, debemos quedarnos callados(as) de forma permanente y evitar conflictos, debemos poner límites y alejarnos de forma definitiva, o alejarnos y después volver a resolver en calma, y ¿será que debemos hablar mucho o debo hablar poco?, y cuando hablamos ¿qué es lo que tenemos que decir?, ¿será que debemos expresar nuestras emociones, nuestros pensamientos e impresiones o simplemente lo que creemos que sucede?, y ¿en qué tono debemos hablar, con qué volumen, con qué tipo de palabras?... ¡Parece realmente complicado!
Algunas preguntas básicas recomiendan los expertos en resolución de conflictos, son preguntas para resolver antes de hablar y luego para expresarlas en una conversación sin decir o añadir nada más:
·         ¿Qué fue lo que pasó?
·         ¿Qué pensé?
·         ¿Cómo me sentí?
·         ¿Qué fue lo que hice?
·         ¿Qué pienso ahora?
·         ¿Cómo me siento ahora?
·         ¿Qué quisiera hacer, y qué quisiera que ocurriera ahora?
Partimos del supuesto de que si dos personas en un conflicto analizan estos elementos y los comunican con la disposición de escuchar al otro y se comprometen a hablar y a escuchar tratando de comprender, entonces, lograrán resolver su conflicto; sea esto volver a relacionarse con el mismo nivel de vinculación de antes, mejorar la vinculación, o alejarse afectivamente pero resguardando la paz personal y comunitaria.
Sin embargo, en la vida real este ejercicio resulta un poco o bastante más complejo que seguir los pasos de una receta. Resulta que en mi consultorio, con frecuencia,  las personas expresan cosas como:
·         “Es que yo no quiero ya conversar ni resolver nada con esa persona, aunque me toca convivir con ella”
·         “Nada va a cambiar, no vale la pena hacer el esfuerzo”
·         “Es que yo prefiero callarme porque, si no, lo que voy a decir me va a sacar de control”
·         “En el momento no sé cómo identificar lo que sentí, entonces no puedo decirlo; o lo digo mal y se entiende otra cosa, por eso mejor no digo nada”
·         “Yo no creo que yo tenga que enseñarle a la gente cómo vivir, ellos deberían saberlo, yo no quiero conversar y tener educar a alguien sobre cómo debería reaccionar en esta situación”
·         “Es que mis sentimientos o pensamientos son míos, no me gusta comunicarlos”
·         “Es que prefiero dejarlo así, alejarme y seguir con mi vida”
·         “Yo no puedo comunicarme en paz, el enojo, la ira, la frustración o el resentimiento van a salir a flote y no puedo controlarlos… voy a gritar… o me voy a poner a llorar”
·         “Yo no tengo por qué pensar en una forma de decir las cosas de manera agradable cuando me están agrediendo, esa persona merece todo mi enojo”
Si analizamos en frío  todos estos pensamientos podrían ser catalogados como “falta de asertividad”, muchos de ellos como “una actitud pasiva hacia la vida” otros como “reacciones agresivas que no solucionan nada”. Pero la realidad no es tan simple, no existe tal cosa como “pensamientos, frases o reacciones correctos o incorrectos”, sólo existe lo que funciona o no funciona: Para cada persona y cada situación hay un camino diferente.
Entonces, cuando tenemos un conflicto, ciertamente es necesario poder identificar ¿qué pasó?, ¿qué pensé?, ¿cómo me sentí?, ¿cómo reaccioné?, ¿me funcionó o no me funcionó?, ¿qué pienso ahora?, ¿cómo me siento ahora?, ¿qué quisiera hacer, y qué quisiera que ocurriera ahora?
Estas son preguntas necesarias para sentirnos dueños de nuestros pensamientos, sentimientos y reacciones ante el entorno, para volver a sentirnos en control en una situación que nos había descontrolado. Y es que lo único que se necesita para empoderarnos es saber que cada uno se pertenece sólo a sí mismo y a la fuerza creadora del universo, y que ningún elemento externo puede cambiar nuestra esencia. También repetía mi mamá con bastante frecuencia “nadie es víctima de nadie, cada quien es víctima de sí mismo”.
Después de responder estas preguntas, después de recordar quiénes somos, que somos nuestros y descendientes de la Divinidad Creadora, después de recordar qué nos da sentido, qué merecemos y qué queremos para nuestra vida, entonces y sólo entonces, será más fácil decidir cómo queremos reaccionar ante la situación que estamos viviendo, definiendo con más claridad qué es lo que nos puede funcionar para nuestros propósitos.
Y es importante notar, que entre las preguntas que arriba indico, estoy incluyendo  la palabra “ahora”, porque resulta que así como nuestra concepción de mundo va cambiando conforme pasa el tiempo, y así como nuestros propósitos evolucionan, así puede ser que lo que funciona en un momento y con una persona no funcione en otro momento con esa persona o con otras. De esta manera, el ejercicio de preguntarse es un ejercicio que se debe hacer constantemente, cada día, con cada conflicto interpersonal que se presente, o mientras un conflicto tarde en resolverse definitivamente a lo largo del tiempo, cuestionándonos una y otra vez si lo que estamos haciendo está funcionando.
Lo demás viene, lo que queramos y convenga hacer vendrá de manera simple y natural; y algunos encontrarán que en un momento lo que sirvió fue callar pero en otros sirvió más plantear sus puntos de forma determinante, con algunas personas funcionó alejarse y con otras abrir el corazón de par en par para resolver y vincularse fuertemente.
La Biblia dice: “Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos.” (Romanos 12:18 NVI). Pues para mantener la paz exterior primero es necesario mantener la paz interior, es necesario identificar lo que pasa dentro de nosotros mismos, reconocerlo, darle lugar, definirlo y cuando lo creamos conveniente hablarlo. El lugar, el momento y la persona o ser con la que queremos hablarlo, así como el modo de hacerlo, se definirán después, de manera simple y natural, cuando ya hayamos redescubierto cuál es nuestro valor, nuestro sentido y nuestro lugar en el universo y que no hay nada ni nadie que pueda dañar la esencia divina que Dios nos ha dado. Cuando sabemos que nuestra esencia es divina y que está resguardada en el Eterno, no necesitamos dañar la esencia de nadie pues no sentimos más vulnerabilidad.
No hay que forzarse a hacer, simplemente hay que atreverse a ser, primero con nosotros mismos, y luego con nuestro entorno. “¡Todo es simple y natural!”


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