Renacer
¿Has notado que ahora descansas
más? Tu sueño se ha vuelto más profundo y placentero por las noches, aunque por
el día te sigan presionando para ser recolector. A pesar de no saber qué hacer
(pues los tesoros que guardaste en las carreras del ayer ya se han gastado) tu
alma sigue firme en la convicción de respetar tu ser interno en su pura
transformación.
Pero una mañana amaneces y el
cristal, que lucía blanco por fuera, ahora brilla como un diamante y se
suspende en el aire sostenido por dos veloces alas de oro que se agitan sin
cesar. Has subido alto, muy alto; no tanto como para que no te noten; de hecho,
los que corrían cada día cerca de ti, esta mañana han aminorado el paso mientras
te observan.
La
metamorfosis tenía que terminar en algún momento; no apurándola, sino
respetando su tiempo. Limpiar la esfera y llenarla de luces arcoíris ha surtido
el efecto: alas, alas veloces y fuertes, creadoras de nuevas posibilidades para
ti. ¡Y libres! Se liberaron del peso de tus antiguos tesoros y ahora pueden
elevarse.
Desde arriba puedes ver a otros
que vuelan en sus esferas dando piruetas en el aire y alcanzando las mejores frutas
del bosque eterno de la vida; las que no se acaban, las de la cumbre, las que
no sufren en el invierno porque están muy por encima de las nubes.
Y desde el suelo te miran algunos
que consideran seriamente si no será mejor quedarse quietos por un tiempo
también.
Te miras. ¡Has renacido!
Resurrección, trasmutación, trasformación, elevación; tantas formas de nombrar
el sagrado cambio a la nueva vida en el amor de Cristo.
Algunos desde abajo continúan
hablando de cómo deberías planear tu destino y tú sonríes en silencio
descubriendo cada día que tu destino no es otro que Eterno Presente en la
Quietud, el Amor Perpetuo que sólo se disfruta en la Paz; en el silencio de tu habitación cuando conversas con el Amado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario