El deleite para la productividad y el
sentido de vida
Por María Antonieta
Campos
Fuimos formados en una sociedad
que diseñó el sistema educativo para “prepararnos para la vida… laboral”. La
escuela formal responde al sistema político productivo impe
rante, en el caso de
mi país, un sistema capitalista. Incluso las recomendaciones vocacionales suelen
estar basadas en aquellos campos en los que se visualizan oportunidades
laborales. Así, difícilmente vemos que a alguien se le recomiende ser filósofo,
sociólogo, historiador…, no porque la sociedad no los requiera sino porque el
sistema de producción forma no recompensa financieramente su saber.
Conozco muchos jóvenes (y adultos
de edad media) que no encuentran satisfacción en su elección vocacional;
probablemente porque en realidad se trata de una elección laboral no
vocacional. Y conozco muchísimas personas que trabajan día a día con la
esperanza de pensionarse algún día.
El discurso de valores sociales
diría a estas personas que si quieren ser felices tienen que dedicarse con
positivismo y proactividad a la producción en sus puestos de trabajo y esto les
va a permitir desarrollarse satisfactoriamente. Esto, quizás, es cierto.

La recompensa financiera de las
actividades que se disfrutan puede ser inmediata, o puede tardar un año, o
incluso varias décadas en llegar, o quizás llegue a nuestros descendientes como
ha pasado con la obra de muchos artistas; pero la recompensa de hacer lo que se
disfruta es lo que da sentido a nuestra vida, y sólo cuando vivimos con sentido
podemos decir que nuestra vida es productiva.
Ordenemos bien las prioridades:
que cada día de nuestras vidas incluya un buen tiempo de aquello que
disfrutamos y amamos, para que cada día de nuestra existencia esté dotada de
sentido.
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