jueves, 11 de julio de 2024

Proyecciones en Mi Arte

 Es difícil fluir cuando el entorno exige ferozmente estructura.

La pintura en acuarela es para mí el arte más difícil de dominar. El agua no se deja acorralar dentro de límites estáticos y, por lo tanto, hay que saber dejarla en libertad.

Cuando pinto acuarelas me cuesta respetar sus libres reglas:
- En esta técnica no se usan delineados rígidos.
- El color negro no se usa en acuarela.
- Los espacios blancos se respetan desde el inicio.
- Los colores intensos contrastan con la suavidad del degradado en el agua.
- Algunas veces las aguas de dos formas adjuntas se mezclan, otras veces el corte del color puede ser agudo y seco.
- Y,  por supuesto, el diseño y la perspectiva se consideran en cualquier forma artística.

Pero mi arte suele ser intuitivo, meditativo y proyectivo. Su función es liberar mis sentimientos profundos para que yo pueda observarlos en el papel. Quien ve mis obras puede ver pedacitos de mi alma en un recorte limitado de tiempo.

Justo ahora que el acusador me acusara injustamente de tener una endija pequeñísima en los límites de mi estructura, justo en el momento en que decidí reestructurar los límites para sentirme más protegida, justo en este momento de delinear algunas áreas de mi vida para que no se menosprecie mi aporte honesto y noble, justo ahora, se me ocurrió, sin analizarlo bien, comprar un buen juego de pinturas acuarelas y ponerme a pintar con ellas.

Como mi esfuerzo cotidiano me lleva a la estructura desde hace más de un mes, me ha resultado difícil desempeñarme en el agua.

Les enseño tres ejemplos:
Esta pintura rígida, delineada con negro y en cuadrados desordenados, muestra mi imposibilidad de fluir con el agua en el momento en que me estoy resguardando.



Luego intento una pinturita intencionalmente libre, y muestra mis deseos más reprimidos. Observo la pintura y no cumple ningún sentido de diseño lógico, tal cual yo quisiera sostenerme.



Hago un tercer intento y me parece que logro aplicar las reglas del agua, pero es evidente mi molestia  y desconfianza en los ojos evasivos del personaje.



Después de pintar me observo, y sé que el entorno está demandando una rigidez determinada que hace que mi alma sufra al perder la oportunidad de interactuar en contactos más puros y genuinos; porque sé que las interacciones con un poquitín de entrega personal sanan más. Pero sé que no todo el mundo está listo para recibir mis perlas más brillantes; y no a todos les gusta la pureza de un alma humilde que puede compartir hasta lo más débil de su andar.  Muchos necesitan la fuerza rígida de palabras un poco más neutras, distantes y frías: las palabras de un protocolo de pasos a seguir y no de la experiencia que da esperanza.

De la manera más humilde, respetuosa y amorosa que puedo, si se me piden protocolos, entregaré protocolos, aunque las pinturas finales no sean tan hermosas para mí como mi arte intuitivo. 

martes, 9 de julio de 2024

El Alma de un Artista ante un Mar Tormentoso

Cuando se inventaron las cámaras fotográficas, en 1826, el arte plástico recibió un empujón a la transformación. Conseguir la imagen exacta del mundo circundante y conservarla como un recuerdo inmóvil se convirtió, entonces, en una posibilidad accesible y deseable. Dibujantes, pintores y escultores se transformaron y reenfocaron en un margen ampliado y diferente para su trabajo, ahora buscaban representar un tipo de imagen que no pudiera registrar una cámara.

Impresionismo, Expresionismo, Fauvismo, Surrealismo, Cubismo, Arte Abstracto, Moderno, Contemporáneo, Conceptual... son expresiones del arte que retratan al alma humana (individual y colectiva) con sus emociones, sus vulnerabilidades, debilidades, virtudes, ideologías, espiritualidades, aberraciones, lo consciente y lo inconsciente y todo lo que no se ve, pero que se siente y se proyecta desde adentro.

Ahora que las máquinas del 2024, con su inteligencia artificial, inventan imágenes, ya sea desde el deseo bien planteado del "artista" en un buen "prompt", o desde su defecto de "alucinación" ante la falta de datos, tendremos que ver si la visión del que hace arte con sus manos sufre una nueva transformación. Una impredecible transformación.

Algunas de las personas que pintamos lo vamos haciendo desde nuestra intuición, espiritualidad y respuesta personal al entorno. Algunos nos observamos en nuestro arte, pero sin planear mucho; dejamos que los sentimientos del día se plasmen en la obra y hablen por sí mismos. Porque la verdad del alma que puede comunicarse, libera y sana. Algunos estamos conscientes de que el dibujo es en sí mismo el acto proyectivo de lo inconsciente y sabemos que en esos trazos que hacemos estamos hablando con una voz que reside mucho más allá de nuestra estructura cognitiva. Y en ese fluir del día a día sabemos que nuestras obras publicadas comunican al mundo nuestros sentimientos más puros en respuesta a lo que se manifiesta en nuestro entorno. Esos dibujos, pinturas, collages, esculturas, instalaciones, textiles y otras formas de arte de nuestra era, son propuestas más expresivas e intuitivas que realistas; y son poco convencionales y protocolarias. Esta es la era en la que se facilita el "fluir" con lo que venga en el momento y en el que la observación del propio ser creativo, ayuda a mantener la calma, porque la propia voz no se queda atrapada sino que crea realidades mejores. 

Pero quien no se observa y goza del arte sin conectarlo con sus sentimientos más íntimos, preferirá, quizás, las propuestas más convencionales que le permiten sentirse en control a partir de reglas estéticas y teóricas tradicionales.

Justo en esta era, yo sigo observando lo que escuché de niña en el siglo XX: Que mucha gente aplaude la creación de una acuarela con lapas que se ven muy bonitas, coloridas y realistas. Se aplaude a la pintura de lapas con plumas rojas, amarillas y azules, reconociéndola como una obra más valiosa que la de una pintura de cuadritos abstractos con técnica mixta, manchada y que parece un sueño surrealista con una técnica que irrespeta los parámetros tradicionales. Al menos así lo veo en la cantidad de "corazones" y "me gustas" que recibo en redes sociales con mis publicaciones. Claro que lo veo.






Y a partir de esto empiezo a suponer cuáles son las razones de esta preferencia tradicionalista, y, a veces creo, que ese bombardeo de información tecnológica, científica y protocolariamente validada, o de información visual sensacionalista y alucinada, es un bombardeo tan intenso que abruma. Y es tanta la información y la disposición de imágenes que se reciben diariamente, que se mueve la marea bajo las balsas de vida de las personas, de una forma en la que la ansiedad y el temor hacen que se clame a gritos por la estabilidad de lo tradicional y lo que se puede controlar. 

Ante tanto que ver y escuchar, y por la incomodidad de tener que pensar y cuestionar, a veces es más fácil desear, pedir, aplaudir y exigir el protocolo y la imagen tradicionales y no la proyección del alma del artista. Igual que es preferida una intervención laboral que siga un protocolo conocido y una postura neutral en la negociaciones, y que se dejen de lado los temas personales y emocionales de quien interviene e incluso de quien solicite el servicio. Entre más protocolarias las interacciones, más seguras se siente las personas. Las estructuras tradicionales hacen pensar a los individuos que tienen el control en circunstancias sociales muy cambiantes o de conflicto.

Pero cuando pienso que es la tradición lo que da paz a las personas, me entristezco un poco; porque hay, entre los que hacen arte, almas maravillosamente humanitarias, sensibles y de alta consciencia espiritual que parecen ser acalladas e invisibilizadas por los mercados de exigen estructuras estilizadas en las que es poco deseado que cada quien escoja su propio camino y se dé a conocer desde lo profundo, con su alma genuina. 

viernes, 5 de julio de 2024

Ovejitas Perniquebradas

 Hace poco vi un video de un pastor de ovejas que iba por la noche a buscar a su ovejita más pequeña que se había perdido. El video, por supuesto, ilustraba la conocida parábola de Jesús. 

Me llamó la atención la ternura de la ovejita negra; lucía tan chiquita y vulnerable; se veía tan amorosa y agradecida con aquél que arriesgó su vida por ella. 

Pensé en la realidad de algunos rediles cerca de aquí, donde las ovejitas a veces se pierden en la oscuridad de la ansiedad, la depresión, las crisis de identidad y las situaciones de desesperanza. Pero esas ovejitas abrumadas en sentimientos turbios no siempre muestran ternura, agradecimiento o admiración por la mano que se les tiende. Con frecuencia, se enojan, reclaman a todos todas las facturas que sienten que se les deben desde muy niños, se las reclaman incluso a quienes no tienen relación alguna con ellos; acusan, denuncian, resisten, ponen a prueba, retan y provocan toda clase de reacciones incómodas en quienes están a su alrededor. Sin siquiera ser conscientes de ello, se la pasan lanzando un grito de profundo pesar interno.

Y allí, en ese mismo entorno, hay unas ovejitas disque blanquísimas, y las que no lo fueran, aprenden el arte del maquillaje desde pequeñas. A estas pequeñitas sus familias han otorgado toda clase de atenciones cariñosas y lujosas desde antes de nacer. Las hijas de esas familias son bien educadas: piden las cosas por favor, dan las gracias, ponen atención a las maestras, siguen instrucciones, hacen sus tareas con diligencia, usan internet con perfectos controles parentales, van a la iglesia los domingos y otros días por semana, escogen bien a sus amiguitas del rebaño y practican la amabilidad de la mejor manera que pueden según les hayan enseñado.

A las ovejitas claras, sin embargo, no les gustan las acciones punzantes de las que se pierden con frecuencia a causa de su dolor; y a los padres y madres de las ovejitas bienamadas les preocupa mucho que sus pequeñuelas vayan a sufrir algún peligro en compañía de la impulsividad de aquellas a las que llaman "pares" de sus tesoros. 

--¿Pares?, si no las educan igual, ¿cómo considerarlas pares?--piensan las familias ascendencia blanquecina--El color no importa, si nuestra Lanita también tiene unas manchitas, pero sí que importa  la "educación".



Entonces vi el video y observé al pastor y a la ovejita rescatada, perniquebrada, bien vendada y atendida, ¡los dos se veían tan felices!. Inmediatamente, pensé que apenas entrara la convaleciente al redil, las otras se enojaría o se indignarían de que su pastor anduviera cansado, mojado, con frío o herido por haber salido tarde, a campo traviesa, a buscarla. Y luego los padres de las pequeñitas les dirían: "Córranse, no vayan a contagiarse de cualquier enfermedad, no vayan a sufrir ningún peligro con las ideas raras de su amiga; recuerden que ayer les pegó, que fue grosera con sus palabras, que fue desobediente con los adultos; aléjense, mejor aléjense en silencio".

Y pensé que podría ser que en la mañana, llegaran a la junta de padres del rebaño infantil y solicitaran al pastor que, por favor, apacentara a sus ovejas lejos de la inquieta ovejita "desubicada".

Por dicha, el pastor es amoroso, no va a dejar a la ovejita 99 abandonada, ni aunque le falte más tiempo para aprender a actuar con prudencia y gentileza; porque entonces, la ilustración de la parábola de Jesús, no tendría sentido de ser.

sábado, 22 de junio de 2024

Meditación en las Galerías de la Mente

De Benito Pérez Galdós, en su novela Marianela (1878), he aprendido a entender la meditación como la observación (sin juicio y sin apuro) de los propios pensamientos.

En este texto, cuando Pablo (el muchacho ciego) conduce a Teodoro (el médico recién llegado) por una de las galerías de las minas, tiene lugar este diálogo (pp.,26-27):

–Para el que posee el reino desconocido de la luz, estas galerías deben ser tristes, pero yo, que vivo en tinieblas, hallo aquí cierta conformidad con mi propio ser. Yo ando por aquí como usted por la calle más ancha… preferiría estos lugares subterráneos a todos los lugares que conozco.

–Esto es la idea de la meditación.

–Yo siento en mi cerebro un paso, un agujero lo mismo que este por donde voy, y por él corren mis ideas, desarrollándose magníficamente.


En la era de la “información tecnológica, la inteligencia artificial, la producción de videos en masa y los estímulos abundantes, breves y siempre cambiantes de las pantallas”, con mucha facilidad, los pensamientos del ser humano se acumulan en la mente sin notarlos siquiera; quedan como guardados en una cueva oscura a la que sólo observando en la quietud podemos hacer llegar la luz para liberar la densidad que enlentece nuestro desarrollo espiritual.

Sólo en la quietud, en la soledad, en el silencio y observando hacia adentro encontramos la Luz Divina; a aquel que dice:

“Estad quietos y ved que yo soy Dios”.

¿Cómo podríamos escuchar al Creador, si ni siquiera aguzamos el oído para escuchar nuestros pensamientos?

Pero hay quienes temen apartarse y escuchar aquello que ellos mismos han dejado abrumar con aires espesos y turbios; hay quienes niegan la presencia de temores, prejuicios, envidias, celos, avaricias, enojos, y todo aquello que nos separa de lo Divino, pero que todos tenemos.

Sólo la luz, sólo la verdad, sólo el mirar hacia adentro amándonos al mismo tiempo con el Amor heredado de Cristo, puede disipar la oscuridad; porque, sólo entonces reconocemos la necesidad de la Gracia; sólo entonces vemos el Regalo del amor; y sólo allí Agradecemos en toda su manifestación la Presencia en Dios.

Recuerdo a los misioneros que conocí cuando niña diciendo: A Dios se le encuentra detrás de la puerta del closet.

sábado, 8 de junio de 2024

Jesús, el Billar y las Carambolas

 En un paseo familiar, mi admirada concuña jugó con mis cuñados y mi suegro al billar. Ella se convirtió en mi más admirada jugadora con sus increíbles carambolas: 

  • La carambola sencilla, cuando golpeaba una bola que empujaría a otra con la fuerza y dirección que ella quería.
  • La carambola en el aire, cuando hizo saltar la bola blanca sobre otra bola, para golpear la que seguía en sus cuentas.
  • La carambola de barra, cuando hacía rebotar la bola blanca en la barra lateral para cambiar de dirección y golpear la bola deseada. 

Fue maravilloso el espectáculo que vi, y no pensé que me serviría para comprender una jugada "de negocios" de la que después me ha parecido que fui víctima.

Para ser coherente con los nuevos tiempos de la inteligencia artificial, le pregunté a Gemini sobre las reglas del billar, las carambolas y sus metáforas. Aquí les copio su respuesta:

La metáfora de las carambolas del billar se puede utilizar para describir una situación en la que una persona manipula a otra para que haga algo que ella misma no quiere o no puede hacer.

En esta analogía, la persona que manipula es como la bola blanca, que golpea a la primera persona (la bola 1) para que esta a su vez golpee a la segunda persona (la bola 2). La bola 2, sin ser consciente de la manipulación, termina en una situación incómoda, siendo acusada por la bola 1 o, incluso, haciendo algo que no es su intención y sufriendo consecuencias negativas por ello.

Esta metáfora se puede usar en diferentes contextos, como por ejemplo:

* En las relaciones personales: para describir situaciones de abuso emocional o manipulación.

* En la política: para explicar cómo algunos políticos utilizan a otras personas para promover sus propios intereses.

* En los negocios: para describir cómo algunas empresas utilizan tácticas poco éticas para competir con sus rivales; o cómo un empleado prepara todo para deshacerse de la competencia que le representa de un compañero.

La metáfora de las carambolas del billar es una forma efectiva de ilustrar cómo las personas pueden ser manipuladas para hacer cosas que no quieren hacer o para quedar en posiciones en donde se les afrente socialmente. Es importante ser consciente de este tipo de situaciones para no caer en ellas.

Esto último, repito, es la opinión de la inteligencia artificial. Pero, como en escritos pasados lo he dicho, yo tiendo a ser ingenua, y me cuesta anticipar el daño que otro quiera provocarme, porque en general estoy ocupada tratando de llevar alivio a alguien que sufre. 

Por dicha, mi Amado Jesús no es fan del billar que se juega con malas intenciones. 

Esta semana alguien golpeó esa bola 1 con el deseo de golpearme a mí (la bola 2). Por alguna razón, Jesús, que es quien juega en mi equipo, había puesto por allí una bola 3 que muy amablemente estorbó el golpe. La verdad es que la bola 3 sí me empujó en esa acción protectora, y el golpe dolió, pero me envió justo en la dirección opuesta a la de quien trató de hacer la carambola.

Yo lo vi todo porque sigo tratando de aprender bien el juego;  y lo vi bien gracias a mi compañero de equipo que me va enseñando a ver lo que yo no veo en mi mirada ingenua: Me mostró a las dos personas del equipo contrincante con su bola blanca, vi a la bola 1 cargando una gran carta de quejas y amenazas que le había motivado a escribir la bola blanca y la vi viniendo hacia mí, pero también vi cómo la bola 1 golpeó a la bola 3 en vez de a mí usando para ello esa carta, y esta bola 3 se abalanzó sobre mí sin poder medir su fuerza. Yo como bola 2, ofendida y lastimada, tuve un primer intendo de rebotar en la barra lateral y devolverme a golpear a la bola 3. Pero Jesús me mostró el camino, me mostró que yo tenía que quedarme en la dirección opuesta a la que quería enviarme la bola blanca; es decir, tenía que evitar rebotar, tenía que evitar la dirección de las peleas y los reclamos y quedarme en el camino de la humildad y el amor, esperando con paz mi turno de juego.

Algunas defensas y protecciones que Jesús provee duelen, pero las reacciones de amor suelen ser una mejor estrategia que las carambolas; en todo caso, reconozco que en mi equipo, es Jesús el Señor de la Estrategia. 

(A Dianita con todo mi cariño por inspirarme, con su juego, a entender la metáfora de las carambolas, y a pensar en la dirección más conveniente de mi propio actuar en mi mundo laboral).

viernes, 31 de mayo de 2024

MI LUGAR SEGURO ES LA FE

Hace tres años hice la anterior entrada a este blog. Había reflexionado entonces sobre la necesidad de contar con un lugar seguro, y quedé con este tema en mi mente dando vueltas como un satélite todo este tiempo. Mientras me dedicaba a otras cosas, supongo que lo resolví:

Tras los cambios en el funcionamiento social, laboral y económico que implicó la pandemia, hubo tiempo de encierro y reflexión suficientes para poder reconocer en mí dos cosas:

  1. Que me gusta trabajar ayudando a otros, poder salir un rato de casa, interactuar con personas de forma pacífica, alegre y segura.
  2. Que lo que más he disfrutado en la vida es trabajar con niños, aunque hice mi doctorado con personas mayores.

Un día, mientras estaba de viaje en NY me hicieron una llamadita de una escuela cristiana para ofrecerme un puesto como psicóloga educativa y dije que sí.

Empecé mis labores en este pequeño faro de luz en noviembre de 2021. Era un puesto para licenciados, usualmente recién graduados por el salario que pagaban. Pero se requería cierta experiencia para abordar la gran diversidad y complejidad de problemas psicoeducativos que afrontaban los niños que pasaron meses recibiendo lecciones virtuales encerrados en sus casas con sus familias. Entonces, acepté un puesto que no pagaría mi doctorado, pero que prometía devolverme a lo que amo: la ternura de la humanidad en su máximo esplendor; es decir, la ternura de la niñez.

En estos tres años, en esa escuelita, he enfrentado muchos más retos profesionales que en toda mi carrera, y he tenido que estudiar, investigar, esforzarme y responder de maneras muy creativas a estas situaciones. Los siguientes temas han sido recurrentes en mi trabajo:

Sentido de vida y fe: He atendido un alto porcentaje de niños con ansiedad y depresión, que han manifestado su deseo de morir; he tenido que dar tales noticias a sus padres y recibir de vuelta todo tipo de reacciones violentas de negación y ataques culpabilizantes: "Eso no es cierto; los psicólogos no saben nada; usted debió hacer esto o aquello...", para luego irse calmando y aceptar la referencia a profesionales en medicina, psiquiatría o psicología clínica que pudieran dar apoyo de emergencia. Y por supuesto, estos casos demandaron mucho trabajo espiritual en relación con el desarrollo de un sentido de vida y fe; así que el acompañamiento en la escuala para estos niños debía estar cargado de mucho amor y mensajes coherentes entre la fe cristiana y la conducta solidaria en la cotidianidad. Después de estos esfuerzos, he visto a estos niños mejorar, levantarse, y alegrarse en su cotidianidad de nuevo.

Seguridad en lo social: He atendido también a muchos niños con sed de atención y protección, niños que prefieren encerrarse en cuatro paredes de una oficina con tal de estar acompañados de un adulto protector que salir a jugar al patio de la escuela; niños que tienen miedo de enfrentar, confrontar, equivocarse o ser criticados; son niños que creen que requieren de la estructura inflexible del mundo adulto para hacer las cosas bien. He aprendido a recibir a estos niños y jugar, jugar y jugar, modelando la infinita flexibilidad creativa que les ha sido otorgada y la multiplicidad de posibilidades en los juegos de roles que escojan; en donde no hay una única forma buena de hacer las cosas, sino muchas, y en donde cada quien puede escoger que rol desempeñará en el juego y eso está bien. Dios nos hizo a todos distintos y así, como cada uno es, está bien; respetar esa gran diversidad está bien.

Organización, concentración y logro: He visto también muchísimos niños que nos saben en qué concentrarse, a cuál de todas las informaciones atender, cómo organizarse para aprender. Papá y mamá no son pedagogos, en casa ayudaron a los niños a seguir sus estudios virtuales, sin conocimiento alguno de mnemotécnicas, estrategias de aprendizaje, balance en la rutina, etc. Un momento para sentarse con ellos y dar instrucciones individuales: Sacar primero el cuaderno y el lápiz, sentarse bien, mirar hacia el frente, ¿cuál es la instrucción? (hacerse preguntas), una vez claro el objetivo avanzar hasta alcanzarlo, concentrarse, concentrarse, concentrarse (aunque a veces requiera un recordatorio del profesor para retomar). Una actividad académica bien terminada alegra el corazón de un niño. La sensación de logro ayuda a los niños a sentirse en control de sus vidas. Enseñar valores de disciplina y esfuerzo en estrategias para el aprendizaje (en cualquier campo), eso también es alimento positivo a la fe.

Autorregulación: Muchos niños no logran discriminar los niveles adecuados en su volúmen de voz, amplitud del movimiento propio en el espacio disponible, velocidad, precisión y fuerza en la competencia y en la colaboración; es más, muchas veces no logran discriminar cuándo se espera de ellos que compitan y cuándo se espera que colaboren. Para esto, la estrategia que más me ha servido es la aplicación de juegos rítmicos: Volver a cantar rondas, cantos con las manos, bailes sincronizados, etc. Y a la par de estos juegos, me ha ayudado mi preciosa compañera Mía: una hámster hembra, que en mi oficina enseña a los niños a regular sus impulsos con tal de poder levantarla en sus manos y disfrutar su ternura. Así como tratamos a Mía tratamos a los demás, porque somos criaturas vulnerables y todos necesitamos amor. 

Supongo que muchos otros temas que he trabajado valdría la pena mencionar aquí; pero estos cuatro se repiten una y otra vez, caso tras caso; y pensé que quizás algunos que también trabajen con niños querrían reflexionar en ello. 

Al regresar a las escuelas los niños necesitaban sentirse seguros, había que construirles un lugar seguro.

Trabajando con los niños no hubo más remedio que definir claramente cuál es el lugar seguro que prefiero y, por supuesto, no encontré mejor respuesta que esta: mi lugar seguro es, definitivamente, la fe: Fe en Dios, fe en la propia capacidad de regulación, fe en las propias habilidades de interacción, fe en el sentido bueno y positivo de la vida y de todo lo que pueda ocurrir en ella.


viernes, 23 de abril de 2021

En Busca de Un Lugar Seguro

El 2020 cuestionó un poco la garantía de seguridad en el entorno. Veamos un poquito de teoría sobre el estrés, antes de crearnos un nuevo lugar seguro para seguir caminando:

Cuando las personas están ante una situación adversa (ya sea una situación adversa en el momento presente, o recordando una situación adversa del pasado); la amígdala cerebral se activa con todos sus mecanismos de defensa y protección.

Nuestro organismo no cuenta con mecanismos de protección diferentes para cada tipo de emergencia. Nuestro cuerpo y nuestra mente no saben diferenciar entre emergencias presentes y emergencias pasadas que se recuerdan,  ni entre los riesgos materiales o las percepciones cognitivas de riesgo, ni tampoco entre peligros físicos o emocionales; así que; cuando se activa la alarma corporal, todas las defensas se activan por igual. Veamos:

En la adversidad, el corazón late más rápido y se respira a más velocidad y de manera entrecortada para proveer oxígeno al cuerpo, se dilatan las pupilas de los ojos para aumentar el rango de visión, se produce lactato en los músculos para reaccionar con rapidez, se libera adrenalina para reaccionar con valentía y fuerza, se contraen los vasos capilares de la piel para que la sangre se dirija hacia los músculos y les provea de oxígeno, se paraliza la digestión para que la energía y recursos del cuerpo sean usados en resolver la emergencia y, así como estos, hay otros muchos mecanismos que ayudaran a provocar una reacción veloz que se enfoque de manera prioritaria y exclusiva en estar a salvo.

Todas estas reacciones son automáticas e instintivas, y no pasan por el lenguaje, es decir, no se piensan, ni se planifican; ¡no hay tiempo de analizar!, ¡hay que sobrevivir! Veamos cuatro casos diferentes de supervivencia:

1.       Hay situaciones adversas que se viven una sola vez, el organismo activa sus defensas para resolverlas, y tan pronto se está fuera de peligro, el organismo logra relajarse y volver a su nivel de activación normal.  Este es el caso de una persona que cruza la calle, ve venir un automóvil, y acelera su paso o corre para llegar a la acera y ponerse a salvo. Llega a la acera jadeando un poco, pero unos metros después de su caminata ya se encuentra tranquila otra vez.

 

2.       Hay situaciones adversas que se viven una sola vez pero son muy intensas y dolorosas. Ante estas el cuerpo vive la experiencia y reacciona automáticamente para sobrevivir, y como no se pensó nada, ni hubo tiempo para explicar lo que pasó, el registro de memoria que queda no es algo que se pueda relatar fácilmente, sino que se graban sensaciones, emociones y reacciones que no son procesadas cognitivamente y que vuelven a aparecer en otras ocasiones con estímulos similares, por falta de una significación adecuada. Es decir, si ocurre algo que se parece a la experiencia dolorosa, aunque no haya riesgo real, se vuelven a sentir las mismas reacciones corporales y emocionales, sin que la persona sea consciente de por qué le sucede esto. Tal sería el caso de una persona que fue atacada al ir caminando por la calle, y que en ese momento reaccionó para sobrevivir y lo logró, a pesar de los daños, pérdidas y heridas sufridas; más adelante, cuando pasa cerca de aquel lugar o de uno similar, aunque vaya en automóvil, o acompañada y segura, esa persa empieza a sudar, se asusta, se pone ansiosa, tiembla, se le entrecorta la respiración o le da taquicardia, y ella no sabe explicar por qué. Racional y cognitivamente, ella sabe que está protegida, pero su organismo activa los mecanismos de defensa de forma automática. El organismo se está asegurando de sobrevivir.

 

3.       Hay momentos de emergencia que no son tan agudos, que pasan pronto y que permiten que el organismo vuelva a su nivel de energía regular, pero luego se repiten; a algunas personas les sucede que hay peligros que permanecen  en su entorno y les demandan niveles de sobreactivación de manera repetitiva que con el tiempo se tornan desgastantes. Tal es el caso de las personas que viven en un hogar disfuncional en donde se experimentan agresiones frecuentes y ciclos de violencia recurrentes, o aquellos que sufren bullying (acoso y agresiones en la escuela) o mobbing (acoso y agresiones en su trabajo), sin tener la posibilidad de cambiar de ambiente o recibir protección, y deben pasar meses o años sobreviviendo a esta situación. Para estas personas que durante largos períodos de tiempo se encuentran en situación de alarma, el desagaste del organismo es tal que pueden desarrollar en depresiones, síndrome de burnout (o agotamiento) y trastornos de ansiedad o afectivos diversos, adicciones, entre otros. En estos casos, no hay que olvidar que todos estos diagnósticos van a la par de una historia de trauma que debe tratada, incluso, una historia de trauma complejo.

 

4.       En otros casos, aunque ya no se viva la situación adversa, los recuerdos permanecen muy presentes, y hacen que las personas experimenten una sobreactivación crónica. Me refiero a quien conscientemente recuerda las situaciones dolorosas vividas, y las revive una y otra vez: Las piensa, las relata y se enfoca más en ellas que en su presente “seguro”. Tal es el caso de quienes piensan una y otra vez en los abusos que sufrieron en la infancia a pesar de vivir en condiciones presentes “seguras” y afectivamente sanas; igual les pasa a quienes llegan a casa a recordar todos los obstáculos y problemas del trabajo sin poder soltarlos de su pensamiento para disfrutar de las bendiciones de su tiempo libre. Incluso hay quienes anticipan el dolor y lo viven como si fuera real; por ejemplo, quienes piensan en el dolor que sentirán en el futuro cuando alguno de sus ancestros fallezca, y los lloran de manera anticipada, sin que haya ninguna enfermedad o situación de riesgo presente. El pensamiento sobre situaciones adversas pasadas o presentes, activa las respuestas de supervivencia, de la misma manera que en los casos anteriores. Debo aclarar, que este caso también es común en personas con una historia de experiencias adversas; la diferencia con el caso del punto 2, es que la activación de defensa no se da de manera automática o inconsciente a partir de estímulos externos, sino que ocurre por el pensamiento de la persona: el recuerdo consciente que sí pasa por el lenguaje. Es decir, la persona elije pensar en ello. ¿Y por qué una persona elige pensar en algo doloroso? Puede ser que su organismo se ha hecho dependiente de ciertas sustancias químicas que se producen en la tristeza y que se requiera aprender a disfrutar la intensidad de emociones positivas (es decir, que se necesita entrenar al cuerpo y a la mente para enfocarse en lo que le hace sentir bien); o puede ser que la intensidad de ese dolor disimule otro dolor en el que no se quiere pensar y entonces se requiera un proceso de terapia para resolver eso que está oculto; o puede ser que una crisis emocional autoprovocada sea un mecanismo inconsciente o una oportunidad para resolver memorias implícitas que necesitan ser resignificadas.  Las explicaciones pueden variar tanto como teorías de la psicología se refieran a este tema, porque cada teoría tiende a abordar una arista diferente del tema.

 

Lo cierto es que en el momento en que se enfrenta la experiencia adversa (en el entorno físico, en el pensamiento o en recuerdo), las reacciones físicas que se explican arriba aparecen para responder con velocidad; y si esta activación es frecuente, crónica o muy aguda, puede desgastar o dañar las funciones del organismo.

Por otro lado, las reacciones conductuales que devienen de esta activación pueden ser tres:

1.       Lucha: La persona usa sus mecanismos de defensa para pelear por su bienestar: ataca o se defiende.

2.       Huída: La persona corre para ponerse a salvo, busca un refugio, pide ayuda.

3.       Parálisis: La persona se inmoviliza, no sabe ni qué decir, ni qué hacer, no se defiende ni huye; como el animal que se queda quieto, casi muerto, hasta que el “enemigo” sienta que no vale la pena atacarle y se aleje.

Una persona emocionalmente sana, con una historia de vida favorecedora, con un organismo saludable, y que se encuentre ante una situación adversa “manejable”, sabrá discriminar cuándo luchar, cuánto y cómo, o cuándo huir y cómo encontrar un lugar seguro, si es que existen los recursos disponibles en el entorno; es decir, esta persona podrá regular su propio nivel de activación y encontrar recursos internos y externos para protegerse.

Pero cuando la experiencia adversa es demasiado intensa y dolorosa, o cuando es crónica, cuando no hay recursos de protección en el entorno, o cuando la persona tiene una historia de trauma o experiencia adversas que no han sido adecuadamente resignificadas y no cuenta con recursos internos de autorregulación; entonces, será más probable ver reacciones de hiperactivación (por ejemplo, violencia) o hipoactivación (parálisis).

Y ¿hasta cuándo prevalecerán las emociones de enojo, miedo o desesperanza y las conductas violentas o la indefensión? Pues hasta que el organismo perciba que se encuentra en un lugar seguro (en una situación agradable y feliz).

(Este tema continuará en las siguientes publicaciones).