martes, 25 de agosto de 2015

Conectarse con los Sentidos, I Parte: Escuchar el Silencio

Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
26 de agosto de 2015

TALLER: CONECTARSE CON LOS SENTIDOS

I PARTE

Escuchar el Silencio

La imposibilidad de tolerar el silencio es una de las dificultades más comunes para las personas con problemas de ansiedad. La mayoría de personas que le dan mucha importancia a la efectividad y que manejan altos nivel de estrés necesitan estar escuchando algo: su propia voz, la radio, la televisión, el barullo de las masas, cualquier cosa. El silencio y la quietud les desespera.

A muchas personas el silencio las obliga a escuchar sus propios pensamientos, y si su estilo cognitivo es el típico que recuerda todas las preocupaciones y riesgos posibles, entonces, es comprensible que las personas no deseen escuchar su voz interior. Esta se ha convertido en una voz engañosa: “Yo debería de…, ellos tendrían que…, y si tal cosa no sucede entonces podría pasar tal otra…” Los típicos pensamientos que evalúan negativamente a las personas y a las situaciones, pero que no les proveen una visión objetiva: “Yo preferiría…, a ellos les convendría…, existen muchas posibilidades, hay una gran variedad de oportunidades…”

En los procesos de terapia cognitivo-conductuales, las personas trabajan para cambiar sus pensamientos, flexibilizarse y aprender a ver el mundo con una amplia gama de interpretaciones más racionales.  Pero mientras estos estilos se modifican las personas necesitan urgentemente sentir que sus niveles de activación disminuyen; esto es, simplemente, relajarse para sentirse mejor.

Generalmente, estas terapias incluyen, además de los ejercicios de reestructuración cognitiva, entrenamientos en ejercicios de relajación y modificaciones en la rutina de manera que se incluyan tiempos cotidianos de reposo, quietud y contacto con las sensaciones internas.

Algunas personas tienden a abandonar sus procesos de terapia cuando sienten que no logran relajarse, y que ese tiempo de silencio los conduce a “pensar más”, preocuparse más y ponerse más ansiosos. Lamen
tablemente, estas personas pueden haber abandonado sus procesos sin saber qué fue lo que no funcionó y pueden haber perdido una oportunidad muy valiosa para comprender cómo están funcionando sus pensamientos y sus emociones. Comunicar al terapeuta lo que ocurre es importante para encontrar soluciones y alternativas.

Por otro lado, cuando el terapeuta ha logrado establecer un vínculo de mucha confianza con las personas que atiende, y si estas tienen una buena disposición a comunicarse para mejorar, entonces es común escuchar las frases: “no lo logro”, “no soporto el silencio”, “mejor conversemos”, “me da miedo cuando se apaga la televisión y la radio, cuando todos se callan y no hay nada que escuchar”.
Es importante revisar un concepto sencillo antes de iniciar un proceso de entrenamiento en relación. ¿Qué es y qué no es permanecer en silencio?

Permanecer en silencio no significa dejar de escuchar, ¡todo lo contrario!, permanecer en silencio es dejar de hablar (en voz alta y en nuestros pensamientos también), y enfocar nuestra atención en lo que ocurre alrededor; es enfocar nuestra atención en la gran variedad de sonidos de nuestro entorno y buscar activamente hasta descubrir los sonidos más lejanos y los más tenues cercanos: El viento, un grillo, el canto de un ave o el ladrido de un perro a lo lejos, el revoloteo de una palomilla, el sonido de tu propia respiración o el latir de nuestro corazón.

Disfrutar el silencio es, entonces, un proceso de escucha activo, que requiere simplemente la quietud de nuestro cuerpo para no estorbar nuestra propia búsqueda de información en el entorno, o en nuestro interior.

Si quieres iniciar un estilo de vida en el que te sientas capaz de controlar el nivel de activación (estrés) de tu propio cuerpo; te recomiendo realizar el siguiente ejercicio diariamente:

Sólo por cinco minutos apaga el radio, la televisión, tu teléfono; sólo por cinco minutos calla, respira despacio y enfócate en escuchar todo lo que puedas. Escucha lo más lejano; escucha lo más cercano y pequeño, escuchar tu propia respiración y escucha tu cuerpo.


El profeta Elías no encontró a Dios en el viento fuerte, ni en el terremoto, ni en el fuego; lo encontró en un viento “apacible y delicado”. (I Reyes 19:11 y 12)

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