martes, 1 de octubre de 2019

Metamorfosis, Parte 1

En quietud

La vida va girando como la esfera transparente de un hámster, pero no siempre estás dispuesto a caminar para avanzar o, incluso, para mantener el equilibrio. A veces tu intuición te dice que te sientes, aunque sea de repente y eso te haga girar sin control por un tanto de tiempo. Tarde o temprano tu globo individual deja de girar y la quietud te envuelve en la cercanía.
—¡Corre!—te gritan los pares desde sus propias esferas; mientras apuran su paso y el mundo parece acelerarse.
—No puedo—respondes con la honestidad más calma e inamovible que hay—, no he alcanzado aún a encontrarle el sentido a esta carrera sin fin.
—¿Estás enfermo?—preguntan.
—No.
—¿Estás deprimido?

—No.
—¡Entonces, muévete!
Te recuerdan los pagos, los ahorros, tu futura pensión… ¡tu responsabilidad de asegurarte un destino!... ¡Un destino! ¿Un destino?
Es en ese momento cuando te preguntas con más claridad, ¡al fin te haces la pregunta correcta!:
—¿Y cuál es el destino que yo escojo para mí?
Cuando te enseñaron que tenías un libre albedrío no te dijeron que ibas a recibir constantes ideas de los otros sobre cómo deberías vivir ese tal señorío; aunque ellos mismos no supieran que se podía escoger.
Tengo un hámster en mi oficina con una esfera, y a veces los niños quieren verle caminar por el cuarto dentro de su bolita; pero muchos de ellos quieren agarrarle y darle la dirección que ellos quieren, y entonces se pierden de observar qué es lo que en realidad a ese hámster le interesa.
Me pregunto: ¿cuántas personas que giran sus esferas saben realmente qué es lo que hacen con ellas?, ¿cuántas estarán verdaderamente conscientes de lo que están eligiendo?
La mayoría te dirían que están ocupados produciendo, recolectando, asegurando su destino.
Mi alma se mueve y se conmueve, porque yo no creo que mi destino sea el de un hámster recolector de semillas que tenga que verse atrapado en una bola plástica y sujeto a caminar en la direcciòn que otros quieren —Quizás—pienso—, quizás haya un camino diferente para mí. Quizás pueda sentarme quieta en mi bola, sentarme a meditar con Jesús, y salir transformada de la esfera como si fuera una mariposa tras la metamorfósis, o tal vez, como si fuera un hámster con alas y dirección propia.
Aún no tengo todas las respuestas, pero sé que las primeras las encontraré sentada y en la quietud.
“En la quietud y en la confianza, está vuestra fortaleza”. (Isaías 30:15)

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