En quietud
La vida va girando como la esfera
transparente de un hámster, pero no siempre estás dispuesto a caminar para
avanzar o, incluso, para mantener el equilibrio. A veces tu intuición te dice
que te sientes, aunque sea de repente y eso te haga girar sin control por un
tanto de tiempo. Tarde o temprano tu globo individual deja de girar y la
quietud te envuelve en la cercanía.
—¡Corre!—te gritan los pares
desde sus propias esferas; mientras apuran su paso y el mundo parece acelerarse.
—No
puedo—respondes con la honestidad más calma e inamovible que hay—, no he
alcanzado aún a encontrarle el sentido a esta carrera sin fin.
—¿Estás enfermo?—preguntan.
—No.
—¿Estás deprimido?
—No.
Te recuerdan los pagos, los
ahorros, tu futura pensión… ¡tu responsabilidad de asegurarte un destino!... ¡Un
destino! ¿Un destino?
Es en ese momento cuando te
preguntas con más claridad, ¡al fin te haces la pregunta correcta!:
—¿Y cuál es el destino que yo
escojo para mí?
Cuando te enseñaron que tenías un
libre albedrío no te dijeron que ibas a recibir constantes ideas de los otros
sobre cómo deberías vivir ese tal señorío; aunque ellos mismos no supieran que
se podía escoger.
Me pregunto: ¿cuántas personas
que giran sus esferas saben realmente qué es lo que hacen con ellas?, ¿cuántas
estarán verdaderamente conscientes de lo que están eligiendo?
La mayoría te dirían que están
ocupados produciendo, recolectando, asegurando su destino.
Mi alma se mueve y se conmueve,
porque yo no creo que mi destino sea el de un hámster recolector de semillas.
—Quizás—pienso—, quizás haya un camino diferente para mí.
Aún no tengo todas las
respuestas, pero sé que las primeras las encontraré sentada y en la quietud.
“En la quietud y en la confianza, está vuestra
fortaleza”. (Isaías 30:15)
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