viernes, 4 de octubre de 2019

Metamorfosis, Parte 4


Renacer
¿Has notado que ahora descansas más? Tu sueño se ha vuelto más profundo y placentero por las noches, aunque por el día te sigan presionando para ser recolector. A pesar de no saber qué hacer (pues los tesoros que guardaste en las carreras del ayer ya se han gastado) tu alma sigue firme en la convicción de respetar tu ser interno en su pura transformación.
Pero una mañana amaneces y el cristal, que lucía blanco por fuera, ahora brilla como un diamante y se suspende en el aire sostenido por dos veloces alas de oro que se agitan sin cesar. Has subido alto, muy alto; no tanto como para que no te noten; de hecho, los que corrían cada día cerca de ti, esta mañana han aminorado el paso mientras te observan.
La metamorfosis tenía que terminar en algún momento; no apurándola, sino respetando su tiempo. Limpiar la esfera y llenarla de luces arcoíris ha surtido el efecto: alas, alas veloces y fuertes, creadoras de nuevas posibilidades para ti. ¡Y libres! Se liberaron del peso de tus antiguos tesoros y ahora pueden elevarse.
Desde arriba puedes ver a otros que vuelan en sus esferas dando piruetas en el aire y alcanzando las mejores frutas del bosque eterno de la vida; las que no se acaban, las de la cumbre, las que no sufren en el invierno porque están muy por encima de las nubes.
Y desde el suelo te miran algunos que consideran seriamente si no será mejor quedarse quietos por un tiempo también.
Te miras. ¡Has renacido! Resurrección, trasmutación, trasformación, elevación; tantas formas de nombrar el sagrado cambio a la nueva vida en el amor de Cristo.
Algunos desde abajo continúan hablando de cómo deberías planear tu destino y tú sonríes en silencio descubriendo cada día que tu destino no es otro que Eterno Presente en la Quietud, el Amor Perpetuo que sólo se disfruta en la Paz; en el silencio de tu habitación cuando conversas con el Amado.

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