Decía un querido pastor que el
año número ocho era un año de poda (año en que las culturas bíblicas
podaban las vides para prepararlas para el año de la cosecha); y el año
número nueve era un año de nuevos frutos (las vides bien podadas darían muchos
frutos al año siguiente). Por lo menos esta es una interpretación del
significado de los números según la Biblia. Por eso quisiera iniciar este nuevo
año 2019 con una pequeña reflexión sobre cómo se solucionan los conflictos propios
de la “poda” en nuestra vida social.
No se pueden evitar; los
conflictos existen como una oportunidad de aprendizaje; son parte del cambio,
de la crisis que implica el crecimiento y la evolución.
¿Qué es lo que se supone que
aprendamos con cada problema social que se nos presenta? El camino de cada
quien es distinto y sus necesidades de aprendizaje dependen de su tiempo; pero
existen principios básicos que todas las personas necesitamos aprender y
aplicar de forma universal, es decir, en todo tiempo y en todo lugar.
El principio de la verdad, el de
libertad, el de justicia y el de la paz; la misericordia y el bien, así como el
dar buen fruto en la vida espiritual; y ante todo, creo, el principio de la
gracia.
“Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
(Juan 8:32)
“La misericordia y la verdad se encontraron;
La justicia y la paz se besaron.
La verdad brotará de la tierra,
Y la justicia mirará desde los cielos,
Dios dará también el bien,
Y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia irá delante de él,
Y sus pasos nos pondrá por camino”.
(Salmos 85:10-13).
“pues Dios es el que en vosotros produce
así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.
(Filipenses 2;13)
“El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
(Gálatas 5:22-23).
“Pues la ley por medio de Moisés fue dada,
pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”.
(Juan 1:17)
Sí, todo empieza por decir la
verdad; ¿a quién?, pues primero al propio ser, al yo. Decirnos la verdad de lo
que sentimos ante los sucesos críticos que enfrentamos. Hablarnos sobre lo que
quiere nuestra alma, sobre lo que desea, sobre lo que siente que puede y no
puede hacer, sobre lo que no desea y sobre cómo se siente ante eso que no
desea. Sincerarnos con nosotros mismos cuando estamos en calma.
Nuestra alma no nos engaña,
solamente necesitamos tranqulidad para poder escucharla. Es por eso que arriba
se dice que la verdad brota de la tierra”; nosotros, lo profundo de nuestra
alma, es esa tierra de la que hablan estos versos. En nuestra alma se encuentra
toda la información que Dios quiso que tuviéramos para cultivar y crear una
vida hermosa. Nuestra mente, en cambio,
ha sido enseñada a argumentar una y otra vez, desde muchas perspectivas que
incluyen la tradición y cualquier otra perspectiva ajena a nuestra propia alma.
Así, es la mente inquieta la que tiende a hacer ruido y confundir nuestra idea
inicial de verdad.
Pero, una vez que nos damos
tiempo para volver a la calma (en muchas ocasiones se requieren tres días y largos ratos de respiración consciente),
logramos definir qué sentimos, qué queremos, qué podemos hacer. Cuando la
verdad del alma logra aterrizar en nuestra mente y apaciguarla, llega el
momento de actuar.
Es entonces cuando esa verdad
debe encontrarse con la misericordia: en procura del bien común. ¿Significa
esto que debo hacer sacrificios personales para que los otros involucrados en
el conflicto estén bien? No. Aunque algunas veces podemos ceder, esto no
estaría bien si es en contra del propio bienestar. Entonces, ¿qué es actuar con
misericordia? Pues eso, buscar la mejor situación para que todos estemos bien.
Casi siempre, la creación de la
nueva situación requiere una delimitación clara de los espacios individuales.
Pongo un ejemplo muy sencillo, en mi niñez mis hermanos y yo dejamos de
pelear por el uso del único televisor de la casa, cuando nuestra sensata madre
asignó un día y un horario a cada uno para escoger el programa de televisión
que quería ver; cada quien tenía su momento de escoger y el otro si quería
podía acompañarle. Un ejemplo más complejo lo vemos en las terapias de pareja
en las que se busca romper los círculos de agresión; en ese caso, cuando inicia
una escalada de discusiones la pareja debe aprender a separarse por un rato,
hacer un “tiempo fuera”, y cuando estén en calma retomar el tema. Algunas
veces, la delimitación para estas parejas consiste en evitar hablar de ciertos
temas en ciertos lugares, en ciertos momentos, o hasta que esté presente un
mediador, consejero o terapeuta que les ayude a resolver.
Entonces, estamos hablando de que
la delimitación de los conflictos sociales implica pensar en cuál momento, ante
cuáles circunstancias y con cuáles personas presentes será más probable obtener
mejores resultados para todos; no sólo para los otros y no únicamente para mí.
Algunas veces, después de haber
intentado con diferentes delimitaciones y mediadores sin obtener buenos
resultados, se llega a la conclusión de que la mejor forma de lograr a un
estado de bien común es una separación definitiva de las partes, con los
mejores deseos de paz y bienestar para la otra persona. Es decir, no guardar
rencores ni dolor ni ira en el corazón (esto se logra a través del perdón),
pero separarse para evitar hacerse más daño a partir de las diferencias. Y este
es el ejemplo más claro en el que se puede ver que, después de la verdad y la
misericordia, aparece la libertad.
Esta es una forma en la que el conflicto ser resuelve con una especie de "poda", que permitirá que, en el futuro, cada persona obtenga los mejores frutos. Podar las ramas de una vid es, en cierto modo, liberarlas para que puedan abrir paso a hermosos racimos de dulces uvas. Para que nuestra vida fluya y dé fruto es necesario que gocemos de libertad.
Esta es una forma en la que el conflicto ser resuelve con una especie de "poda", que permitirá que, en el futuro, cada persona obtenga los mejores frutos. Podar las ramas de una vid es, en cierto modo, liberarlas para que puedan abrir paso a hermosos racimos de dulces uvas. Para que nuestra vida fluya y dé fruto es necesario que gocemos de libertad.
Sabemos que la verdad y la
misericordia se han encontrado cuando todas las partes del conflicto son libres
finalmente para ser y hacer lo que cada una desea y poder cumplir su propósito
de vida. Y dos personas pueden permanecer juntas y dar fruto sólo en tanto cada una de ellas se siente libre para ser (sin ser limitada, sin ser criticada, sin ser desvalorizada, ni mucho menos amezada o lastimada). Un acompañamiento en donde hay libertad para la verdad y misericordia en pro del bienestar, es lo único que permite que surjan la justicia y la paz.
¿Entonces "podar" es hacer justicia? Sí, pero hablamos de una justicia divina. En el Cristianismo a la justicia
se le entiende como gracia, es decir, un regalo. Porque Jesús no dañó a ningún ser sino que nos perdonó a todos, porque él vivió en misericordia y verdad, porque murió y venció la muerte en su santidad y nos abrió el camino al Padre Celestial, es que ahora gozamos del regalo de no ser culpables: Hemos sido justificados, hay justicia para todas las personas que lo deseen, y esto es un regalo.
Este es el regalo del perdón que nos dio Jesús, y cuando nosotros somos capaces de otorgar el mismo regalo a los demás entonces actuamos con justicia, porque damos lo mismo que hemos recibido.
Entonces, la justicia implica eso, que usted y yo liberemos a las personas con quienes estábamos en conflicto, que las liberemos de cualquier juicio que en nuestra mente las hiciera culpables, que las liberemos de tal manera que ellas puedan ser libre y nosotros también; además, las liberamos como regalo, no porque se lo merezcan, y cuando lo hacemos, de manera divina recibimos nuestra propia libertad.
Esta es la clave, que esta justicia (la cristiana) no es por merecimiento, sino por la aceptación de que aquel que no hizo mal nos perdonó todo lo malo que hicimos, y por lo tanto, ahora, podemos perdonar también, dejar ir, y seguir nuestro camino en libertad, para poder hacer aquello que nuestra alma anhela.
Este es el regalo del perdón que nos dio Jesús, y cuando nosotros somos capaces de otorgar el mismo regalo a los demás entonces actuamos con justicia, porque damos lo mismo que hemos recibido.
Entonces, la justicia implica eso, que usted y yo liberemos a las personas con quienes estábamos en conflicto, que las liberemos de cualquier juicio que en nuestra mente las hiciera culpables, que las liberemos de tal manera que ellas puedan ser libre y nosotros también; además, las liberamos como regalo, no porque se lo merezcan, y cuando lo hacemos, de manera divina recibimos nuestra propia libertad.
Esta es la clave, que esta justicia (la cristiana) no es por merecimiento, sino por la aceptación de que aquel que no hizo mal nos perdonó todo lo malo que hicimos, y por lo tanto, ahora, podemos perdonar también, dejar ir, y seguir nuestro camino en libertad, para poder hacer aquello que nuestra alma anhela.
Cuando decidimos construir
relaciones sanas, cuando cortamos lazos dañinos, y cuando seguimos el deseo de
nuestra alma sin cargarnos ni cargar a nadie con los rencores del pasado, ni
con las cargas de la costumbre o o de la tradición o de lo que opinan los demás, entonces Dios nos mira con
agrado y nos da su bendición, y hace que nuestro camino sea bueno y nuestros pasos
firmes.
Entonces, cuando caminamos por el
camino de la verdad, del bien mutuo y la libertad, empezamos a dar un fruto de
cualidades integrales que nos permiten evolucionar: entonces desarrollamos amor, gozo, paz, paciencia
(con nosotros mismos y los demás), benignidad y bondad (igualmente para todas
las partes), fe, mansedumbre, templanza (o como le llamamos ahora, dominio
propio).
Así empezamos esta historia: Que en el conflicto social nuestra vida es podada y puede dar fruto, por el acto sencillo de reconocer qué hay en nuestro corazón, qué queremos, qué podemos hacer, hacia dónde deseamos ir... para luego ponernos en marcha con acciones de misericordia, verdad y libertad para el bien común.
Así empezamos esta historia: Que en el conflicto social nuestra vida es podada y puede dar fruto, por el acto sencillo de reconocer qué hay en nuestro corazón, qué queremos, qué podemos hacer, hacia dónde deseamos ir... para luego ponernos en marcha con acciones de misericordia, verdad y libertad para el bien común.
¿Hacia dónde quiere ir usted este
año? Después de los conflictos sociales que hubiere enfrentado el año pasado, en este inicio del 2019 yo recomiendo hacer los debidos cierres para caminar en libertad. Un ejercicio muy bueno para hacer cada día es repetir la frase "perdono, amo y sigo mi camino sin cargas ni rencores; me dispongo a estar en calma para atender a la verdad de mi alma".
María Antonieta Campos Badilla, Ph.D.
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