Hace algunas semanas me he estado preguntando porqué a todos nos hace
falta algo que el otro tiene y no puede aprovechar bien por su propia carencia.
Creo que hoy encontré una respuesta que me satisfizo: Cuando te encuentras en
esa circunstancia, es posible que te convenga empezar a compartir.
Si lo vemos en términos de negocios es fácil. Si yo vendo queques y
usted vende cajas, y hay un cliente que quiere comprar queques empacados,
entonces hacemos un convenio, y usted y yo vendemos en equipo.
Pero parece más difícil ver esta realidad en temas sociales más complejos.
Por ejemplo, hay muchas parejas bien establecidas económicamente, con salud,
con amor y con un buen nivel de consciencia espiritual, cuya situación les
haría "dignos" de ser considerados para el hermoso rol de ser padre y
madre; sin embargo, por mucho que lo intentan, no logran procrear. Al mismo
tiempo hay muchas parejas embarazadas con grandes problemas económicos, con
dificultades sociales serias, o con grandes problemas para encontrar cómo
tratar a un hijo o hija con amor; también hay madres solteras cuyas parejas
desaparecen al momento de enterarse de la buena nueva; hay una sociedad que no
cuestiona el hecho de que a una mujer embarazada no se le dé empleo y, peor aún, hay un
gran número de personas que consideran a la mujer embarazada como una carga económica y no como una sacerdotisa respetable que trae a la sociedad la bendición de la vida y la posibilidad de evolución y desarrollo; también, hay padres y madres que abandonan a
sus hijos, y otros mueren y hay niños viviendo en orfandad; y, además, hay
madres, abuelas y hasta líderes religiosos que se quejan todo el tiempo del rol maternal como
si fuera una carga, y que repiten constantemente: "los hijos(as) son
problemas".
Cuando, quien tiene mucho tiempo de intentar ser padre o madre, observa
todas estas realidades, inevitablemente llora. Se llora por todo el amor que se podría dar y que parece quedarse estancado, cuando del otro lado, hay una sociedad que lo necesita. En esas circunstancias no es tan fácil compartir, ¿o sí? Pareciera que, entonces, no es tan fácil
decir: usted pone el bebé y yo pongo el amor y aquel otro pone el dinero. ¿Qué piensa usted? ¿Qué propondría usted?
Son pocas las personas que realmente están equipadas con todo lo que necesita un rol tan complejo como el de la paternidad-maternidad; y aún para quienes parecen tenerlo todo, las circunstancias en algún momento les pueden cambiar, o, incluso, pueden vivir esa maravillosa experiencia quejándose y sin disfrutarla.
Son pocas las personas que realmente están equipadas con todo lo que necesita un rol tan complejo como el de la paternidad-maternidad; y aún para quienes parecen tenerlo todo, las circunstancias en algún momento les pueden cambiar, o, incluso, pueden vivir esa maravillosa experiencia quejándose y sin disfrutarla.
Pero vuelvo a cuestionarle: ¿Será verdad que este tema del
compartir como respuesta a una carencia es más difícil en estas circunstancias sociales complejas? Hoy pensé que eso depende de nuestro nivel de apego o desapego, de nuestra capacidad de descansar
en la gracia de Dios o de la Vida.
Nos apegamos a la idea de que una circunstancia particular nos haría
felices, y que sin esa circunstancia no tenemos nada más que disfrutar. Nos
apegamos incluso a la idea de que ser felices siempre, en toda circunstancia y
momento, es lo que necesitamos para estar bien. Nos apegamos a nuestros planes
de vida como la única forma posible de alcanzar plenitud.
Pero nadie es feliz el cien por cien del tiempo; incluso Jesús lloró. Y
nunca se obtienen todos los planes perfectamente; esa es la forma de recordar
que también necesitamos de los demás, pues es sólo allí, en esa carencia que se llena socialmente, en donde encontramos el
Amor; y ese a quien todos llaman Dios, es el Amor.
Al pensar en esto vino a mí este verso: "No hay más grande amor que este, que uno dé su vida por sus amigos" (Jn. 15;13)
Al pensar en esto vino a mí este verso: "No hay más grande amor que este, que uno dé su vida por sus amigos" (Jn. 15;13)
Dar la vida es darlo todo, soltarlo todo y gozarse en lo que reciben los
demás. Así pues, ¿qué tal si decidimos soltar nuestros planes? ¿Qué pasaría si
quien no pudo concebir pero tiene medios económicos, comparte con quien no los
tiene y se alegra por la felicidad de la familia que recibe su ayuda? O, ¿sería
posible que el que tiene muchos contactos sociales compartiera el currículum de
la madre embarazada hasta que obtenga empleo, sin adoptar actitudes pesimistas
ante la solicitud de ayudar en esta tarea?, ¡porque aún existen personas con
sentido de responsabilidad social y que valoran la maternidad como un regalo
para la sociedad!, sólo habrá que buscar, y si se busca en equipo las
posibilidades de éxito aumentan. ¿Y qué tal si el padre profesional que busca
empleo se atreve a vender pan?, quizás con ello podría mantener a su nueva
familia. ¿Y si los padres que no querían serlo y que se encuentran enojados
buscan terapia o ayuda? ¿Y si la madre que necesita ayuda decide contarlo a sus
padres o amigos a pesar del regaño que pudiera venir después?, ¿si reconoce que
quienes le rodean también tienen derecho de preocuparse?, ¿si acepta su
realidad, y reconoce que necesita ayuda y se hace de una buena red de apoyo
social y se permite sobrevivir con su bebé a través de la ayuda de su prójimo?,
¿y si esa madre se esfuerza por hacerse independiente lo antes posible, pero no
antes de lo que se puede en realidad?, porque es que que hay procesos que no
pueden apurarse, pero recursos y ayuda no faltarán a quienes los buscan. ¿Y que
tal si las parejas con condiciones para la crianza decidieran adoptar sin
conocer nada sobre la genética y la herencia espiritual de su hijo o hija?,
¿qué tal si deciden que su amor paternal o maternal puede ser de tal calidad
que nada de que pueda venir importe? ¿Y si la madre y el padre deciden no
quejarse más de su rol o de sus hijas e hijos?, ¿y si cuidan sus palabras y
bendicen lo que es fruto de su propio amor y creación de su propio verbo? ¿Y si
cada uno decide abandonar sus planes iniciales de recibir?, ¿y si cada quien
comparte lo que sea que puede compartir?
Somos seres sociales porque en la necesidad que tenemos del otro es que
podemos encontrar el regalo del Amor. Entonces, para vivir en sociedad hay que
disponerse a compartir lo que se tiene, aceptar lo que se pierde o nunca llegó,
y recibir de otros lo que sana nuestras carencias. Es necesario organizar el
tiempo, el esfuerzo y el amor para dar primero y luego poder recibir lo que
quiera que venga de la Buena Voluntad.
Ser feliz no consiste en tener todo lo que queremos; ser feliz es vivir
en el Amor y en la aceptación de que todo viene por Gracia, y por Gracia
podemos compartir. Quienes por momentos se descubren como incapaces de tener, y
se reconstruyen como capaces de compartir, son quienes lo tienen todo.
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