miércoles, 29 de julio de 2015

Vibraciones de Amor

Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
29 de julio de 2015

Vibraciones de Amor
Por María Antonieta Campos Badilla


Dedicado a Zinnia Méndez,
por enseñarme a pedir a la Divinidad y soltar en Él todas mis intenciones
para confiar plenamente en Su poder.

Hace algunos días una amiga me mencionó un concepto interesante: “la energía vibratoria del Amor”. Según entiendo, fue Hermes en la antigua Grecia quien dijo "nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra", y a partir de este enunciado se entiende que todo aquello que ocurre en el plano espiritual, en el emocional, en el cognitivo, en el físico y aún en el material que llamamos inerte, todo eso es una vibración; y se dice que hay vibraciones más altas y puras que se encuentran en el plano espiritual en la presencia del Todo, del Amor, del que yo llamo Dios, y hay otras vibraciones más densas y pesadas en el plano más material. Y diferentes credos o prácticas espirituales alrededor del mundo procuran encontrar formas de elevar las vibraciones personales para alcanzar esa vibración más pura que es el Amor.

Entonces traté de comprender todo esto a la luz de aquello en lo que yo fui enseñada desde niña: el cristianismo; pero no desde  el cristianismo religioso, no desde el cristianismo que se apega a doctrinas eclesiásticas, rituales y tradiciones, sino desde mi experiencia cristiana, desde lo que yo leí en la Biblia, y desde lo que yo experimenté en mi cotidianidad con Dios, desde aquello que marcó mi norte para llegar a donde estoy. Y traté de comprender lo que es esta energía desde allí y comparándolo con lo poco que he escuchado y visto de otros credos.

Lo primero que recordé fueron las enseñanzas más tradicionales; la enseñanzas sobre un Amor que se desprende para darle a otros, sobre un Amor que tolera, sobre un Amor que perdona, etc. Y recordé que el 18 de marzo escribí, en este mismo blog, una reflexión al respecto de esa clase de Amor: Amor para Llegar a la Cima, y aún en esta reflexión mi postura no se apegó del todo a las enseñanzas tradicionales de las religiones cristianas, pero estaba hablando de un Amor que se ejecuta con acciones.

Según he oído, el Dalai Lama dijo: “La esencia del cristianismo y el budismo es la misma: la práctica del Amor para la cual es necesario poner énfasis en el perdón y compartir el sufrimiento ajeno”. Esto es cierto; cuando los cristianos hablamos del Amor inmediatamente pensamos en nuestra actitud y nuestras conductas en la relación con los demás (es lo que nos enseñan desde pequeños en la escuela dominical o el catecismo). Pero, aunque tradicionalmente se nos enseña a perdonar, a tolerar y a dar por obediencia, no siempre estos son actos de Amor. Una persona puede tener buenas actitudes y buenas acciones hacia alguien aún cuando no le ame; las buenas actitudes hacia otros traen paz a nuestra alma de forma natural y por eso también el Dalai Lama enseña a perdonar procurando un bienestar personal, pero eso no necesariamente es Amor.

Entonces ¿qué es Amor?, ¿cómo se vibra en Amor?

Recordé después, que en la misma escuelita dominical me habían enseñado sobre los diferentes tipos de Amor que cita la Biblia. De los escritos en griego se habla del Amor Fileo o el Amor de amigos y de familiares, del Amor Eros o el Amor de pareja y sexual, y del Amor Ágape que es el Amor de Dios.

Diría entonces, que desde este principio de las vibraciones existen diferentes vibraciones de Amor. Y a la vibración a la que mi amiga se refería era, probablemente, la del Amor Ágape, la del Todo, la del que “Todo lo Llena en Todo” (Efesios 1:23), a la vibración más alta y más pura.

A mis dos años de vida conocí a Jesús, siempre he sentido su presencia, su hermosa vibración, estoy convencida de que lo hice desde antes de nacer y no puedo explicar por qué tuve esta dicha maravillosa. Después de sentirlo, vivirlo y experimentarlo me enseñaron de Él. De entre estas enseñanzas y experiencias personales hay sólo una que me parece concuerda con la idea de una energía vibratoria poderosa, altísima y sublime, y voy a tratar de explicarlo de forma sencilla:

En las iglesias evangélicas me enseñaron sobre los tres lugares del tabernáculo: el Atrio, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Al Atrio podían entrar todas las personas, pero al lugar santo sólo entraban los sacerdotes, y al lugar santísimo sólo podía entrar el sumo sacerdote después de ser purificado. En el Lugar Santísimo se encontraba la misma presencia de Dios, el Tres Veces Santo, el que es tan Puro que nadie podía estar ante su presencia sin haber sido purificado.

Cuando Jesús murió en la cruz las cortinas que separaban el Lugar Santo del Lugar Santísimo se rasgaron de arriba abajo, representando el acceso que Jesús nos dio al Dios Padre. Después de ese momento podemos acceder ante él, es decir, podemos elevarnos hasta alcanzarlo.

Jesús quien no cometió pecado porque vivió en la perfecta y altísima energía vibratoria del amor (para decirlo con las palabras que dieron inicio a esta reflexión) pagó el precio de nuestras equivocaciones, nos purificó, nos hizo justos y abrió un camino directo a la Presencia Divina, sin intermediarios ni más culpas ni cargas pesadas. Su vibración nos alcanzó y la vibración del Padre lo alcanzó a Él estableciéndose un puente de acceso eterno al Amor.

Eso fue lo que aprendí en las iglesias; yo ya lo había vivido antes de que me lo dijeran: el acceso a ese nivel tan alto y tan puro de Amor me lo dio Jesús como regalo. No se me abrió la puerta al Lugar Santísimo por el hecho de repetir unas palabras específicas (aunque hay declaraciones que son trascendentales en nuestras vidas, en el universo y en la eternidad), no se me abrió la puerta al ejecutar ningún ritual, ni se abrió con mis esfuerzos por seguir las enseñanzas del Sermón del Monte, francamente creo que la puerta se abrió en aquella cruz, casi dos milenios antes de que yo naciera. La Puerta es Él, Jesús, es la Puerta que se abrió y nadie puede cerrar (Apocalipsis 3:8).

Yo simplemente tuve la bendición de ver la puerta abierta y pasar a través de ÉL. No sé por qué, pero vi esa puerta cuando mi corazoncito de niña estaba aterrado por vivir y sentí su presencia, sentí su mirada, sentí su sonrisa, sentí su Amor. Lo Amé desde que lo vi y toda mi devoción ha sido desde niña  para Él.

¿Qué es pasar por la puerta?, ¿qué es entrar al Lugar Santísmo?, ¿qué es elevar la energía vibratoria?, ¿qué es vibrar en Amor? Eso: Amarlo, Adorarlo, entregarle toda mi devoción porque Él me Amó y me miró primero. Cierro los ojos y Lo veo, y me Ama apasionadamente. Inhalo y lo respiro a Él y me lleno de su Amor.

Ese contacto tan puro, tan mío, tan claro, me recuerda siempre un par de canciones: “Él Es Tierno” porque así vibra la dulzura que siento cuando cierro mis ojos y me topo con su mirada dentro de mí, y “Hay Momentos” porque cuando se vibra en esa intensidad de amor el tiempo se detiene y todo se contiene en un mismo momento y en un mismo lugar: todo, todas las personas (las que están y las que no), todas las experiencias, todo lo que existe, existió y existirá, el presente, el pasado y el futuro, todo es purificado por su preciosa vibración de amor y todo se vuelve uno con el Padre Eterno, con el Amor Perfecto, Eterno y Santísimo.

Supongo que las experiencias para vibrar en Amor pueden ser diferentes para cada persona, dependiendo de su credo, cultura e historia; pero sé que en todas las religiones la devoción es la clave para avanzar hacia un estado cada vez más puro e iluminado. Hay quienes recomiendan que se escoja a una persona, a un dios o a un objeto de devoción y se dice que sólo este hecho iluminará el alma de alguna manera.

Yo no puedo decir que yo escogí a Jesús primero, sino que Él me escogió a mí y yo me enamoré inmediatamente. No podría no Amar a quien no me ha pedido nada sino que me ha Amado de forma incondicional.

A Ese que no ha escatimado nada, a Ese que me lo ha dado todo, a Ese Amo y por Él vivo. De Él, de quien me enseñó a Amarme, de su precioso Ágape, nace mi Fileo y mi Eros. De la más alta energía vibratoria fluye el Amor como cascada a todas las demás áreas de mi vida, y ciertamente fluye mejor entre más lo veo, entre más lo siento, entre más lo Adoro.

He practicado algunas formas de relajación y meditación, he hecho yoga, he danzado, me he retirado a los más hermosos parajes naturales y me he alejado del ruido y el movimiento de las ciudades, me he dedicado a analizarme, he llevado psicoterapia, he tratado de desarrollar consciencia en mi vida, he aprendido a comer bien y procuro el equilibrio entre mi cuerpo, mi mente y mi espíritu; y les aseguro que todas estas son prácticas muy necesarias para vivir una vida integral. Pero nada de esto se compara con el nivel de vibración de Amor que se alcanza en la Presencia del Amado cuando se le Adora.


A Dios sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

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