Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
Segunda reunión: Guadalupe,
7 de febrero de 2014
Autoconocimiento: I parte
Comprender nuestras emociones
Por María Antonieta
Campos
Conocer nuestras emociones no es tarea sencilla,
requiere tiempo y dedicación, tanto como lo requieren la preparación de una
dieta saludable o el esfuerzo de embellecimiento y cuidado físico personal. Es
cuestión de ser conscientes de que debemos amarnos mucho y que merecemos un
minuto más para conocernos a nostras mismas.
Si te preguntan cómo te sientes, usualmente respondes "bien" o
"mal", "feliz" o "triste", muchas veces
"cansada". Pero ¿cuántas veces respondes "estoy entusiasmada,
indignada, frustrada, esperanzada, agobiada", o cualquier otra emoción
compleja que sea difícil de definir? Lo más difícil es decir cómo te sientes si
tus emociones son ambivalentes; por ejemplo, explicar cuando estás feliz y
triste al mismo tiempo, alegre por el otro y desilusionada por lo que no
obtendrás, enojada y frustrada sin querer lastimar a quien se encuentre a tu
lado. Y también es complicado expresar una emoción que no has tenido tiempo de
aclarar y que está allí sin que tú seas plenamente consciente de ella, esos son
los momentos en los que la mejor salida para el saludo inquisitivo de los otros
es "estoy bien, gracias", cuando en realidad sientes que la vida te
está pasando por encima.
Casi siempre, la causa de estas dificultades en la falta de tiempo para
estar en contacto con nuestro yo interior, para escuchar la voz de nuestro
corazón que dice claramente qué pasa.
¿Qué son las emociones? Son sustancias químicas en nuestro cuerpo; la
adrenalina, por ejemplo, aparece cuando nos sentimos en peligro y necesitamos defendernos,
cuando estamos estresadas, cuando debemos correr para dar la talla; en cambio,
la serotonina nos permite estar en calma y en control, el GABA posibilita el
sueño y la relajación, la acetilcolina nos permite estar concentradas y
enfocadas (por lo tanto con niveles altos de acetilcolina es difícil que nos
sintamos aturididas), la dopamina nos hace estar de buen humor, alegres y
motivadas, y la noradrenalina nos permite sentirnos energéticas y vitales. Las
combinaciones de estas sustancias funcionan como recetas de cocina, un postre
dulce con una pizca de sal puede ser deliciosa al paladar, y los aderezos
agridulces mejoran significativamente el sabor de nuestras ensaladas; pero un
poquito más sal de lo recomendado y se ha echado a perder nuestra receta
predilecta. Si producimos más GABA y/menos noradrenalina probablemente
sentiremos cansancio, sueño o depresión a pesar de haber dormido bien; y si
producimos menos serotonina y/o más adrenalina podríamos estar irritables.
¿Cómo controlamos la receta de las emociones? Las sustancias químicas
que produce nuestro organismo se producen en función de lo que recibimos de
nuestro medio ambiente y de la forma en la que la procesamos.
La alimentación tiene una gran influencia en nuestras emociones; si
consumimos muchos carbohidratos y azúcares en general, produciremos una buena
cantidad de insulina que estimulará la producción de sustancias que nos harán
sentir felices y satisfechas por un rato, pero luego habrá un efecto contrario,
los niveles de insulina bajarán y en consecuencia la producción de los
neurotransmisores citados se verá afectada. Muchas mujeres reportan ansiedad,
temor, tristeza o sueño un par de horas después de haber comido postres muy
dulces.
Evidentemente, la cafeína y cualquier otra sustancia estimulante
aumentará nuestros estados de vigilia, y las sustancias depresoras como el
alcohol nos deshiniben por un rato pero luego apagan nuestro ánimo hasta
provocar somnolencia y al día siguiente se genera un alto nivel de
irritabilidad.
Las condiciones en del entorno en las que nos desenvolvemos, y los
pensamientos con los que interpretamos estas condiciones, también provocan
cambios en la producción de neurotransmisores: Si percibimos una situación como
peligrosa, la adrenalina aumentará para prepararnos para correr; si la
producción de adrenalina se mantiene alta durante un tiempo comenzaremos a
sentir los estragos del estrés. Por otro lado, si nos encontramos en un
ambiente silencioso, cálido y oscuro, nuestro cuerpo empezará a prepararse para
dormir, pero si esas condiciones las hemos asociadas con un mal recuerdo,
quizás empecemos a a sentirnos tristes o deprimidas porque los recuerdos
estimularán la producción disminuida de dopamina al mismo tiempo que un aumento
en la producción de la serotonina. Si por otro lado, vivimos atendiendo las
necesidades de muchas personas, tanto que desatendemos las propias
acostumbraremos a nuestro cuerpo a producir cantidades elevadas de
noradrenalina, afectando nuestra capacidad de concentración y memorización y
arriesgándonos a provocar una depresión; o, disminuiremos la producción de GABA
y empezaremos a experimentar temor e incluso pánico en circunstancias que
en otro momento hubiéramos enfrentado sin problemas.
Pero las condiciones del entorno no nos afectan por sí solas, nótese que
lo que nos afecta es aquello que pensamos o interpretamos ante tales
condiciones. Por lo tanto, no siempre se trata de cambiar el entorno para
sentirnos mejor, es más, muchas veces no podemos cambiar todo nuestro entorno,
pero siempre podremos tomar conciencia de nuestras emociones, cambiar nuestras
percepciones, y planificar nuestras conductas para estar mejor.
Nuestra primera tarea, entonces es conocernos, conocer qué es lo que
está diciendo nuestro cuerpo. Si ni siquiera sacamos tiempo para conocer
nuestras emociones, ¿cómo sabremos cuál es su causa y cuáles son las posibles
soluciones?, o ¿cómo aprenderemos a prolongar los estados de bienestar?
Hagamos, pues, un primer ejercicio para aprender a reconocer nuestras
emociones:
Busca un lugar apartado; si haces este ejercicio diariamente puedes
buscar tu dormitorio, tu oficina, un baño o un lugar en el que puedas cerrar
los ojos con confianza; en este momento, procura sentarte y estar lo más cómoda
en tu asiento, sin cruzar los brazos ni las piernas, con la espalda recta y
relajada sobre el respaldar y con las manos apoyadas sobre tu regazo muy
suavemente.
Cierra los ojos y respira despacio.
Escucha, escúchalo todo despacio, los
automóviles en la carretera, las aves cantando, los árboles y sus hojas
moviéndose con el tiempo, el viento golpeando las ventadas... Escúchalo todo
despacio.
Ahora escucha y siente un poquito más
de cerca, con tus ojos cerrados y respirando despacio percibe lo que se
encuentra a tu al rededor, cerca de ti. Quizás hayan otras personas, quizás
sólo el aire; siente su temperatura, siente su ritmo, sus movimientos. Siente
la paz a tu alrededor, siente la paz en aquello que puedas percibir que está en
calma.
Respira despacio, deja de lado todos
los pensamientos sobre lo que ha pasado o sobre lo que está pendiente, sólo
concéntrate en lo que hay a tu alrededor.
Ahora céntrate en tí, en tu propio
cuerpo, siéntelo, ¿está caliente?, ¿está frío?, ¿está pesado, suelto o más bien
tenso?, siente tu cuerpo pero no lo juzgues, siéntelo y déjalo ser. Concédete
un chineo, respira profundo y despacio y trata de soltar o dejar caer con
suavidad aquellas partes que has tensado durante un rato. Respira profundo y
deja que tu cuerpo repose sin tensiones sobre su silla.
Ahora concéntrate un poco más adentro
de ti, puedes enfocar una luz en tu mente y hacer la bajar despacio de tu
cabeza a tus pies observado cada una de las partes de tu cuerpo. Siente tu
cabeza, tu cuello, siente tu espalda, tus brazos, tus manos tus caderas, siente
tus piernas y baja hasta tus pies, y luego siente tus pies y tus manos.
Ahora ven al centro de ti, a tu pecho
y a la boca de tu estómago, ahí donde decimos que sentimos más fuertemente
nuestras emociones, enfócate allí por un rato mientras respiras profundamente,
cuál es la emoción que parece estar anidada en ese lugar, o cuáles son las
emociones que están allí.
Siéntelas, no tengas temor, aún si
son varias, ambivalentes o muy complejas, siéntelas, no las juzgues ni les
tengas temor.
Esas son tus emociones, las puso Dios
allí para que tu cuerpo se comunique con tu mente y le haga saber lo que estás
pasando.
Respira profundo y siente, respira
despacio, respira tranquila y deja que tu emoción permanezca allí por un
rato.
Si alguna de esas emociones resalta,
déjala estar allí, siéntela intensamente y deja que ella sola se vaya
acomodando, a su ritmo, déjala, pronto encontrará sentido dentro de las demás
emociones que la acompañan.
Respira profundo, ámate, piensa en ti
como un ser digno de ser cuidado y protegido por el universo, piensa en ti como
alguien dichoso por poder sentir.
Acéptate, ámate, recibe tus emociones
como un mensaje divino y deja que ellas te lleven a una decisión saludable para
ti y para los que te rodena.
Mira la luz que se encuentra
resguardando tu pecho, mira la luz que te rodea y te protege. Respira profundo
y mira el amor del que te has envuelto.
Respira despacio y cuando lo
consideres oportuno abre tus ojos y sigue disfrutando de ese amor especial que
te rodea.
Ahora sí, para este momento ya debes tener más claras algunas de tus
emociones, les diste lugar y estas pudieron hablarte, o quizás simplemente te
sientas tranquila, esa es tu emoción de este momento.
Recuerda el ejercicio y repítelo por lo menos una vez al día.
Ahora, mira la actividad que se ha planteado al frente de ti, escoge
hacer lo que mejor represente la experiencia que has tenido.
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