Programa Manualidades y Arte para la Autoafirmación
TARDES DE MANUALIDADES Y CAFÉ
26 de agosto de 2015
TALLER: CONECTARSE CON LOS SENTIDOS
I PARTE
Escuchar el Silencio
La imposibilidad de tolerar el
silencio es una de las dificultades más comunes para las personas con problemas
de ansiedad. La mayoría de personas que le dan mucha importancia a la
efectividad y que manejan altos nivel de estrés necesitan estar escuchando
algo: su propia voz, la radio, la televisión, el barullo de las masas,
cualquier cosa. El silencio y la quietud les desespera.
A muchas personas el silencio las
obliga a escuchar sus propios pensamientos, y si su estilo cognitivo es el
típico que recuerda todas las preocupaciones y riesgos posibles, entonces, es
comprensible que las personas no deseen escuchar su voz interior. Esta se ha
convertido en una voz engañosa: “Yo debería de…, ellos tendrían que…, y si tal
cosa no sucede entonces podría pasar tal otra…” Los típicos pensamientos que
evalúan negativamente a las personas y a las situaciones, pero que no les
proveen una visión objetiva: “Yo preferiría…, a ellos les convendría…, existen
muchas posibilidades, hay una gran variedad de oportunidades…”
En los procesos de terapia
cognitivo-conductuales, las personas trabajan para cambiar sus pensamientos,
flexibilizarse y aprender a ver el mundo con una amplia gama de
interpretaciones más racionales. Pero
mientras estos estilos se modifican las personas necesitan urgentemente sentir
que sus niveles de activación disminuyen; esto es, simplemente, relajarse para
sentirse mejor.
Generalmente, estas terapias
incluyen, además de los ejercicios de reestructuración cognitiva,
entrenamientos en ejercicios de relajación y modificaciones en la rutina de
manera que se incluyan tiempos cotidianos de reposo, quietud y contacto con las
sensaciones internas.
Algunas personas tienden a
abandonar sus procesos de terapia cuando sienten que no logran relajarse, y que
ese tiempo de silencio los conduce a “pensar más”, preocuparse más y ponerse
más ansiosos. Lamen
tablemente, estas personas pueden haber abandonado sus
procesos sin saber qué fue lo que no funcionó y pueden haber perdido una
oportunidad muy valiosa para comprender cómo están funcionando sus pensamientos
y sus emociones. Comunicar al terapeuta lo que ocurre es importante para
encontrar soluciones y alternativas.
Por otro lado, cuando el
terapeuta ha logrado establecer un vínculo de mucha confianza con las personas
que atiende, y si estas tienen una buena disposición a comunicarse para
mejorar, entonces es común escuchar las frases: “no lo logro”, “no soporto el
silencio”, “mejor conversemos”, “me da miedo cuando se apaga la televisión y la
radio, cuando todos se callan y no hay nada que escuchar”.
Es importante revisar un concepto
sencillo antes de iniciar un proceso de entrenamiento en relación. ¿Qué es y
qué no es permanecer en silencio?
Permanecer en silencio no
significa dejar de escuchar, ¡todo lo contrario!, permanecer en silencio es
dejar de hablar (en voz alta y en nuestros pensamientos también), y enfocar
nuestra atención en lo que ocurre alrededor; es enfocar nuestra atención en la
gran variedad de sonidos de nuestro entorno y buscar activamente hasta
descubrir los sonidos más lejanos y los más tenues cercanos: El viento, un
grillo, el canto de un ave o el ladrido de un perro a lo lejos, el revoloteo de
una palomilla, el sonido de tu propia respiración o el latir de nuestro corazón.
Disfrutar el silencio es,
entonces, un proceso de escucha activo, que requiere simplemente la quietud de
nuestro cuerpo para no estorbar nuestra propia búsqueda de información en el
entorno, o en nuestro interior.
Si quieres iniciar un estilo de
vida en el que te sientas capaz de controlar el nivel de activación (estrés) de
tu propio cuerpo; te recomiendo realizar el siguiente ejercicio diariamente:
Sólo por cinco minutos apaga el
radio, la televisión, tu teléfono; sólo por cinco minutos calla, respira
despacio y enfócate en escuchar todo lo que puedas. Escucha lo más lejano;
escucha lo más cercano y pequeño, escuchar tu propia respiración y escucha tu
cuerpo.
El profeta Elías no encontró a
Dios en el viento fuerte, ni en el terremoto, ni en el fuego; lo encontró en un
viento “apacible y delicado”. (I Reyes 19:11 y 12)
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