miércoles, 1 de julio de 2015

Soltando Amarras para Sentir

Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
1° de julio de 2015

Soltando Amarras para Sentir

Por María Antonieta Campos Badilla


Dedicado a Laura Nova y Zuly Sánchez,
mis profesoras de danza.
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En una reciente clase de danza, una de mis profesoras, Laura Nova, nos habló de un concepto nuevo: Tarab. Es la palabra que se utiliza en danza árabe para expresar que se baila con sentimiento puro, ¡muy puro! Con esta enseñanza, de nuevo me brillaron los ojos, ¡así es como quiero bailar!, ¡así es como quiero hacer todo lo que hago!, eso es lo que queremos lograr en las Tardes de Manualidades y Café: ¡queremos crear y comunicar nuestros sentimientos más puros!

Este es un grupo para conocernos más a nosotras mismas a través de diferentes expresiones del arte. Nuestro objetivo no es hacer manualidades maravillosas para exponer, tampoco intentamos ser “profesionales” ni “expertas” en ejecuciones artísticas, no interesa la técnica ni el producto, no se requieren conocimientos anteriores en artes plásticas; lo único que aquí interesa es cada persona viviendo-sintiendo el momento de forma consciente, es que cada una logre reconocer las emociones más puras que impulsan nuestras acciones y pensamientos en cada pequeño instante; es detener el tiempo y sentir, es darle lugar a lo que está adentro, es dejarlo salir con libertad y colocarlo conscientemente ahí, en aquello que estamos haciendo.

Sentir con pureza, es sentir con amor, es sentir con intensidad, sin juicios, sin temores, confiando en que el sentimiento que está allí trae en sí un mensaje divino que nos ayuda a purificar nuestro ser, nuestras acciones y nuestro entorno. ¡Hay que darle lugar a esas emociones para que nos comuniquen su mensaje!; pero cuando deseamos controlarlo todo de manera racional, es difícil dar lugar al sentimiento.

Para entender esto hay que entender primero que “el temor”, entendido como la censura con todos los juicios de valor del ser humano, ese “temor trae en sí castigo” (I Juan 4:18). El castigo es aquella condición que nos limita, la condición que nos hace perder la libertad por un momento, por mucho tiempo o durante toda nuestra vida.

Y es que nuestros temores y censuras y nuestra permanente necesidad de control nos quitan la libertad, nos amarran como a las cuerdas a un barco en el puerto. Pero los barcos no fueron hechos para permanecer en un puerto o anclados todo el tiempo, necesitan detenerse sólo algunas veces, el resto del tiempo su propósito es navegar. Nuestro diseño divino también está pensado para que nos movamos, para que avancemos, para que cambiemos constantemente y evolucionemos de manera positiva a lo largo de nuestra vida, sólo en algunos momentos debemos detenernos para planear nuevas y maravillosas rutas por explorar.

Igual que las amarras de un barco, nuestras censuras son una forma  de detenernos, nos atemorizan para avisarnos que algo malo puede pasar si no guardamos la compostura. No está mal prevenir el peligro, y no todas las reglas son malas, muchas de ellas convienen en momentos determinados.

Pero está mal sojuzgar cada situación con reglas inflexibles y dejando de lado el amor. Está mal censurar constantemente nuestros propios sentimientos para mantener “el control”. Eso es como anclar el barco con censuras y temores y bajar las velas para que el viento del amor no impulse nuestras vidas, y dejar en barco en puerto de forma permanente.

Ciertamente no conviene dejar de vivir en libertad con la errónea idea de que toda de la naturaleza humana, incluyendo sus sentimientos, es peligrosa. No lo es. ¡La naturaleza humana es amor!, porque Dios es amor, y quienes vivimos esta fe sabemos que fuimos hechos a imagen y semejanza de Él.

Y el perfecto amor de Dios—me refiero al puro amor de Dios, a la gracia que se impone ante el pecado y redime al ser humano dejándolo libre de culpa, a la gracia que abre camino a la compasión con ternura—, ese “perfecto amor de Dios hecha fuera el temor”. (I Juan 4:18)

Entonces, para soltar las amarras que nos impiden sentir, primero necesitamos reconocer que vivimos permanentemente en amor. Necesitamos confiar en que “en Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28) y por lo tanto en Él está contenido todo nuestro ser incluyendo nuestros sentimientos más complejos.

Si vivimos en amor, si confiamos en este amor, no es necesario temerle a lo que podamos encontrar dentro de nosotras mismas cuando decidimos actuar con sentimiento puro; ni mucho menos tenemos que tener temor de la forma en la que otros expresan sus sentimientos cuando sabemos que estos también aman. Todas podemos, al fin y al cabo, reconocer claramente qué es el amor y mantenernos protegidas en este.

No me refiero a que todos sea alegría siempre. Al hacer pausas en nuestra vida para sentir lo que hay dentro de nuestro corazón, podremos encontrar sentimientos como enojo, tristeza, frustración o resentimiento; incluso podríamos encontrarnos con el temor. Pero cuando digo que hay que confiar en el amor de Dios y permitirnos sentir nuestras emociones con seguridad, me refiero a que a que, por nuestra naturaleza divina, si abrimos la puerta y las ventanas de nuestra casa interna y dejamos brotar nuestros sentimientos, entonces, todos ellos tienen la oportunidad de conectarse con el Amor que mueve al universo.

Si a los sentimientos los dejamos ser, nos damos tiempo para sentirlos, para que estén allí con todo lo que de ellos nos gusta y lo que no, entonces, el perfecto amor de Dios, los envuelve, traduce su mensaje y los resuelve en luz, en acciones perfectas, libres, llenas de vida, de esperanza y de virtud.

Actuar con sentimiento puro, no es otra cosa más que confiar en que Dios está adentro y podemos dejarlo salir-brotar con todo lo que se encuentre allí también. Podemos llorar, enojarnos, frustrarnos o decir que tenemos miedo; y también podemos alegrarnos, tener esperanza y ser positivas. Para todo hay un tiempo y no hay que tener temor de sentir. Cuando damos tiempo y en presencia de Dios sentimos todos eso, el mensaje de nuestras emociones terminar por ser aclarado y las decisiones que nos traen paz también.

Yo soy cristiana, no de un templo ni de una denominación religiosa, soy cristiana en mi corazón porque descubrí el amor, la gracia y la libertad del Camino que Jesús trazó. Y, aunque muchos no entiendan, bailo con libertad las danzas árabes, porque en ese baile encuentro algunas de las cosas que de Jesús aprendí. Cuando en las clases de baile levantamos uno de nuestros brazos, estamos reconociendo que Dios mismo entra en nuestras vidas y nos purifica, cuando el otro brazo baja al mismo tiempo dejamos salir aquello que Dios ha purificado en nuestros corazones. Bailar se trata de sentir.

Aquí, en nuestras Tardes de Manualidades y Café, también le damos lugar a Dios en nuestros corazones, le damos lugar a nuestros sentimientos más puros, ¡a todos ellos!, a los sentimientos que el mismo amor de Dios nos ha regalado como joyas preciosas para dar luz a nuestras vidas. Y a todos ellos los reconocemos, les damos lugar y los dejamos ser sin juicios y sin censuras adentro de nosotras hasta que se resuelvan, hasta que los comprendamos y hasta que se puedan manifestar con amor; envueltos en ese amor los dejamos salir confiando en la obra que Dios hace en nuestras vidas, y los expresamos por medio del arte, las manualidades y la creatividad, los plasmamos en todo lo que hacemos para vivir con sentimiento puro.


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