lunes, 9 de enero de 2017

Indulgencia y Orden

Indulgencia y Orden
Por María Antonieta Campos

La mayoría de problemas en la vida se resuelven con indulgencia y orden. Esto es así porque la mayoría de los problemas los encontramos en los juicios negativos que emitimos hacia la vida, hacia los demás (incluyendo a Dios) y hacia nosotros mismos, o por el desorden que genera en nosotros confusión y nos hace perder el camino de la paz, la salud y el bienestar.
Perdonar y dejar ir, es el primer paso para estar bien. “Yo te perdono, te libero y te dejo ir”, “yo me perdono, me libero y dejo ir lo que me agobia”, “yo perdono, yo libero, yo suelto los recuerdos de dolor”. “Sus misericordias son nuevas cada mañana”; podemos empezar el día con esa oración o con cualquiera de las frases anteriores y, en cualquiera de los casos, decidir soltar el pasado y hacer del día que comienza un día enteramente productivo, satisfactorio y lleno de sentido.
¿Por dónde empezar la producción? Sólo hay que empezar ordenando. ¿Qué ordenar? Lo que sea, todo. Ordenar el closet, la agenda, la cocina, el escritorio, los archivos en la computadora, el tiempo de atención que queremos dedicar a cada persona en la vida según el orden de prioridad. Toda la actividad productiva del ser humano se enfoca en ordenar algo.
¿Quién dicta las prioridades de esta actividad productiva y de ordenamiento? El amor, las promesas que se han hecho, la cercanía en la vinculación, los valores, la honestidad… Para actuar por amor, por valores, por el cumplimiento de las promesas a nosotros mismos, a nuestras parejas, a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros hermanos, a nuestros empleados, a nuestros compañeros, a nuestros estudiantes, a nuestros vecinos y a cada persona con la que la vida nos ha ligado con los compromisos propios de un rol, para actuar por amor no hay que pensar sólo hay que hacer: Ordenar la agenda, ordenar nuestros espacio, disponer de los materiales para cada actividad y accionar ordenando según los límites que impone el reloj.
Ni un minuto más para cada actividad laboral, académica o de voluntariado, ni un minuto menos para cada actividad de cuidado personal o familiar. Porque el amor y las promesas de amor se disfrutan dándonos el derecho de  vivir en acciones de amor.
A veces imagino que tengo una parcela segmentada en porciones de tierra. Cada porción es una relación y una actividad. Cuando se pone la mano en el arado hay que mirar adelante, no se mira hacia las otras porciones de tierra, tampoco se mira hacia atrás. La atención debe estar puesta en la firmeza de cada paso presente y el objetivo hacia el que se dirigen los pasos; nada más, solamente se disfruta el caminar. Un paso a la vez.
Hay unas porciones de tierra más grandes que otras según el nivel de vinculación afectiva (“donde está nuestra atención ahí está nuestro amor”) y la más grade debería ser la del cuidado personal.
Cuando acaba el tiempo dispuesto para cada porción, se suelta el arado y se pasa al siguiente terreno, a la actividad que este solicite de manera natural; y cuando se está en él no se piensa en la tierra arada o sembrada minutos atrás; ¡hay que confiar!, lloverá, habrá sol, las abejas polinizarán… habrán miles de circunstancias ante las cuales esa tierra sabrá responder con inteligencia y se beneficiará.
¡Hay una gran parte que no depende de nosotros y eso es lo delicioso de la vida! Tenemos libre albedrío y con este influenciamos a los demás, y también todo el entorno y personas que nos rodean deciden su propio actuar. Este nuestro interactuar es incierto y está en cambio continuo, y es milagroso en cuanto nos demuestra una y otra vez que todo, absolutamente todo, es para bien. Dios, el amor, el poder creador, sanador y divino, está ahí para glorificarse en todo.
Así es como se glorifica la fuerza creadora del universo: ¡Porque todo es creado a su semejanza, todas las personas y todos los terrenos y circunstancias están dotados de la capacidad de decidir para su propio bienestar!, ¡todas las personas que conocemos están dotadas de la capacidad de estar bien!, no dependen de nosotros, mas, el bienestar de cada uno de nosotros depende del tiempo que se dedique a sí mismo.
Así es como el segundo elemento: ordenar, da resultado: Si ordenamos el cuarto, el closet, la agenda, el tiempo, la atención, el autocuidado y el cuidado a los demás, estamos ubicándonos en el primer lugar. Cuando nos amamos podemos amar a los demás, incluyendo a Dios porque Dios está en nosotros.

Les deseo paz en este día, mucha indulgencia para su alma, orden para su vida.

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