lunes, 13 de marzo de 2017

¿Y qué si te equivocas?

¿Y qué si te equivocas?
Por María Antonieta Campos Badilla

¿Y qué si te equivocas? ¿Qué importa si cometes un error? ¿Qué de malo o extraño hay en no ser perfecta? ¿Acaso hay alguien que sí lo sea?
¿Y qué si te equivocas cuando los demás no lo han hecho? ¿No se aprende más del error que del acierto?
¿Cuánto importaría -cuánto impactaría- si reconocieras que no supiste cómo actuar o cómo resolver? ¿Cuántas puertas se abrirían si dijeras que aún no has comprendido? ¿Cuán alto podrías llegar si decidieras quitarte de encima el peso de ser perfecta?
Estoy hablando de esos pesos emocionales de perfección que te impiden trasladarte con fluidez en el campo de la vida. ¿Cuánto realmente pesa el caerse, o el confundirse, o el no llegar a tiempo, o ni siquiera llegar, o no saber qué decir o decirlo mal?
El peso real de las acciones humanas “incorrectas” es el valor que tú le has dado a la “equivocación”. Entonces, la pregunta oportuna sería ¿cuánto valor le has asignado a esta acción y por qué se lo has asignado así?
¿Qué lleva a las personas a igualar su valor inmensurable al resultado de una acción medible y falible?, ¿qué las hace sufrir desmedidamente cuándo no cumplen con sus propios estándares de acción? Eso es, para mí, “vender la primogenitura por un plato de lentejas”.
Si fueras un diamante sabrías que vales mucho independientemente de que sobre ti hubiera tierra, cenizas o carbón. ¡Pues vales más, mucho más que un diamante! Tus acciones no aumentan tu valor ni lo disminuyen porque hay un solo valor para todos; el mismo valor para cada persona.
¿Te ensuciaste? ¡Límpiate! Pide perdón, perdónate, aprende y busca hacerlo mejor la próxima vez.

Entonces, si puedes hacer bien, ¡hazlo!, pero no con la falsa idea de que por tus buenas acciones vales más. Nunca valdrás más que lo que vales ahora (¡eres invaluable!), nunca podrás valer más de lo que valen los demás. En consecuencia, tampoco puedes disminuir tu valor al cometer un error.
Si no puedes hacer las cosas tan bien como quisieras, esfuérzate y aprende. Pero no sufras ni hagas sufrir a los demás con tus exigencias. Disfruta el proceso.
Todas las acciones encomendadas en tus manos son temporales, y en ellas se espera que yerres, que construyas y deshagas, que intentes, que corrijas, que aprendas, que perfecciones, y que hagas todo esto con amor.


“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”. (II Corintios 12:9)

martes, 14 de febrero de 2017

Resolver emociones

Resolver emociones
Por María Antonieta Campos Badilla

En diversas ocasiones he mencionado el hecho de que las emociones se resuelven cuando las dejamos estar presentes, cuando nos damos un momento para sentirlas. Para algunas personas, esto es sencillo. Pero con frecuencia recibo la respuesta de que da mucho miedo sentir y perder el control.
Una pregunta existencial importante que tendríamos que hacernos es: ¿perder el control de qué? Quizás algunas personas quieren decir que tienen temor a “perder la capacidad de mantener una conducta socialmente aprobada”, quizás sea exista el temor de “llorar y hacer muecas feas o sonidos que indiquen que se está en estado vulnerables”, o el temor de gritar y recibir la censura de quienes creen que las personas no deben manifestar su enojo. Tal vez exista el temor de “llorar tanto que no sea posible dejar de llorar después”, en otros casos, es más bien el llorar el que puede ocasionar esa sensación de pérdida de control pues sería posible que entonces ya no se reciba la atención deseada o necesitada.
Los pensamientos que sustentan este temor pueden ser infinitos y muchos pueden ser irracionales. Pero entonces hay una tarea sencilla que se puede realizar antes: Buscar un momento, un espacio (físico y de tiempo) y una compañía que nos ayuden a estar a salvo mientras sentimos. Por sencillas que parezcan estas recomendaciones, para quienes tienen mucho miedo de animarse a percibir su propio lenguaje afectivo, estas pueden resultar muy útiles:
1.       Ponga un horario para sentir: Pueden ser unos 45 minutos de meditación, enfocada en las emociones.
2.       Busque un lugar privado, relajante, cómodo, seguro y agradable para usted.
3.       Respire despacio y profundo, por unos minutos, sintiendo su entorno.
4.       Respire despacio y profundo, por unos minutos, sintiendo cada parte de su cuerpo.
5.       Respire despacio y profundo, un tiempo más, sintiendo las emociones que se manifiestan en lo interior de su pecho o de su mente. Mientras lo hace, deles un nombre, deles un lugar dentro de usted. Déjelas permanecer allí hasta que quieran irse, cambiar o reacomodarse por sí mismas; o entréguelas a la divinidad o al ser en el que usted tenga fe para su bienestar.
6.       Respire profundamente y dé gracias. Dispóngase a levantarse y continuar.

Si aún este ejercicio parece complicado, le presento uno más sencillo:
1.       Ponga un horario para sentir: Pueden ser unos 45 minutos para pintar (pueden ser mandalas o creaciones libres), bailar o tocar algún instrumento musical.
2.       Busque un lugar privado, relajante, cómodo, seguro y agradable para usted.

3.       Respire despacio y profundo, por unos minutos, percibiendo los colores, las formas, las notas musicales.
4.       Respire despacio y profundo, por unos minutos, sintiendo los movimientos de su cuerpo en relación con esos colores formas o notas musicales; déjelos fluir en libertad.
5.       Respire despacio y profundo, un tiempo más, sintiendo las emociones que se manifiestan a través de su creación; déjelas fluir hasta que sienta que las ha descargado en el papel, en el entorno o en la divinidad.
6.       Durante el proceso trate de darle un nombre a esas emociones; si no puede hacerlo, inténtelo después de terminar.
7.       Respire profundamente y dé gracias. Dispóngase a levantarse y continuar.
En los dos casos, si lo necesita para sentirse a salvo; invite a una persona de su entera confianza a acompañarle. Además recuerde: nada es para siempre, lo que ahora parece incomprensible se resolverá con el tiempo.

Dése un abrazo o abrace a quien quiera, usted lo merece. Un abrazo suyo será un abrazo de la divinidad y de toda la creación a la vez.

lunes, 13 de febrero de 2017

Rutinas para afrontar los duelos

Rutinas para afrontar los duelos
Por María Antonieta Campos Badilla

Las pérdidas afectivas importantes suelen conllevar cambios de vida. Al mismo tiempo, los cambios vitales, en general, también implican un proceso de duelo y, por lo tanto, dolor, desasosiego, incertidumbre, enojo, ansiedad, temor, confusión; sobre todo, nos demandan un gran gasto de energía en el esfuerzo por acomodarnos a una nueva vida. Entiéndase por cambios vitales todos aquellos referidos a un cambio en la rutina y estilo de vida; por ejemplo, un cambio de trabajo, una pensión, una mudanza, un divorcio o ruptura amorosa, un matrimonio, tener hijos, perder a alguien querido, etc.
Durante un duelo es importante tomar tiempo para reconocer nuestras emociones porque estas tienden a ser intensas, cambiantes y ambivalentes; podemos sentir alegría y tristeza, o enojo y alivio a la vez; podemos pasar de la risa al llanto en un instante; podemos sentir un intenso dolor físico de tanto dolor emocional.

Los duelos suelen resolverse con el tiempo; pero se resuelven de forma más sencilla si sabemos qué está ocurriendo dentro de nosotros y qué hacer.
Por ejemplo, las emociones se resuelven sólo cuando les damos lugar para expresar el mensaje que nos traen: nos dicen cómo ha impactado adentro aquello que ocurrió afuera. Entonces, es importante darnos un tiempo para reconocer, sentir conscientemente y aceptar las emociones por lo que se ha perdido.
También hay una parte de los duelos que se resuelve con el accionar: Un tiempo diario para observar el mundo, para ver lo bueno que hay en él, para dar gracias por eso que es bueno y empezar a movilizarnos en ello. El movimiento también sana.
Entonces, no se trata sólo de esperar, hay cosas que podemos hacer para estar mejor. Como en todo, el equilibrio tiende a ser la clave.
Me gusta proponer a quienes vienen a mi consulta que organicen su día en seis tiempos:
1.       Un tiempo dar gracias por lo nuevo al amanecer y para expresar nuestras expectativas y emociones sobre el día que está por comenzar (de preferencia, antes de desayunar).
2.       Una mañana activa, llena de movimiento: caminar, trabajar, crear, mover, ordenar, limpiar; aquello que el día nos permita, lo que sea siempre y cuando implique moverse, sin olvidar el consumo de una refrescante fruta a media mañana.
3.       Un momento para relajarnos al medio día (antes o después del almuerzo), para volvernos conscientes de nosotros mismos, para sentir el entorno, el propio cuerpo en ese entorno y la respiración. Un ratito para respirar despacio y profundamente sin pensar en nada más que en cada inhalación y exhalación. Un ratito para dejar que nuestras emociones se expresen dentro de nosotros mismos con cada respiración.
4.       En la tarde, combinar el trabajo con la vida social; por ejemplo, programar reuniones, escribir cartas, contestar correos, trabajar con algo de música, acompañarnos de alguien a la hora de la merienda, o, por lo menos, chatear un poco sin distraernos del todo del trabajo. Para mí esto es, convertir el trabajo en algo que se hace como parte de nuestro rol en sociedad, es parte de lo que da sentido a nuestras acciones y es lo que permite construir el sentido de pertenencia en los grupos y equipos de trabajo: Somos seres sociales que trabajan para mejorar la calidad de su vida en vinculación con otros, no somos máquinas de producción: no hay que perder nuestro sentido existencial.
5.       Media hora antes que termine nuestro día laboral, recomiendo cerrar con un registro de todo lo logrado (esto nos da satisfacciones que comienzan a llenar los vacíos del cambio que experimentamos) y una lista de pendientes para el próximo día laboral, una lista que se escribe y se entrega a la divinidad (a la fuerza que mueve el universo). Se entrega para no llevarla a casa ni a otros lugares en donde no debe andar. Al hacer esta entrega no tendrán que pasar la noche cargando con el peso de solucionarlo todo desde su mente; se irán a casa con la consciencia de que hay una fuerza mayor que tiene control de los tiempos y lo sucesos.
6.       Llega la noche y es la hora de soltar el futuro y de reusarnos a pensar en él, de centramos en el presente: (a) en lo que sentimos que no nos daña sino que nos permite dimensionar las pérdidas sufridas y (b) en lo que podemos disfrutar y que le puede aportar algo de sentido y gracia a nuestro diario vivir, por ejemplo, el arte, la cultura, la recreación, la danza, el tiempo en familia, las salidas con amigos, el amor y la pasión, acompañados de una cena ligera pero sabrosa al paladar.
Simplemente se trata de que organicemos nuestra agenda diaria en seis momentos que son fáciles de recordar.
Entonces, podemos sentir (llorar o enojarnos si es necesario) y aceptar que hay algo que nos hace falta y podemos hacer (mantenernos activos); y en el camino también podemos reconocer: Con cada cambio vital también vienen nuevas oportunidades, nuevas esperanzas, nuevos recursos que se amarran con lo que no hemos perdido. Nos ayudará mucho reconocer y aceptar lo bueno que viene a nosotros, aceptar la mano amiga, el cariño y cada pequeño deleite que nos traiga la vida.

Lo demás lo da el tiempo y el sueño, muchos días de ser perseverantes en nuestra rutina, muchas noches de dormir bien (con o sin ayuda); el tiempo y el sueño suelen resolver en nuestra mente aquello que no podemos comprender o aceptar. 

sábado, 14 de enero de 2017

Una Buena Compañía

Una Buena Compañía
Por María Antonieta Campos
Casi todas las personas manejamos la noción de que es bueno rodearnos de buena compañía. Pero, he visto que, de alguna manera, en algunos momentos, no nos resulta fácil definir cuando una compañía nos resulta buena o no. Para aquellos casos en los que la definición resulta difícil es bueno utilizar una simple lista de chequeo:
         Me siento feliz cuando esta persona está cerca. No me siento ansiosa ni molesta.
         Cuando la persona se ha ido me siento satisfecha. No me siento ansiosa. No me siento molesta.
         Cuando converso con esta persona me siento en paz la mayoría del tiempo. No estoy preocupada ni triste por esta persona la mayor parte del tiempo.
         Mi salud está bien o mejor desde que conozco a esta persona. Mi salud no ha decaído ni coinciden mis malestares con las interacciones o preocupaciones en mi relación con esta persona (aunque sea una relación llena de experiencias hermosas en otros campos).
         Desde que me relaciono con esta persona soy más productiva, más positiva, mejoran mis relaciones sociales.
         Esta persona valora lo que hago con satisfacción, lo que hago a partir de mis talentos. Me alaba e impulsa, no critica mis actividades, no detiene mi producción ni me hace dudar de ninguna de estas actividades de las que me sentía orgullosa desde antes de conocerle.
         Esta persona se incluye con facilidad en mis círculos sociales, no me aísla de ellos.
Esta lista puede servir de advertencia: La mayoría de relaciones nocivas se establecen con personas que no cumplen alguno de los puntos anteriores.
Por otro lado, en muy pocos casos he visto un beneficio de una relación con alguien que no cumpla estos criterios, y en esos casos, tienden a ser relaciones que se establecen por algún beneficio específico y temporal; es decir, alguien que nos da apoyo en alguna área específica y en un momento específico de la vida pero que pronto se irá porque simplemente no encaja con el resto de la rutina productiva y social propia.

Una buena compañía encaja con todo en nuestras vidas y nos impulsa. Si no encaja en todo, aunque sea una buena persona, no es parte del elenco de tu obra maestra. Ámale si quieres, pero déjale ir y representar su propia función, mientras que tú disfrutas de vivir con aquellos que te aman en todo.

viernes, 13 de enero de 2017

Compartir magia para ser felices

Compartir magia para ser felices
Por María Antonieta Campos

No he encontrado más sentido en la vida que compartir las cosas lindas que nos ocurren con otros que nos aman y con algunos que ni siquiera nos conocen.
Ser felices no se trata de que esas personas que nos aman estén allí todo el tiempo; no se trata de que otras personas satisfagan todas nuestras necesidades; eso no existe: el diseño humano está dotado de un vacío existencial fundamental que nos impulsa a buscar conexiones espirituales más altas. Entonces, ser felices no se trata de un compartir permanente o absolutamente satisfactorio, sino de un compartir en libertad, en lo presente y en las cosas pequeñas y mágicas que suceden en nuestra vida.
Ser feliz es ser capaz de respirar sentir agradecimiento por ello y compartirlo con nuestra mirada con aquella personas más próxima. Es compartir lo  bueno, lo mágico y lo trascendente con nuestras palabras, con nuestra sonrisa o con una acción que le retribuye a otro aquello que hemos recibido inesperadamente y por gracia. Gracia significa regalo.
Lo que de gracia recibimos lo agradecemos, el agradecimiento nos hace felices y damos de gracia, y ese regalo que otorgamos termina por generarnos también alguna satisfacción.

Son pasos sencillos: Disfrutar algo, agradecerlo, compartir algo, y disponernos a ser felices en las pequeñas sorpresas de la vida y en las interacciones que se dan como regalo (un regalo que recibimos o uno que damos).

jueves, 12 de enero de 2017

El deleite para la productividad y el sentido de vida

El deleite para la productividad y el sentido de vida
Por María Antonieta Campos

Fuimos formados en una sociedad que diseñó el sistema educativo para “prepararnos para la vida… laboral”. La escuela formal responde al sistema político productivo impe
rante, en el caso de mi país, un sistema capitalista. Incluso las recomendaciones vocacionales suelen estar basadas en aquellos campos en los que se visualizan oportunidades laborales. Así, difícilmente vemos que a alguien se le recomiende ser filósofo, sociólogo, historiador…, no porque la sociedad no los requiera sino porque el sistema de producción forma no recompensa financieramente su saber.
Conozco muchos jóvenes (y adultos de edad media) que no encuentran satisfacción en su elección vocacional; probablemente porque en realidad se trata de una elección laboral no vocacional. Y conozco muchísimas personas que trabajan día a día con la esperanza de pensionarse algún día.
El discurso de valores sociales diría a estas personas que si quieren ser felices tienen que dedicarse con positivismo y proactividad a la producción en sus puestos de trabajo y esto les va a permitir desarrollarse satisfactoriamente. Esto, quizás, es cierto.
Pero, ¿qué tal si lo hacemos de otra manera? ¿Qué tal si dedicamos un buen rato de nuestra rutina diaria a hacer algo que nos gusta mucho, algo por puro placer, algo que nace de nuestro talento único y personal, algo especial para nuestro deleite, y lo disfrutamos tanto que dejamos que poco a poco vaya produciendo su recompensa (incluso financiera) de forma natural?
La recompensa financiera de las actividades que se disfrutan puede ser inmediata, o puede tardar un año, o incluso varias décadas en llegar, o quizás llegue a nuestros descendientes como ha pasado con la obra de muchos artistas; pero la recompensa de hacer lo que se disfruta es lo que da sentido a nuestra vida, y sólo cuando vivimos con sentido podemos decir que nuestra vida es productiva.

Ordenemos bien las prioridades: que cada día de nuestras vidas incluya un buen tiempo de aquello que disfrutamos y amamos, para que cada día de nuestra existencia esté dotada de sentido.

miércoles, 11 de enero de 2017

Orden

Orden
Por María Antonieta Campos

En una reflexión anterior escribí que toda la actividad productiva del ser humano se enfoca en ordenar algo. Veamos algunos ejemplos:
·         Cuando pintamos una obra de arte debemos ordenar y preparar el lienzo, ordenar los materiales, organizar los colores, ordenar las líneas que componen nuestra obra según la perspectiva, los puntos de fuga, el diseño y hasta el enfoque emotivo que queremos transmitir, ordenar los colores en la pintura que hacemos según los tonos, luces y sombras que dan sentido a la imagen creada.
·         Cuando escribimos un documento, de cualquier tipo, definimos un objetivo, un mensaje final, los desglosamos en varias ideas que soportan ese mensaje, y ordenamos las ideas con mayor o menor gracia, y colocamos esas ideas ordenadas en el texto.
·         Cuando empezamos una reunión debemos dirigirnos por una agenda y tratar de delimitar el tiempo de cada participación para llegar a un fin productivo. Si no hay un objetivo para la reunión que responda a una planificación (ordenamiento de la actividad empresarial) entonces participamos de una reunión fútil.
·         Cuando se ara la tierra se la ordena. Cuando se siembra, se organizan las semillas en líneas y espacios pensados para el crecimiento de las plantas. Cuando estas se riegan o se abonan se ordenan los tiempos, las cantidades y las frecuencias.
·         Cuando se construye un edificio se ordenan las columnas, las paredes, los techos, los espacios. Cuando de hace la contabilidad se ordenan los ingresos, los gastos, las ganancias, las deudas, los números. Cuando se atiende la salud de las personas se ordena su dieta, sus hábitos, las sustancias químicas del cuerpo humano, los tejidos mismos.
Decía mi profesor de física en el colegio: “La física define al trabajo como movimiento, no hay trabajo si no hay movimiento”. Yo digo: ¡Todo el trabajo productivo del ser humano es una actividad de organización, trabajar es, simplemente, ordenar.
Algunas veces nos sentimos bloqueados porque no logramos empezar o retomar una actividad productiva, o nuestra vida productiva en general. Nos bloqueamos porque no sabemos por dónde empezar, porque quizás necesitamos un plan mental que defina perfectamente cada paso de una obra que apenas empieza, o tal vez porque esa actividad nos genera recuerdos y emociones sobre el futuro que queremos evitar.
En tales casos, iniciar o reiniciar, es más sencillo de lo que parece. Si no se entienden los sentimientos o el proceso en sí mismo, no hace falta analizarlo, no hace falta resolverlo todo (lo racional o emocional) en la mente, sólo es necesario ponerse a ordenar: algo, una parte de aquello que está al frente: ordenar los papeles, ordenar los archivos de la computadora, ordenar los materiales, ordenar los trastes antes de lavarlos, solamente ordenar un poco, algo, lo que sea.
La misma actividad de ordenar lo más pequeño tiene implicado un nivel de satisfacción que impulsa nuevos ordenamientos, nuevas acciones. En menos de lo esperado comenzará a ver el producto de sus acciones.

¿Se ha quedado sin batería su automóvil alguna vez? ¿Ha logrado encenderlo y se ha dado cuenta de que con sólo poner a trabajar el motor la batería se carga? Así funcionamos. Si su día comenzó sin ánimo, si sus pensamientos lo abruman, no piense más, dedíquese a ordenar un poco y atienda sólo aquello que está ordenando. Después de un ratito la energía regresará, las ideas volverán, el mismo orden de su ambiente atraerá nuevas posibilidades, nuevas actividades productivas y satisfactorias.

martes, 10 de enero de 2017

Indulgencia

Indulgencia
Por María Antonieta Campos

¿Te amas? Perdónate.
¿Te amas? Libérate de tus juicios hacia ti mismo.
¿Te amas? Acéptate.
¿Te amas? Valórate.
¿Te amas? Deja el pasado atrás y construye uno nuevo.
¿Te amas? Suelta todo lo que te aprisiona.
¿Te amas? Anímate a ser el/la primero(a) en tu vida
¿Te amas? Pon tu paz (no tu deleite) como prioridad. La paz te llevará a nuevas formas de ser feliz.
¿Te amas? Pon tu paz (no el bienestar de otros) como prioridad. La paz te llevará a nuevas formas de amar; y el libre albedrío y libertad que le otorgas a otros los llevará a su bienestar personal.
¿Te amas? Acepta que mereces una buena vida. Acepta que los otros merecen bienestar. Acepta que el bienestar mayor se logra en libertad. Tu camino merece ser bueno sin depender de nadie más.
¿Te amas? Delimita tu camino. Pon límites. Expresa tus límites. Di también, si quieres, cuando otros han pasado los límites que debían y hazles saber que no los pasarán más. Defiende tus límites con tu propia fuerza y con la fuerza de aquellos que te aman. Y que en esta lucha tu mayor fuerza sea el amor.
¿Te amas? Perdona a los otros y déjalos ir en tu mente y en tu corazón. Hazlo por tu paz personal.
¿Te amas? Define lo que quieres en ese camino de paz y libertad. Anímate a decir lo que quieres, a pedir lo que quieres, a defender lo que quieres. Lucha por lo que quieres. Hazte un horario que te permita hacer lo que deseas, lo que anhelas lo que amas. Asigna recursos para hacerlo.
¿Te amas? Incluye a las personas buenas que te aman en algunos de esos planes; en algunos no, reserva algo sólo para ti.
Las personas que te llenarán de amor quizás no sean las que en tu imaginario pensaste que debían estar allí, tal vez no sea un esposo o una madre, tal vez sea tu vecina, tu hermana, tu amigo. Quien te llena de amor no es un rol social. Quien te llena de amor es el que está a tu lado en los momentos aburridos y sin importancia, en los días feriados y festivos, en las buenas y en las malas, en esos días en que no hay dinero para salir a un bar, en el hospital, en lo absurdo, en la decoración del nuevo hogar… No importa quien sea, lo que importa es que siempre hay alguien que está ahí y que te va a abrazar si extiendes tus brazos. Mira bien, allí está.

¿Te amas? Déjate amar. No hay una razón, no hay un porqué. No se trata de merecerlo o no. Para todos, el amor está ahí y “todos los caminos llevan al amor” (Josaya).

lunes, 9 de enero de 2017

Indulgencia y Orden

Indulgencia y Orden
Por María Antonieta Campos

La mayoría de problemas en la vida se resuelven con indulgencia y orden. Esto es así porque la mayoría de los problemas los encontramos en los juicios negativos que emitimos hacia la vida, hacia los demás (incluyendo a Dios) y hacia nosotros mismos, o por el desorden que genera en nosotros confusión y nos hace perder el camino de la paz, la salud y el bienestar.
Perdonar y dejar ir, es el primer paso para estar bien. “Yo te perdono, te libero y te dejo ir”, “yo me perdono, me libero y dejo ir lo que me agobia”, “yo perdono, yo libero, yo suelto los recuerdos de dolor”. “Sus misericordias son nuevas cada mañana”; podemos empezar el día con esa oración o con cualquiera de las frases anteriores y, en cualquiera de los casos, decidir soltar el pasado y hacer del día que comienza un día enteramente productivo, satisfactorio y lleno de sentido.
¿Por dónde empezar la producción? Sólo hay que empezar ordenando. ¿Qué ordenar? Lo que sea, todo. Ordenar el closet, la agenda, la cocina, el escritorio, los archivos en la computadora, el tiempo de atención que queremos dedicar a cada persona en la vida según el orden de prioridad. Toda la actividad productiva del ser humano se enfoca en ordenar algo.
¿Quién dicta las prioridades de esta actividad productiva y de ordenamiento? El amor, las promesas que se han hecho, la cercanía en la vinculación, los valores, la honestidad… Para actuar por amor, por valores, por el cumplimiento de las promesas a nosotros mismos, a nuestras parejas, a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros hermanos, a nuestros empleados, a nuestros compañeros, a nuestros estudiantes, a nuestros vecinos y a cada persona con la que la vida nos ha ligado con los compromisos propios de un rol, para actuar por amor no hay que pensar sólo hay que hacer: Ordenar la agenda, ordenar nuestros espacio, disponer de los materiales para cada actividad y accionar ordenando según los límites que impone el reloj.
Ni un minuto más para cada actividad laboral, académica o de voluntariado, ni un minuto menos para cada actividad de cuidado personal o familiar. Porque el amor y las promesas de amor se disfrutan dándonos el derecho de  vivir en acciones de amor.
A veces imagino que tengo una parcela segmentada en porciones de tierra. Cada porción es una relación y una actividad. Cuando se pone la mano en el arado hay que mirar adelante, no se mira hacia las otras porciones de tierra, tampoco se mira hacia atrás. La atención debe estar puesta en la firmeza de cada paso presente y el objetivo hacia el que se dirigen los pasos; nada más, solamente se disfruta el caminar. Un paso a la vez.
Hay unas porciones de tierra más grandes que otras según el nivel de vinculación afectiva (“donde está nuestra atención ahí está nuestro amor”) y la más grade debería ser la del cuidado personal.
Cuando acaba el tiempo dispuesto para cada porción, se suelta el arado y se pasa al siguiente terreno, a la actividad que este solicite de manera natural; y cuando se está en él no se piensa en la tierra arada o sembrada minutos atrás; ¡hay que confiar!, lloverá, habrá sol, las abejas polinizarán… habrán miles de circunstancias ante las cuales esa tierra sabrá responder con inteligencia y se beneficiará.
¡Hay una gran parte que no depende de nosotros y eso es lo delicioso de la vida! Tenemos libre albedrío y con este influenciamos a los demás, y también todo el entorno y personas que nos rodean deciden su propio actuar. Este nuestro interactuar es incierto y está en cambio continuo, y es milagroso en cuanto nos demuestra una y otra vez que todo, absolutamente todo, es para bien. Dios, el amor, el poder creador, sanador y divino, está ahí para glorificarse en todo.
Así es como se glorifica la fuerza creadora del universo: ¡Porque todo es creado a su semejanza, todas las personas y todos los terrenos y circunstancias están dotados de la capacidad de decidir para su propio bienestar!, ¡todas las personas que conocemos están dotadas de la capacidad de estar bien!, no dependen de nosotros, mas, el bienestar de cada uno de nosotros depende del tiempo que se dedique a sí mismo.
Así es como el segundo elemento: ordenar, da resultado: Si ordenamos el cuarto, el closet, la agenda, el tiempo, la atención, el autocuidado y el cuidado a los demás, estamos ubicándonos en el primer lugar. Cuando nos amamos podemos amar a los demás, incluyendo a Dios porque Dios está en nosotros.

Les deseo paz en este día, mucha indulgencia para su alma, orden para su vida.